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Difícil consuelo para las víctimas del horror en la 'perla verde'

Los afectados por la masacre de la isla de Utoya llevarán marcado este día como el más horrible en sus vidas aunque también signifique una nueva fecha de nacimiento.

Foto: Reuters/afp
Por Peter Zschunke (Dpa)

24 de julio 2011 - 14:42

Ni un poco de viento turba el lago del fiordo de Tyri, en el que se encuentra la pequeña isla de Utøya; pero el paisaje idílico engaña: un bote neumático con cuatro miembros de los equipos de rescate y un perro de búsqueda rastrean la orilla del fiordo. En la carretera de la zona oriental se encuentran los coches fúnebres que trasladan a los muertos encontrados en la isla o en el agua.

Al menos 86 jóvenes murieron durante el ataque de Anders Behring Breivik al campamento de verano del Partido Laborista noruego el pasado viernes. El radical de derecha cometió la masacre con dos armas de fuego durante una hora y media. En la noche del sábado, los supervivientes y los familiares de las víctimas eran asistidos por médicos, psicólogos y religiosos en un hotel de la capital.

Un primer grupo monta en un autobús blanco. Un joven de unos 17 años sube en pijama. Una chica tiene las piernas envueltas en una manta lila. Otro joven se limpia las lágrimas de los ojos enrojecidos y busca consuelo en otro, para luego consolar a su vez a otra chica con un jersey rojo.

"Intentamos hablar con ellos y escucharlos para que nos puedan decir lo que sufren", explica el sacerdote luterano Torunn Aschin. "Tienen tantas historias que contar sobre lo que sufrieron... cómo se ocultaron, cómo saltaron de las ventanas o se tiraron al suelo, cómo corrieron al fiordo o nadaron en el mismo".

Algunos se mantuvieron escondidos durante la noche del viernes y sólo salieron a nado el sábado. "Hoy hemos salvado a mucha gente del agua", contaba el cooperante de la Cruz Roja Jahn Petter Berentsen la noche del sábado en Sundvallen. La Röde Kors, la Cruz Roja noruega, es también competente en la operación del salvamento y recuperación de las víctimas.

Cuando saltaron al agua, el atacante estaba en la orilla y siguió disparando contra ellos, cuenta el taxista Martin Engbretsen, que llevó durante toda la noche a los supervivientes al hotel de Sundvollen. "Un joven me dijo: un disparo me pasó muy cerca y vi cómo la bala impactaba en un árbol a mi lado".

Los jóvenes del campamento ayudaron después con barcos a salvar a las personas que huían. Los supervivientes, empapados, eran trasladados después a la casa de un médico cercano, donde se les daban mantas y toallas. Ahora la asistencia a los supervivientes es lo más importante. "Estamos aquí para tender una mano, ofrecer un hombro para llorar y dar apoyo", cuenta el cooperante Berentsen.

Unas 700 personas se encontraban en la isla de Utøya, al oeste de Oslo, el viernes, según los medios locales, en el campamento de verano de las juventudes socialdemócratas, que en su web calificaban la isla de "perla verde". "Muchos esperan impacientes volver a ver a sus viejos amigos. Otros llegan por primera vez. Utøya da la bienvenida a todos", cuenta la web del partido ofreciendo encuentros y formación política en el programa del campamento. "Es un golpe contra nosotros y un dramático golpe para Noruega", dijo el secretario del partido, Raymond Johansen, al diario Dagens Naeringsliv. "Nunca habíamos vivido un atentado así".

También en la pequeña localidad de Ringerike, a doce kilómetros al norte de Sundvollen, se siente el horror. En la plaza del pequeño pueblo se reunieron por la noche algunos jóvenes e iluminaron el mar con velas.

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