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Una odisea bajo las bombas
Sevilla/Más que un estadio con vocación de Olímpico, La Cartuja se presentaba este sábado como una macro plazoleta de barrio donde los colegas de siempre comparten cañas, pipas y cigarros de liar mientras se ponen al día y recuerdan anécdotas y vivencias fundacionales entre empujones y risas. Un imaginario cotidiano de tardes tontas y calientes, aspiraciones sencillas, sueños de periferia y celebración de la alegría que Estopa lleva 25 años reivindicando por rumbas y que esta vez volvió a contagiar con un vibrante y enérgico concierto en el que Sevilla lo dio todo.
Así, con la misma naturalidad, cercanía y desparpajo que abanderan desde los inicios, los hermanos Muñoz lograron apaciguar la polémica por las entradas entre quienes han visto cómo a dos días del esperado encuentro se han sacado a la venta nuevas localidades de pista cuando en la primera remesa (que se agotó en horas) tuvieron que conformarse con opciones más lejanas. Una cuestión que, según habían explicado los propios músicos en sus redes, ha tenido que ver con la dimensión del escenario que, por primera vez en esta gira, se estrenaba en este gran formato que llevarán también a Madrid y Barcelona. “Buenas noches Sevilla, más gente que en toda nuestra puta vida”, afirmaron emocionados.
En cualquier caso, estas quejas que aún se oían en las multitudinarias y desorganizadas colas de entrada, se olvidaron pronto cuando pasados unos quince minutos de las diez los artistas y su habitual banda hicieron sonar los primeros acordes de ese himno imbatible que sigue siendo Tu calorro, cuya letra se conoce al dedillo todo el que haya botellón en el capó de un coche de un descampado. O los centenares de espectadores que lo hicieron bajo el puente en la previa, conocedores de los atascos que se formaron en los alrededores horas antes del arranque y de 7,5 euros que costaba la cerveza dentro.
A partir de aquí la noche fue una fiesta en la que los de Cornellá presumieron de un amplísimo repertorio de temazos como Cacho a Cacho, Trajicomedia, Ya no me acuerdo, Partiendo la pana, Pastillas de freno, Vino tinto, o Como Camarón, que las decenas de miles de espectadores coreaban a voz en grito y bailaban con la misma efusividad y desinhibición que se practica en los karaokes. Entre otras cosas, porque sus conciertos están pensados para ser disfrutados y sus canciones escritas para ser cantadas por cualquiera. Aunque el nefasto sonido impidiera distinguir las letras que cantaban o lo que hablaban y la visibilidad (tanto por las pantallas como por la propia estructura del escenario) se quedara claramente pequeña para un evento de esta envergadura.
“Vamos a hacer un concierto con todos los temas que os sabéis. Gracias a todas, todos y todes”, creímos entenderle decir a David y José ante un diverso respetable de todas las edades (desde los que nacieron con ellos a sus padres, abuelos o hijos) que les vitoreaba oles con palmas “de ese compás sevillano” que ellos reclamaban una y otra vez.
Con este subidón y en este ambiente distendido y cómplice, impregnado de olor a marihuana, Estopa hizo alarde de un sonido genuino que, mucho antes que C. Tangana, Rosalía o La Plazuela, supo recoger la herencia de la música cañí de las cintas de gasolinera y mezclarla con el rock, el pop, el rap y la música latina para contar el día a día de esos bloques en obras del extrarradio que se proyectaron, en un inteligente equilibrio entre lo amable, lo canalla y lo combativo. Conscientes de que a la rumba le caben todas las aristas de la vida. “Queremos desde aquí mostrar nuestra solidaridad con los niños y niñas de Palestina”, exclamaron un poco después de esa letra que pide ser un poquito más libres y poder remontar el vuelo.
Y es que las penas con rumbas son menos penas, morena, se escuchó también entre otros éxitos más recientes como El día que tú te marches, Vacaciones, No digo ná, Cuando cae la luna, Luna lunera o sus nuevos single Ke más nos da o El día que tú te marches del último álbum Estiopía, que desde su publicación en marzo no se ha movido de los más alto de las listas de ventas.
De algún modo, en estas dos horas y media en la que Estopa demostró que ni los años ni las tendencias musicales actuales pueden con un estilo que, como nunca fue ni pretendió ser moderno, tampoco resulta trasnochado. Al contrario, tras doce álbumes en el mercado, los artistas resultan igual de frescos que en ese debut apoteósico con el que lograron vender más de un millón de copias allá por 1999 gracias a una autenticidad y sinceridad que les lleva a conectar hasta con quienes no son fan de su música. “Nos gustan los churros, nos gustan las fiestas de los pueblos, nos gustan los quinquis, las chonis, el tío de la cabra”, defendieron justo antes de entonar La falda de tu raja, que causó el furor de un público “caliente, caliente”.
Las pulseras que regalaron a la entrada se iban llenando de colores para iluminar un estadio completamente abarrotado en el que no cabía un alfiler. “Qué lujazo, beberse una Cruzcampo delante de miles de personas… Los de AC/DC no tuvieron esto”, afirmaron tras gritar “¡Viva Andalucía!”.
En definitiva, un multitudinario “feliz cumpleaños” (-se cantaba en los túneles de entrada-) que arrancó en Latinoamérica y continuará todavía por otras ciudades españolas y andaluzas como Granada (29 de junio) o Cádiz (9 de agosto), con las entradas agotadas.
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