Una obra maestra
flamenco
El próximo viernes se publica, 21 años después, el nuevo disco del guitarrista sevillano Rafael Riqueni
La ficha
'Parque de María Luisa'. Rafael Riqueni. Composición y arreglos de R. R. Universal.
Música flamenca programática. Impresionista. En diálogo con la tradición jonda y con el llamado nacionalismo musical post-romántico. Parque de María Luisa es una obra de deambular. Para escuchar y andar y sentarnos. Aquel día ese primero en el Parque de María Luisa está lleno de melancolía y serenidad. Delicado, sutil. Demoledor. Una enmienda a la totalidad del frenesí contemporáneo. Concede a cada nota su sitio. No hay prisa, no hay atropellos: la justicia de poseer nuestro propio espacio poético en el mundo. En El estanque de los lotos entra la cuerda a ofrecer leves apoyos armónicos a la guitarra, subrayando el elemento romántico por la vía melosa. Estamos, no obstante, ante una obra contemplativa en la que vive un personaje, su autor, que, ciertamente, pasa más tiempo parado que moviéndose. El paisaje que va de un cuadro a otro ha sido suprimido en aras de la efectividad del mensaje.
Llegamos así al MonteGururú de resonancias moras: Riqueni se acuerda de Pastora Pavón con un ritmo de tangos que rompe en cierta medida con el intimismo de Parque de María Luisa para adoptar un aire épico, tan característico de la guitarra flamenca contemporánea, y al que no es ajeno en absoluto Riqueni aunque introduciendo, eso sí, porque es marca de la casa, melodías que rompen el corazón por la vía directa. La glorieta de Bécquer posee un arpegio demoledor por lo sencillo, por lo inmediato, por lo sincero. No es habitual escuchar música tan sincera, sin otros condicionantes que los puramente estéticos: una música sin ideología, sin virtuosismo, sólo con la emoción, sin subrayados. Ya saben que la virtud es desintencionada. Esperándote es el número más corto de una obra que incluye otras minucias. Creo reconocer un guiño al tema Recuerdo de Lole y Manuel en la inquietud de su arranque, cuando de pronto se desvanece. La isleta de los patos no está en sitio alguno. Es un rincón de nuestro corazón, de nuestra infancia, con el tiempo detenido dentro. No hay prisa y podemos vivir una o dos eternidades en el corazón de esta gota de agua que de repente salpica el aleteo de un ave acuática. Me pongo a rezar. Tiempos pasados es una vuelta al romanticismo decimonónico que habita en algunos lugares umbríos del Parque a los que nadie se acerca. No vamos a decir que no exista la pena. Pero también existe la felicidad de estar vivos, respirar.
El Parque de María Luisa va a perdurar, perdurará. ¿Cómo puede ser tan brutalmente libre este artista? ¿Cómo puede saltarse todas las normas de la comercialidad, todos los tópicos malsanos que afectan a lo jondo contemporáneo? Riqueni va por su cuenta y por eso Parque de María Luisa es una obra fuera del tiempo. El costurero delaReina es otra pequeña joya saltarina, juguetona, de tema feliz, que, cuenta a cuenta, se alinea en este gran tesoro que es Parque de María Luisa. Los Quintero o cómo ser castizo sin resultar casposo. Alguna vez, esta vez, los castizos fueron modernos. En las Bulerías del Parque irrumpe la voz luminosa de Estrella Morente, como luminoso es el tema. En Te llevé de la mano, naíf, hay un recuerdo al padre. Trinos versa de la numerosa fauna aviar del Parque de María Luisa: mirlos, estorninos, jilgueros habitan una pieza de fiera delicadeza. Es el tema más extenso del disco. En muchos cuentos tradicionales, cuando el protagonista alcanza la iluminación se le desvela el lenguaje de los pájaros. Más tarde volveremos a nuestros afanes, a las rejas que nos aprisionan, pero antes vamos a disfrutar de un provechoso diálogo aviar. Como San Juan de la Cruz, como Al Attar. Como Olivier Messiaen. Lo más importante de este diálogo es saber cuándo todo está dicho. Rafael Riqueni sabe cuándo una pieza ha acabado. Parque de María Luisa admite también el diálogo con las plantas y Azahar, jazmín y dama de noche, en paralelo con Trinos, da fe de ello desde la nocturnidad y la ensoñación. Es un diálogo en tono menor con la tierra y con las estrellas y lo que entre ellas se comprende. Y es que las flores se quejan con más pasión aún que la aves.
Ya podemos volver a nuestros afanes, a nuestras querellas.
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