Un debut incandescente
Natalia Labourdette & Victoria Guerrero | Músicas
La soprano Natalia Labourdette y la pianista Victoria Guerrero debutan en disco con un atrevido álbum de canciones para el sello alemán Genuin
La ficha
(petite) MORT
Alban Berg (1885-1935): Sieben frühe Lieder (1905-08)
Gabriel Fauré (1845-1924): Quatre Mélodies Op.51 (1888-90)
Samuel Barber (1910-1981): Despite and Still Op.41 (1969)
Erich Wolfgang Korngold (1897-1957): Drei Lieder Op.22 (1930)
Francis Poulenc (1899-1963): Métamorphoses FP 121 (1943)
Joaquín Turina (1882-1949): Poema en forma de canciones Op.19 (1917)
Natalia Labourdette, soprano; Victoria Guerrero, piano
Genuin
El próximo 3 de junio empezará la distribución simultánea en tiendas y plataformas online del primer álbum de Natalia Labourdette (Madrid, 1992) y Victoria Guerrero (Jerez de la Frontera, 1989), (petite) MORT, toda una declaración de intenciones. Esta entrevista tuvo lugar en el mediodía del 13 de mayo, justo el día en que presentaron su álbum en el Espacio Turina de SevillaEspacio Turina. Natalia y Victoria se conocieron hace tres años en la Schubertiade de Vilabertrán. "A mí me llamaron para un concierto y me dijeron que había una soprano joven que cantaba muy bien, y que si quería probar a preparar un programa con ella. Nos vimos, congeniamos, todo fue bien y hemos seguido trabajando desde entonces". De ese trabajó nació este disco.
–¿A quién se le ocurrió el título?
–VG: A las dos un poco. Lo dijo primero Natalia.
NL: Pero porque a mí me gustan mucho los juegos de palabras...
–Un comienzo fuerte. Si empiezan con la petite mort, ¿lo siguiente que será?
–VG: Está difícil...
NL: Además está la portada del CD que hizo para nosotras Sergio Pablos (@sergio_woodprint), y que es bastante particular, diría yo, y con esa idea de poner petite en pequeño y MORT en mayúsculas.
–¿Qué hay de orgásmico en el programa?
–NL: Mucho. Los Korngold, por ejemplo, están llenos de erotismo.
VG: Y los Berg. Tienen también mucho que ver con la noche, lo onírico...
NL: Ambigüedad. Dobles sentidos. Por ejemplo, el poema de Rilke que pone en música Berg termina con un verso que en alemán tiene también connotaciones sexuales claras.
–Pero además de erotismo, he apreciado también soledad, oscuridad, desamparo…
–NL: Sí. Se habla mucho de muerte, depresión, nostalgia. La petite mort es el concepto liberador dentro de la vida; la muerte se refleja como una liberación de la angustia. Eso aparece también mucho, como en Au cimetière de Fauré. La primera canción del ciclo de Barber ya se titula A Last song...
–Más allá del título, el disco es audaz por el repertorio.
–VR: Habíamos hecho los Berg para un concierto en el País Vasco. Ella los tenía. Yo los había trabajado mucho. Empezamos a mirar Fauré. A partir de esos dos ciclos, ya fijamos el tema. Y desde ahí buscamos repertorio que a las dos nos gustase y que a Natalia le quedase bien.
NL: Y es un repertorio no tan grabado. De Despite and Still de Barber, por ejemplo, hay solo dos grabaciones: de Thomas Hampson, una y de otra señora, otra.
–Además hay muchos estilos diferentes…
–NL: La idea era crear un álbum conceptual, pero mostrarnos como artistas. Se hizo en tiempos de pandemia, con todo muy parado. Pensamos en grabar algo con lo que poder vendernos. Cuanto más polifacético seas como artista, mejor. La versatilidad siempre es buena para un artista. La idea no era hacer muchas canciones distintas porque sí y mostrar que podemos hacer mucho, sino partir de un tema conceptual con variedad de registros.
–¿Qué papel juega Turina en el disco, la cuota española?
–VG: Yo quería que hubiera algo de repertorio español. Quisimos buscar algo menos conocido y grabado, pero fue muy difícil que se ajustara al tema y a la voz de Natalia.
NL: Además, el sello es alemán. Así que es de interés porque para ellos es desconocido.
–¿Por qué este orden de las canciones en el CD?
–NL: Buscamos el contraste. Lo que teníamos clarísimo era Berg al principio y Turina al final, aunque luego en el recital de hoy por ejemplo el orden de las otras obras es distinto.
– ¿Dónde se hizo la grabación?
–VG: En Leipzig, en una iglesia que la discográfica utiliza habitualmente. Nos habían dado otras opciones, pero era más costoso, y yo escuché algunos de los discos grabados allí y me gustaron. La verdad es que funciona muy bien. Pero fue duro. Habíamos hecho alguna grabación de alguna cosa suelta, pero no un disco así completo. Fue una semana entera.
–¿Y financieramente cómo han sacado adelante el proyecto?
–VG: Pedí una beca al gobierno alemán. Nos dieron 6000 euros, que está muy bien, y estamos haciendo un crowdfunding para completar los gastos, que nos lo planteamos como preventa del CD.
–¿Algún otro proyecto de disco en común?
–NL: Estamos dándole vueltas. El mismo 4 de junio nos sentamos y hablamos de repertorios para el siguiente.
–¿Habían hecho este programa antes de esta presentación en Sevilla?
