Argelia-Marruecos, la guerra extemporánea que nadie se cree
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Los últimos acontecimientos han provocado que la rivalidad entre las dos potencias norteafricanas alcance tintes aparentemente prebélicos
En seria disputa por el título de conflicto irresoluble por antonomasia con el israelo-palestino, el que mantienen Argelia y Marruecos por la soberanía del Sahara Occidental desde 1975, aunque la rivalidad entre las dos potencias magrebíes arranca en sus mismas independencias, ha alcanzado tintes aparentemente prebélicos.
La Presidencia argelina acusaba el pasado miércoles a las fuerzas armadas marroquíes de haber "asesinado cobardemente" el día 1 por disparos desde un dron a tres civiles argelinos que transitaban en dos camiones por una ruta secundaria en la franja del Sahara Occidental controlada por el Frente Polisario, organización apoyada desde Argel. El viernes, la cancillería argelina denunciaba ante la ONU "terrorismo de Estado". El régimen militar promete que lo ocurrido "no quedará impune".
En palabras de un anónimo responsable marroquí entrevistado por la agencia AFP, la zona donde tuvo lugar el supuesto ataque es "utilizada exclusivamente por vehículos militares de las milicias armadas". Una pista que apunta a que las fuerzas marroquíes dispararon contra el convoy creyendo que eran milicianos del Polisario.
Desde Rabat, régimen y prensa vienen optando en los últimos meses por una política de silencio informativo respecto a lo que ocurre en el Sahara y, con reiteradas invocaciones a la "buena vecindad", por tratar de rebajar en público la tensión tras cada acusación argelina. Ningún miembro del Gobierno ha desmentido ni confirmado lo sucedido el pasado día 1 al este del muro de defensa. No hubo tampoco alusión a los hechos por parte del rey Mohamed VI con ocasión del 46º aniversario de la Marcha Verde el sábado. Al margen del recordatorio de que la soberanía sobre el Sahara "no es negociable" para Marruecos, sólo hubo del monarca "sinceros deseos" de "mayor desarrollo y prosperidad" a los "cinco pueblos magrebíes".
No en vano, Mohamed VI había dedicado su último discurso del trono, el pasado 31 de julio, a ponderar la hermandad entre marroquíes y argelinos y a tender la mano a sus vecinos, lo que no impidió que el 24 de agosto Argelia rompiera relaciones diplomáticas con Marruecos. Dos días después, Argel avanzaría que el contrato del Magreb Europa, por el que transitaba más de una quinta parte del consumo de gas en España, no sería renovado.
El camino hacia el divorcio comenzó hace un año, cuando con el desalojo de una concentración civil saharaui del paso desmilitarizado de Guerguerat, junto a la frontera mauritana, el Polisario daba por roto el alto el fuego vigente desde 1991. Un mes después llegaría el reconocimiento de la Administración Trump a la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental y el restablecimiento de relaciones entre Marruecos e Israel. Dos acontecimientos que han sacudido la geopolítica del Magreb, envalentonado a la diplomacia marroquí y desesperado al régimen argelino. Desde entonces, en torno al muro del Sahara, Marruecos y Polisario se bombardean mutuamente sin que haya grandes movimientos terrestres. Paralelamente, en el frente diplomático las dos cancillerías han librado una agria batalla verbal -nada nuevo- en los pasillos y ante los atriles de foros internacionales.
Pero ¿hay riesgo cierto de que estalle la guerra? "No creo que vaya a haber escalada, pero sí otros episodios, represalias a través de objetivos secundarios. Con lo ocurrido esta semana Marruecos presiona a Argelia sabiendo que su vecino tiene una situación interna complicada. Rabat quiere seguir dando pasos concluyentes en el nuevo escenario abierto sobre el Sahara desde el reconocimiento estadounidense", explica a este diario la especialista en temas argelinos de la Universidad Complutense de Madrid Laurence Thieux.
Tampoco ve probable que los dos vecinos vayan a enzarzarse en un conflicto a gran escala la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter (el Reino Unido) y especialista en el Magreb Irene Fernández-Molina. "No me parece un escenario plausible en este momento, pero sí podemos esperar bien algún ataque selectivo argelino a algún objetivo concreto marroquí o bien que Argel suelte las riendas y no contenga posibles veleidades belicistas del Polisario o no influya positivamente en la negociación de un nuevo alto el fuego", afirma.
Coinciden los especialistas en que a ninguna parte le conviene demasiado embarcarse en aventuras belicistas. "Veremos movimientos por ambas partes que en ocasiones nos harán pensar que la confrontación es inminente, pero no se llegará a producir un enfrentamiento directo tanto por motivos internos de ambos países como por los Estados que hay detrás de ellos apoyándolos", explica la profesora de la Universidad de Málaga Pilar Rangel.
Con todo, nadie se atreve a descartar un enfrentamiento violento. Con el majzén marroquí envalentonado, un régimen argelino nervioso y herido, una aguda crisis energética y una diplomacia europea ausente e inoperante -España, atrapada entre dos aguas, ha sido aún incapaz de normalizar sus relaciones con Rabat desde la crisis de primavera-, esa posibilidad debe ser tenida en cuenta.
La tensión está garantizada para este pueblo dividido en dos Estados y condenado a un conflicto de otro tiempo sin aparente solución. Como dice el profesor marroquí de la Universidad Rey Juan Carlos Said Kirhlani, el "verdadero problema de las relaciones entre Argelia y Marruecos es su resistencia a democratizarse. Siendo democráticos hallarían caminos para entenderse mucho mejores".
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