Sherezade por bulerías

Guitarra joven | Crítica

Nos ocupamos hoy de tres novedades de guitarra jonda sevillana joven en las que el instrumento en solitario es el protagonista

El guitarrista Pedro Barragán en un concierto reciente.
El guitarrista Pedro Barragán en un concierto reciente. / Cortesía De Pedro Barragán.

La ficha

'Chinitas' Pedro Barragán. Producido por Ulrich Gottwald. Edición del autor.

'11 bordones' Salvador Gutiérrez. Producido por S. G. Marbe.

'Clásico por flamenco' Arnaud Dumond y Pedro Sierra. Edición de los intérpretes.

Chinitas, de Barragán (Barcelona, 1979), es una rareza en el panorama tocaor actual. Un disco de guitarra sola, ¿cuánto tiempo hacía que no nos enfrentamos a la audición de algo así? Ciertamente, Herencia de Rafael Riqueni, otro guitarrista singular, iba por esta línea. Aunque allí podíamos escuchar palmas y percusiones, que están del todo ausentes en esta obra que se inicia con un apunte por serranas muy dinámico, donde escuchamos también la voz de su intérprete. Un aperitivo que nos hace la boca agua. Las alegrías con muy líricas, luminosas y con un toque de nostalgia cómplice, y donde asoma también más de un rasgo enérgico, rotundo, en los rasgueos, entre tanta sensualidad que proponen las falsetas y el almibarado trémolo. El final del tema es un sueño que nos introduce en otra dimensión musical, la de la soleá subsiguiente, que se inicia con deliciosas sugerencias para asentarse poco a poco, morosa, en el ritmo y la rueda armónica tradicional, y se sustenta en un poderoso bordón. Ese es uno de los secretos de este disco. Como en Las mil y una noches, todas las calles a las que van dedicadas los temas desembocan, naturalmente, unas en otras y el final de un toque es, ya, el comienzo del siguiente de manera que las historias se suceden sin solución de continuidad. Y ya estamos en Tunja, es decir, en la luminosa guajira. Otro de los secretos de este disco es que es formalmente muy respetuoso con el legado y al mismo tiempo cada tema, cada nota, son absolutamente personales, únicos. De repente el frenesí cesa y surge la luz, el estatismo, la deslumbrante claridad. El disco hay que escucharlo del tirón: una vez se empieza no se puede abandonar hasta el final. La bulería, como digo, no necesita de palmas o percusión para trasmitirnos su poderoso impulso rítmico, su facultad cantable. Tanto que la voz, la del propio tocaor, irrumpe al final de la pieza. La malagueña es un oasis que desemboca en una nueva entrega soleaera tan íntima, o más, que la primera, a la que sigue una tercera. Los tangos están dominados por la sencillez y la libertad cuando, de repente, estamos inmersos en la minera con guiños montoyistas que ya es apunte de cantiña reconcentrada y granaína personalísima diálogo con la tradición rediviva y seguiriya sentimental. La petenera, una de las grandes composiciones del disco, es formalmente de un clasicismo desarmante, una melodía cantable con vocación de permanencia en nuestra memoria sentimental, delicadamente armonizada, ahíta de épicas modulaciones, pura y estilizada nostalgia en tres movimientos. De un intimismo casi noruego o renacentista. Lo que trasmite la obra, primera de su autor, es una enorme libertad de concepción y de ejecución. Como hemos dicho, es una obra contracorriente, no sólo de la guitarra actual, también de lo jondo de hoy, siendo profundamente flamenca y radicalmente contemporánea.

'11 bordones' de Salvador Gutiérrez.
'11 bordones' de Salvador Gutiérrez.

Salvador Gutiérrez (Ecija, Sevilla, 1970), se estrena también discográficamente con 11 bordones. La taranta es un toque moroso, contemplativo, mineral, el más extenso de este disco y aquel en el que el despliegue técnico es mayor. Toques con mucho sabor en los que el intérprete se ha identificado plenamente con el estilo, depurándolo al máximo e introduciendo algunas modulaciones novedosas que amplían los horizontes de este toque con una falseta tremolada muy sentimental y dulce, acumulando más y más información hasta que nos conduce a un final memorable. La soleá es también un tema a guitarra sola, rotunda y que, desde la tradición más ensolerada, explora nuevas modulaciones y matices de este toque clásico. De fuerte impulso rítmico, explora, asimismo, regiones de fino lirismo. En la misma línea de rotundidad y solera, la seguiriya, tensa y solemne, muy rítmica, nos abre la mirada a nuevos paisajes flamencos. Se cierra con una brillante modulación a mayor, de resonancias clásicas. Los tientos son el tema más cantable, menos impresionista, de esta obra en la que cada estilo tiene un sabor propio: los tientos suenan a tientos, la soleá a soleá y la seguiriya a seguiriya. Porque, como decimos, Gutiérrez parte de la tradición del flamenco para ofrecer su propia mirada, su propia música. El resto de los temas, eminentemente festeros, incluyen la colaboración de grandes músicos jondos del momento. Las bulerías Caminillo de la estación tienen el aire festero que les imprime el lugar desde el que están concebidas y también las palmas del Oruco y el Choro y los jaleos de Ana María González, Rosario Amador y Javier González. Tío Justito, la segunda entrega buleaera del disco, más atrevida desde el punto de vista armónico, es todavía más frenética que la anterior y presenta un nuevo colaborador, el cajón de Daniel Suárez, que en las alegrías, bailables, ligadas, se convierte en percusión de más vuelo. Los tangos se articulan en torno a falsetas cantables, claras.

Portada del disco 'Clásico por flamenco'.
Portada del disco 'Clásico por flamenco'.

La idea de Clásico por flamenco es introducir elementos jondos en un repertorio que, si bien es clásico, está trufado de elementos rítmicos, melódicos y armónicos extraídos de las danzas populares españolas. Sierra (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1967) y Arnaud Dumond (Francia, 1950) han buceado en los orígenes flamencos de la primera danza de La vida breve de Manuel de Falla y se han encontrado con la soleá y la bulería. Eso sí, interpretan la soleá y la bulería de hoy, no las de la fecha de composición de la pieza. Y eso demuestra la libertad con la que está tratado el material de base en este concierto, pese al respeto con el que se ha tratado al mismo. De hecho la bulería, la magna composición de la Niña de los Peines, era entonces, cuando Falla compuso La vida breve, una recién nacida. En otros casos el tratamiento es aún más libre. Así, por ejemplo, la Zarabanda de Haendel se ve introducida por unos compases de rondeña y Asturias de Albéniz, respecto a la cual, tras esta interpretación, nos queda aún más claro que es una bulería, se ve preludiada con unas variaciones por granaínas. En el Zapateado de Rodrigo se encuentra muy cómodo Sierra, ya que este ritmo es uno de los más característicos de la guitarra flamenca. Y el Adagio del Concierto de Aranjuez introduce un ritmo por bulerías. Todo un atrevimiento y todo un acierto. Dumond es un intérprete enérgico y muy seguro y Sierra es uno de los tocaores más versátiles del panorama actual. El resultado es tan riguroso como refrescante.

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