Las sillas infantiles también caducan: no pongas a tu hijo en peligro
Seguridad vial
Aunque con frecuencia las sillas infantiles pasan de unos a otros hermanos e, incluso, son prestadas entre amigos, conviene tener en cuenta que podemos estar cometiendo un grave error porque, como otros elementos de seguridad como los airbags, tienen una vida limitada: de un máximo de diez años desde su fabricación.
Aunque su aspecto esté impecable, una silla infantil no es eterna: hay determinadas circunstancias que aconsejan sustituirlas. Incluso, en algunos casos, exigen desecharlas.
Entre ellas está el tiempo porque, efectivamente, como si se tratase de yogures, las sillas infantiles caducan. Lo que no hay es un tiempo normativo para ello y, por lo general, su vida va de los siete a los diez años… desde la fecha de fabricación, que no de la de compra.
Esta fecha es indicada por el fabricante en una etiqueta pegada en la silla y va acompañada del número de serie de la misma y muchos datos más, como el nombre del fabricante, la homologación a la que se acoge (las que están en vigor son la ECE R44/04 y la más moderna ECE R129 i-Size), el país en la que lo logró, el grupo al que pertenece…
Para los sistemas de retención infantil de los grupos 0/0+ y 1 (hasta los 18 kilos y desde el nacimiento) esa caducidad se produce a los siete años; mientras que para los grupos 2/3 o 1 / 2/3, que abarcan de los 9 a 36 kg, se extiende hasta los diez años.
Las temperaturas, afectan a la vida de los materiales
La razón de que caduquen va más allá del desgaste al que se someten elementos como los arneses, está relacionada con el envejecimiento de sus materiales. Los asientos infantiles están hechos de plástico con algunos elementos de acero en lugares determinados y un tejido que les cubre. Si no se extraen del interior, y en función del lugar en el que habitualmente se usen, pueden tener que soportar temperaturas de entre -50ºC hasta más de 100º mientras que están situadas en el coche y esos cambios extremos pueden acabar afectando a los plásticos.
De hecho, basta con hacer el experimento de dejar varias temporadas unas sillas de plástico de jardín a la intemperie para que, al cabo de un tiempo, podamos comprobar que empiezan a producirse rajas, se vuelven quebradizas o, directamente, se rompen. Así que aunque los asientos infantiles sean más robustos y duraderos, es fácil entender que el plástico que usan envejece, como el de otros elementos del coche como el salpicadero y que, con el tiempo, puede empezar a deteriorarse por resistentes aparentemente que seas.
Además, si una silla ha soportado un impacto de cierta envergadura -superior a 10 km/h en algunas marcas de referencia como Britax Rómer-, y aunque no apreciemos desperfectos, es obligatorio sustituirla. Y, por supuesto, hay que pensar en que, cuanto más moderna, más tecnologías de cara a hacerla más segura incorporan, algo importante cuando la vida de nuestros hijos depende de ella.
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