Laura Pausini, la italiana de alma paralela a España
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La artista, vinculada a nuestro país desde hace tres décadas, recibirá en Sevilla el reconocimiento a la Persona del Año en la semana de los Grammy Latinos
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Sevilla/Sirva el título del último álbum de la cantante y compositora Laura Pausini, llamado Almas paralelas y publicado el pasado 27 de octubre, como guion para trazar el perfil de una mujer cuya trayectoria profesional de tres décadas, resultado del implacable destino o del azar, la convierte en una de las voces más exitosas de la industria discográfica y en, posiblemente, la cantante italiana de música popular más importante de la historia, con permiso de Mina Mazzini.
Y sin embargo Pausini, que en 2024 encara el medio siglo de vida, no iba para estrella o, al menos, eso pensaba cuando acompañaba de adolescente en las labores artísticas a su padre Fabrizio, cantante de piano bar. El primer paralelismo de su carrera –uno de tantos– fue familiar. Por la empecinada determinación de su progenitor –a pesar de las reticencias de la mamma Gianna, a la que dedicó aquel desgarrador Lo siento que aún hoy, 27 años después, estremece escuchar–, decidió dedicarse a la música, ajena entonces al hecho de que la popularidad discurre en paralelo a los entresijos del arte de masas.
Nacida en Solarolo, un pueblo muy próximo a Faenza, localidad de la provincia de Rávena conocida por su tradición ceramista a la que Pausini quiso pertenecer en algún momento de su biografía, la artista se propuso desde los inicios ir más allá de los límites geográficos y sentimentales que le imponían sus coordenadas vitales. El ya mítico triunfo de 1993 en el Festival de San Remo con 19 años le abrió la puerta a la notoriedad y convirtió a aquella joven, en apariencia tímida y vestida de traje de chaqueta, en un perfecto proyecto de superestrella. De garganta clara y rotunda e imagen limpia, fue presentada al público como una nueva Cenicienta del espectáculo, deudora de las mejores intérpretes de la canzone del país de la bota pero de realidad paralela a la de cualquier chica de su edad que escuchara a Whitney Houston o George Michael en su habitación soñando amoríos presentes y futuros, entre las tareas escolares de inglés y matemáticas.
Con el corazón henchido de historias que, a la postre, marcarían a toda una generación de oyentes, Laura Pausini se fue convirtiendo, casi sin esperarlo –o no–, en una de las últimas garantes de una concepción del romanticismo musical a caballo entre lo narrativo y lo poético, más clásica que rupturista pero aún indudablemente efectiva. Las cifras cantan por sí solas; se estima que ha despachado más de 70 millones de copias en todo el mundo de 15 trabajos de estudio, dos recopilatorios y tres álbumes en vivo.
La patria chica que engrandece el cariño
Contaba Laura Pausini el pasado año en una entrevista televisiva que solo Raffaella Carrà y ella sabían lo que conlleva sentirse como una más en tierra extraña. Siendo italianísima, la otrora fábula convertida en presente profesional de la artista no se explica sin el camino paralelo trazado con España desde el origen del relato. Su primer álbum en español, Laura Pausini, una inteligente conjunción de dos discos anteriores en italiano, sigue siendo el más vendido por una artista extranjera en nuestro país.
Así, la lengua de Cervantes se convirtió para Pausini en un instrumento perfecto con el que transmitir vivencias ajenas y propias –siempre nos alegraremos de que no esperara en la estación de tren a Marco y siguiera compartiendo música para la posteridad– a todo un grupo de chavales de los 90 –entre los que me incluyo– que, ya fuera en los entonces envejecidos casetes o vinilos o en el incipiente cedé, conocimos a través de melodías lo que significaba el concepto de amar, en sus múltiples manifestaciones. Sus ensoñaciones, alegrías y sinsabores plasmados en cartas sonoras eran también los nuestros, desde una indeleble comunión sentimental. La voz de la veinteañera Laura Pausini transitaba en paralelo a nuestro despertar a la adultez gracias a temas como La soledad, Amores extraños, Se fue, Las cosas que vives, Emergencia de amor, Volveré junto a ti o Escucha atento, impagable himno de descarnada emancipación.
El pasado mes de julio la artista regaló dos apoteósicos recitales en Sevilla, dentro del festival Icónica donde celebró 30 años de imponente carrera. Fue precisamente en esas citas, en la línea paralela del tiempo detenido entre ayer y presente, cuando se pudo comprobar de verdad que un catálogo de tantas melodías interiorizadas no son fruto de la casualidad, sino de un camino trazado a base de determinación y de poner el arte por delante de cualquier veleidad pasajera.
El viernes 10 de noviembre Pausini ofrecerá una charla a los estudiantes del Conservatorio Profesional de Música Francisco Guerrero de Sevilla y el miércoles 15, un día antes de la celebración en la capital hispalense de los Grammy Latinos, recibirá la distinción de Persona del Año, reconocimiento que convive en paralelo con su inquebrantable historia de amor con España, un homenaje que corona la coherencia y brillantez de una artesana de las emociones, una amiga confidente que nunca defrauda.
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