Memoria de silencios
Novedades bibliográficas | El eco de lo que ya no existe
La editorial Turner ha publicado una colección de ensayos de Raúl Zambrano en torno a los huecos musicales de la historia
La ficha
El eco de lo que ya no existe.Ensayos sobre música, evocación y memoria. Raúl Zambrano. Madrid: Turner, 2021. 287 páginas. 21,90 €
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El collar de la paloma. Sobre el amor y los amantes
I. Los fundamentos del amor inalterable
II. De quien se enamora en sueños y el poder de la mirada
III. Los accidentes del amor, sus cualidades loables y vituperables
IV. La unión amorosa, la fidelidad y la traición
V. La conformidad, los celos, el olvido y la muerte
Capella de Ministrers
Iman Kandoussi, voz; Carles Magraner, rebec, violas; Robert Cases, arpa, rubab, laúd; Aziz Samsaoui, kanun, saz, oud; Kaveh Sarvarian, nay, tombak; Miguel Ángel Orero, percusiones
Director: Carles Magraner
CDM
El guitarrista mexicano Raúl Zambrano reflexiona en estos siete ensayos sobre las distintas formas que la memoria tiene de llenar los huecos de la historia o, por decir de otro modo, cómo algunos silencios (premeditados o no) causan ondas que pueden ser tan profundas y duraderas como los propios sonidos.
Parte Zambrano del silencio que se crea cuando la música se extingue y el aplauso que lo sigue (¡qué importante acertar con el momento preciso en que se debe aplaudir!) y se extiende luego por distintas formas en el empleo creativo del silencio a lo largo del siglo XX. Está por supuesto 4’33’’ de John Cage, pero también obras que la precedieron como In futurum. Zeitmass-zeitlos (es decir, “tiempo intemporal”), la tercera de las Fünf Pittoresken para piano presentadas por Erwin Schulhoff en 1919, una página con 30 compases de silencio, que se coloca justo en el centro de una suite hecha de ritmos de moda (foxtrot, ragtime, one-step, machicha), lo que nos dice ya mucho sobre su intención.
Se detiene muy especialmente en la Symphonie monotone silence que el pintor Yves Klein presentó el 9 de marzo de 1960 en el gran Salón de la Galería Maurice D’Arquian de París, una partitura de su amigo Louis Saguer que lleva fecha 1947-61 (¿quería Klein presentarse como un adelantado a Cage?) y ocupaba una sola página con un acorde de re mayor repartido entre el coro y la orquesta que debería ser repetido un número determinado de veces, seguido de 44 segundos de silencio absoluto. Así, con siete compases de silencio termina el Lux aeterna de György Ligeti. Y aquí el silencio nos evoca la eternidad (¿en luz o en sombras?) del difunto.
Pero también hay silencios catastróficos, como el provocado por el incendio que arrasó el castillo de Hidecksburg en 1735 convirtiendo en cenizas la mayor parte de la producción musical de Philipp Heinrich Erlebach (1657-1714), del que apenas han sobrevivido sus obras editadas: un par de colecciones instrumentales y otras tantas vocales. Por lo que sabemos de él, ¿pudo Erlebach jugar un papel esencial entre Schütz y Bach?
El tercer ensayo se dedica a las trobairitz, y el hueco que causa la ausencia de música en la inmensa mayoría de sus poemas conservados (sólo A chantar de la Comtessa de Dia nos ha llegado con su melodía). El cuarto es un juego de imposturas. Cómo Andrés Segovia, ansioso por la novedad y el estatus, convenció al mexicano Manuel Ponce para que le escribiera obras que hacía pasar como originales de Sylvius Leopold Weiss (estricto contemporáneo de Bach). Los ecos de la memoria resultan aquí especialmente laberínticos, ya que al ser difícil pasar el engaño ante un editor escrupuloso, la música no se editó y de algunas obras sólo han quedado las grabaciones que hiciera Segovia, a partir de las cuales hubo quien las reconstruyó para escribirlas en papel: una reconstrucción apócrifa hija de la tecnología, cabría decir.
Luego Zambrano habla del cine como la nueva forma de arte total que durante siglos representó la ópera (¡pero la ópera no se ha extinguido!). Su argumentación se hace más interesante cuando se remonta al Paleolítico para hallar en las cavernas los ecos de hombres que llenándolas de pinturas (¡y de sonidos!, es imposible pensar aquellos templos como silenciosos) quisieron expresar, como nosotros, su estupor por la vida y el paso del tiempo.
El sexto es el ensayo más extenso de todos, y está dedicado a las pérdidas de música de maestros de capilla mexicanos, Juan García de Céspedes y Francisco López Capillas, y de un tratado musical que se atribuye a Sor Juana Inés de La Cruz, El caracol, que la propia poeta cita en algunos versos, pero del que no ha quedado nada (¿llegó en realidad a ser escrito?).
Especial relevancia tiene el acercamiento a la música de López Capillas (el Ockeghem mexicano, por su tratamiento de los cánones enigmáticos): ¿dónde fueron las cuatro misas concebidas para interpretarse a la vez en la consagración de la Catedral metropolitana de México en 1656? Y la hipótesis: quizás están ahí. Son misas que se han conservado, pero para interpretarlas conjuntamente hay que resolver antes algunos enigmas musicales que López Capillas nos plantea.
Y así cerrará Zambrano el círculo de su obra: resolviendo los catorce cánones enigmáticos que Bach escribió sobre el bajo de las Variaciones Goldberg y que se encontraron en 1974 en el ejemplar que el propio Bach tenía de la obra. Música rescatada del olvido por casualidad, música que parece querer incluir a todas las músicas y cuyo carácter de juego que necesita ser resuelto no hace sino abundar en la incontestable realidad de que la música sólo existe cuando suena, pero aun en el silencio de su final sus ecos son capaces de crear círculos inextinguibles.
Recreación musical de 'El collar de la paloma'
Raúl Zambrano dedica uno de sus ensayos al amor cortés visto desde el punto de vista de las mujeres, las trobairitz, de las que nos han quedado varias decenas de poemas, aunque sólo uno con música. Pero ese silencio viene en realidad de varios siglos atrás, pues se ha propuesto que fueron las quiyan, esclavas de la España musulmana, conocidas por sus habilidades para el canto, las verdaderas creadoras de ese concepto del amor expresado a través de la canción.
Se cumplen justo en 2022 mil años desde que Ibn Hazm de Córdoba (994-1064) escribiera en Játiva, donde se había exiliado tras el final del califato Omeya, El collar de la paloma, el primer tratado sobre el amor de Occidente. Allí se están sentando las bases del amor cortés, que posiblemente Ibn Hazm aprendiera del universo femenino en el que confiesa haberse criado, mujeres de la alta sociedad cordobesa, pero también las esclavas ilustradas de su entorno, como la joven de 16 años de la que quedó prendado y a la que describe en una de las fiestas celebradas en su casa: “Tomó ella el laúd y lo templó con tanta modestia y rubor que nunca vi nada parecido; y sabido es que se duplican los encantos de una cosa a ojos de aquel a quien le gusta”.
Con la voz de la marroquí Iman Kandoussi y un conjunto instrumental de cinco músicos, Carles Magraner ha decidido hacer un homenaje al milenario de este libro inspirador, recurriendo al contrafactum y recubriendo algunos de sus versos con piezas instrumentales, canciones e improvisaciones de la tradición andalusí. Y estas canciones se nos clavan así en lo hondo, como ecos de lo que nunca existió.
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