Camila Parker Bowles, la amante coronada reina del Reino Unido

La nueva monarca era una mujer "experimentada" a ojos de Isabel II, que impidió que se casara con su hijo

Camila durante la ceremonia de coronación en Westminster.
Camila durante la ceremonia de coronación en Westminster. / Andy Rain / Efe
Viviana García (Efe)

06 de mayo 2023 - 22:31

Londres/La coronación de Camila como reina es la culminación del largo y tormentoso camino que la mujer de Carlos III ha tenido que recorrer, desde que en su día fue vilipendiada por ser la amante del ahora rey, relación que sacudió los cimientos de la monarquía británica, hasta su aceptación por la opinión pública.

Camila es desde ayer reina del Reino Unido, sin el añadido de consorte, como había pedido Isabel II que fuera llamada cuando "llegue el momento", en referencia al ascenso de Carlos III.

El arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia de Inglaterra, coronó a Camila con la corona de la reina María, en una celebrada en la Abadía de Westminster.

La mujer del monarca, con el que se casó en 2005 después de una larga relación extramarital, es figura central en la vida de Carlos III, hasta el punto de que el rey estableció que Camila dejase desde ayer de llamarse "reina consorte".

Carlos y Camila se conocieron en los pasados años 70. Frecuentaban los mismos círculos de la alta sociedad, iban a partidos de polo fuera de Londres y tenían cosas en común.

"Mi bisabuela fue la amante de tu tatarabuelo", fue al parecer lo que le dijo Camila al príncipe de Gales cuando se conocieron, en momentos en que el heredero de la corona recibía fuertes presiones para casarse y tener heredero.

Pocos pudieron anticipar el camino plagado de obstáculos que los ahora reyes iban a afrontar.

Impactado por el buen sentido del humor de Camila, Carlos III se enamoró de ella perdidamente, pero por el hecho de que fuera una mujer "experimentada", Isabel II consideró que no era la persona adecuada como esposa del heredero, según los expertos.

Cada uno siguió caminos por separado, ella se casó con el brigadier Andrew Parker Bowles y él contrajo matrimonio con lady Diana Spencer, una jovencita tímida, con poco mundo, pero perfecta a los ojos de Isabel II, el duque de Edimburgo, pero sobre todo para la reina madre, Isabel.

Carlos y Camila iniciaron una relación a escondidas que destrozaría sus respectivos matrimonios y llevaría a la monarquía a su crisis más profunda desde la abdicación de Eduardo VIII en 1936.

Para el gran público, esa relación salió a la luz cuando lady Di relató su infelicidad en unas grabaciones que filtró a Andrew Morton, quien en 1992 publicó el libro Diana, su verdadera historia, en el que se relató el alcance del daño emocional que sufrió la princesa por ser "tres" en su matrimonio.

Para finales de 1992, el entonces primer ministro John Major anunciaba en el Parlamento la separación oficial de los príncipes .

Meses después saltaba en los periódicos el llamado Camilagate o Tampongate, una conversación telefónica muy íntima entre Carlos y Camila, de alto contenido sexual.

Durante meses, los tabloides inundaron sus páginas con la crisis entre Carlos y Diana, mientras la gente se preguntaba quién era la amante del heredero al trono.

Después llegaron sendas entrevistas que concedieron Diana y Carlos. La primera quejándose de que en su matrimonio había "tres, así que está muy atestado", y el segundo admitiendo su infidelidad cuando su relación quedó "irremediablemente rota".

La muerte de Diana en París en 1997 complicó las cosas. Camila tuvo que esconderse a las afueras de Londres, mientras la popularidad de Carlos III caía en picado.

"Fue horrible. No quisiera que mi peor enemigo tuviera que pasar por esto", llegó a admitir Camila.

En 1999 las cosas empezaron a cambiar. Oficializaron su relación al ser fotografiados juntos mientras salían de un hotel de Londres. Entonces se inició el proceso para rehabilitar la reputación de Camila, con la que se casó en el ayuntamiento de Windsor en 2005.

La boda debió retrasarse un día por coincidir con el funeral del papa Juan Pablo II, un retraso que los más monárquicos vincularon al poder divino, desde el más allá, de Diana.

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