Ley de Movilidad Sostenible: Dar pasos en la buena dirección

Opinión

En esta ley, entre otras muchas cosas, por primera vez en nuestro país se define y promueve el uso del coche compartido

Itziar García, directora de comunicación y relaciones institucionales de BlaBlaCar.
Itziar García, directora de comunicación y relaciones institucionales de BlaBlaCar.
Itziar García - Directora de comunicación y relaciones institucionales de BlaBlaCar

11 de marzo 2022 - 06:00

La semana pasada vio la luz el Anteproyecto de Ley de Movilidad Sostenible. El foco mediático, como es lógico, porque en Ucrania también están todos nuestros pensamientos, estaba en otra parte. Y las pocas linternas que han apuntado en dirección a la ley se han hecho eco del marco que supone para el cobro al acceso a las ciudades, a la promoción de la bicicleta o a la libre concurrencia en algunas líneas de autobús. Tendremos tiempo para ahondar en todo lo que este Anteproyecto incluye porque su contenido y, sobre todo, su calado, es inmenso.

Para empezar, porque el Ministerio de Transportes es el que más fondos europeos repartirá en los próximos años. Para seguir, porque la movilidad ha dejado de ser algo tangencial a transporte, vertebración territorial, digitalización y medio ambiente, para convertirse en un sector estratégico indudable per se. Y, sobre todo, porque el sector transporte representa el 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en España y casi el 40% de las emisiones de los sectores difusos. Y la urgencia climática hace tiempo que dejó de ser algo que señalaban algunos “profetas” para ser una tarea inaplazable en nuestras agendas.

Según datos del propio Ministerio, por modos de transporte, la carretera representa casi el 95% de las emisiones. Pensemos en los turismos particulares. ¿Para desplazamientos cortos tiene más sentido, si se puede, ir a pie o en bicicleta? Está claro. ¿Para desplazamientos urbanos en los que hay una alternativa directa en transporte público? Cada vez más ciudadanos lo vemos así, y así lo hacemos. Puede que a día de hoy más empujados por las múltiples externalidades negativas que conlleva el coche (atascos, dificultad de aparcamiento) que por el medio ambiente. Insisto, todavía. Cambiará. Y todo apunta a que se nos empujará más. Ahora bien: ¿en aquellos desplazamientos que no tienen alternativa directa y no pueden realizarse de otra manera que no sea el coche particular? ¿Qué hago si tengo que ir de Rillo de Gallo (Guadalajara) a Granja de la Moreruela (en Zamora)?

La ocupación media de los vehículos privados en trayectos de larga distancia está en torno a 1.7. Es aún menor, 1.3, en desplazamientos urbanos. Es decir: en cada coche, costoso de producir y mantener desde el punto de vista económico y medioambiental, hay menos de 2 personas viajando. Son vehículos pensados para cinco ocupantes, más del doble, que pesan más de 1.500 kilogramos y están parados más del 95% del tiempo.

Y ese coche infrautilizado quizá no vaya en el día y la hora que más te convenga desde Rillo de Gallo hasta Granja de la Moreruela, pero puede que varios coches pasen por delante de tu punto de origen o destino. ¿Cómo saberlo? Gracias a la digitalización. Una digitalización que permite conectar y optimizar. Términos que llevamos escuchando mucho tiempo en charlas sobre el futuro que ya están más que presentes. Una digitalización que permite además la adaptación inmediata a contextos tan retadores como la crisis, aún no plenamente superada, del Covid o a crisis puntuales e imprevisibles que afectan a nuestra vida cotidiana, como las huelgas. Por no hablar de catástrofes como la que estamos viviendo estos días en Ucrania, donde la comunidad de usuarios de BlaBlaCar, muchos de ellos voluntarios y gratuítamente, ya ha ayudado a desplazar a más de 80.000 personas en busca de refugio.

Coche compartido

En esta ley, entre otras muchas cosas, por primera vez en nuestro país se define y promueve el uso del coche compartido. Un modelo que generó sus dudas a algunos agentes porque toda novedad, por lógica que sea, implica temores. Ninguna duda han tenido los más de 7 millones de españoles que, por ejemplo, ya son usuarios de BlaBlaCar en España. Por todos ellos y su seguridad jurídica, nos alegramos profundamente.

Pero además aplaudimos que esta Ley abra puertas al coche compartido para desplazamientos más cortos de casa al trabajo en pequeñas localidades, a avanzar en la línea de la optimización multimodal y a explorar opciones que permitan que, estando el ciudadano en el centro, el medio ambiente figure como principal batalla conjunta.

Todavía es pronto para conocer el alcance de los inmensos retos a los que tendremos que hacer frente tras la crisis provocada por Rusia a la que nos enfrentamos. Pero hay algunos que ya están quedando bastante claros. En el corto plazo, una crisis energética que elevará aún más el precio de la gasolina. Un crecimiento que ya existía pero que esta guerra acelera. Como también acelera el crecimiento en el coste de la propiedad por ser los modelos cada vez más tecnológicos y los materiales para su construcción, ahora, aún más escasos.

Motivos de más para la optimización, porque en el medio plazo esa dependencia europea no va a resolverse. Y Europa, precisamente, es el otro reto claramente dibujado. La unidad estas semanas ha quedado clara, ¿pero cuál será nuestro futuro?. Las predicciones en este contexto son imposibles (o irreales), pero el liderazgo desde modelos productivos éticos, justos y rentables, no es nada desdeñable. No es ingenuo pensar que avanzar en la buena dirección es siempre una buena señal.

Esta Ley nos acerca también a Europa y a sus políticas en movilidad. Aprovecha experiencias de nuestros países vecinos para incorporarlas y constata que el camino a seguir ya tiene una dirección. La de avanzar desde la digitalización hacia un reto conjunto: el de la reducción inaplazable de emisiones.

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