Argelia busca su futuro
El germen de la revolución democrática prende en el país, pero la violenta guerra civil de la década de los 90 hace temer un estallido de violencia incontrolable
Primero Túnez, después Egipto y Libia... ¿será Argelia el siguiente? También en el país más grande del norte de África se gesta una revolución. A la sombra de lo ocurrido en Túnez, El Cairo y Trípoli también sobre Argelia se cierne la ira contra el régimen autoritario del presidente Abdelaziz Buteflika.
Desde hace semanas, ciudadanos argelinos llaman la atención sobre la situación de su país con huelgas de hambre o quemándose a lo bonzo. Y a pesar de que se han prohibido las manifestaciones, la oposición mantiene sus concentraciones de protesta pese al despliegue policial.
Las exigencias de los opositores a Buteflika son claras. Buscan la libertad y la democracia, como sus vecinos tunecinos o como los egipcios o libios.
"Exigimos una reforma fundamental del sistema político vigente desde [la independencia de] de 1962. Un sistema atravesado por la corrupción no se reformará por sí mismo", apunta el defensor de los derechos humanos Khelil Abdelmoumen. El secretario general de la Liga Argelina por los derechos humanos es uno de los organizadores de las protestas junto a otros opositores. "Vemos cómo la población se despierta en otros países árabes. No podemos quedarnos fuera", agregó.
Buteflika ya ha hecho amplias promesas por miedo a perder su poder. El más significativo es que el jueves se levantó oficialmente el estado de excepción vigente desde hace 19 años y los opositores recibirán un tratamiento justo en la televisión y la radio pública. Poco antes, el Ejecutivo ya había anunciado bajadas de precios para los alimentos básicos como el azúcar y el aceite.
Sin embargo, estas medidas no consiguieron apaciguar a casi nadie, sobre todo ante el veto impuesto a las manifestaciones en la capital. Durante las primeras protestas en enero, la Policía reprimió duramente con gas lacrimógeno a los manifestantes, que salieron a la calle al grito de "el poder es un asesino" o "Buteflika, desaparece".
El presidente debe agradecer su permanencia al frente del país al evidente fraude electoral y a los magnates del petróleo y el gas del país. Para ganarse la aprobación del pueblo, Buteflika adoptó además a menudo medidas costosas como la condonación de las deudas a los agricultores o las inversiones millonarias.
A un lado quedó sin embargo la juventud, que ante la falta de perspectivas de futuro en el país se encuentra desilusionada y sueña con una vida fuera de las fronteras argelinas. El 70% de la población es menor de 30 años. Muchos arriesgan su vida y su libertad para buscar un futuro mejor como inmigrantes ilegales (harragas) en Europa.
La oposición va a poner ahora todos sus esfuerzos en intentar que Buteflika no escape una vez más de los apuros y considera que incluso podría desatarse una guerra civil.
"Si los poderosos bloquean una transición pacífica y democrática, habrá caos y violencia, incluso más que en Túnez, Egipto o Libia", pronostica el líder del partido opositor RCD Said Sadi. "Argelia es un país brutal, no existe una clase media amplia", apunta.
Al contrario que en Túnez, es de esperar que la agrupación de sindicatos UGTA se ponga del lado del Gobierno para proteger su propia posición de poder y el sistema corrupto.
Por otro lado, aún no se ha superado la guerra civil entre islamistas y partidarios del régimen que en los años 90 se cobró la vida de más de 150.000 argelinos. "Hay un déficit de cohesión social", advierte Sadi. Según el opositor, el ex primer ministro Ahmed Benbitur o los partidos islamistas juzgan mal la situación cuando reclaman el fin de las protestas. "Benbitur se comporta como si ya estuviéramos en una fase de transición", dice Sadi, "pero todavía estamos muy lejos de eso".
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