–VG: Sí, en Jerez, en agosto, una semana después de la grabación. Fue en el claustro de Santo Domingo en un ciclo organizado para jóvenes jerezanos. Me llamaron y lo hicimos. Mañana lo haremos en Mérida, el 25 de julio en Cádiz y hay ya algunas fechas para la próxima temporada, pero no las podemos decir porque no se han presentado todavía. Entre medias hemos hecho unos programas con música de compositoras. Está bien cambiar de repertorio, refrescar.
–¿Victoria Guerrero es fundamentalmente pianista acompañante?
–VG: Hice un máster de piano solo en Alemania. Allí conocí el lied a fondo, empecé a trabajar con cantantes, hice un máster de lied, y ya me dedico a él básicamente.
–NL: Fue mi debut profesional. Había hecho Oscar de Un ballo in maschera en un proyecto de un taller de ópera. Luego en Sevilla vino la Charlotte de El dictador de Krenek y Bubikopf de El emperador de la Atlántida [noviembre-diciembre de 2018], Despina de Così fan tutte [noviembre de 2020] y este año La mujer tigre. He cantado mucho en Sevilla.
–Y la próxima temporada, Susanna… ¿Dónde se mueve su repertorio ahora mismo?
–NL: Roles de lírico-ligera. Ahora tengo una coproducción de Berlín con Múnich con otra obra contemporánea. En el Teatro Real hice Clorinda de La Cenerentola y en septiembre vuelvo con Orphée de Philip Glass. Oscar me va muy bien: lo hice en Gijón, Piacenza, Rávena y Ferrara. Pero no me gusta solo hacer ópera. Me gusta variar.
–Y de hecho el primer disco es un disco de lied...
–NL: Me gusta ser polifacética y versátil. No descarto hacer proyectos que no tengan que ver con la música clásica ortodoxamente entendida. Somos intérpretes. Hay que ver qué puedes aportar al mundo artístico. Cuando exploras algo estás aprendiendo sobre tus propios límites. Si lo que haces es representar todo lo que ya se ha creado, corres el riego de quedarte en la capa más superficial.
–¿Detrás del intérprete siempre hay algo de creador…?
–NL: Sí, exacto. Está bien hacer cosas muy repetidas, que están muy grabadas y que te lo aprendes con cierta facilidad, pero creo que también es interesante trabajar desde el punto de partida con el compositor. Y ese tipo de compromiso artístico también se encuentra en el lied, porque somos dos. Es mucho más fácil aunar una idea artística entre dos y crear ese momento de generosidad, de exposición al público que en una ópera, que también está muy bien, me gusta cantar con toda esa masa sonora y estar ahí haciendo el payasito, pero al final a la gente se puede llegar de muchas maneras...
–¿Cómo han sido hasta ahora sus relaciones con los directores de escena?
–NL: Es un toma y daca. Yo tengo mi visión de las cosas, y tengo que hacerle entender que mi visión es mejor. Y los directores musicales y de escena tienen que convencerte de que lo suyo es mejor que lo que tú tienes… Hasta ahora no he tenido muchos problemas. De vez en cuando hay alguna cosa, sobre todo por algún problemita de ego.
–¿Y entre las dos como se resuelven los distintos puntos de vista?
–VG: Bien. Si hay discusiones las llevamos bien. Somos dos solamente, hay que conocer en qué momento se encuentra la otra. Los ensayos son así y son para eso.
NL: Sólo recuerdo un caso en que discutiéramos realmente sobre alguna idea musical. Somos muy amigas. Nos gusta conocernos la una a la otra, y las pequeñas discrepancias se arreglan fácil.
–¿Cuáles son los próximos proyectos de Natalia Labourdette?
–NL: En julio grabo el recital que hicimos de canciones de Pauline Viardot con Francisco Soriano y Helena RessurreiçaoPauline ViardotFrancisco SorianoHelena Ressurreiçao. Lo hacemos en Pescara. Este verano voy a participar por primera vez en las Noches del Alcázar: será un concierto con el arpista José Antonio Domené. Luego vendrá lo del Real y también hago Valetto en una Incoronazzione di Poppea en el LiceoIncoronazzione di PoppeaLiceo.
–¿Cómo se ve dentro de unos años? ¿Qué papeles le gustaría hacer?
–NL: No pienso mucho en eso. Al final la carrera no es lo que tú quieras, sino lo que puedas ir haciendo.
–¿Se ve haciendo Violetta o Manon?
–NL: Manon, sí; Violetta, no, al menos de momento. Creo que Manon canta más, pero no me importa. Yo puedo cantar mucho tiempo. No tengo problema de fatiga vocal. Manon la encuentro más cerca. Me encantaría poder hacer Violetta, pero tampoco me quita el sueño. No tengo fetiches. Y al fin y al cabo la carrera no la decides tú. Una oportunidad te hace conseguir otras nuevas. Luego está la edad, que el tiempo pasa para todos, y el mercado también cuenta, por la presión de la generación más joven. Así que no pienso mucho en eso, porque me quitaría tiempo y energía en lo que hago ahora.
–Como acompañante, ¿Se siente más cómoda con voces femeninas o masculinas, agudas o graves?
–VG: Me da igual. Es cierto que en voz baritonal el repertorio se entiende muy bien, porque se puede decir muy bien el texto. Para un barítono es más cómodo porque su registro está más cerca de la voz natural, de cómo se habla. Un tenor o una soprano lo tienen un poco más difícil. Pero me gusta todo. Para cada voz tienes que tocar distinto. Los barítonos necesitan más agudos, ella necesita más graves. Cada voz necesita un tipo de acompañamiento. Me gusta tocar todo. Hay repertorios más típicos de mujeres y otros más típicos de hombres. Los lieder de Schubert están escritos sobre todo para tenor, y a las sopranos algunos les quedan incómodos,
NL: A las ligeras no les va mal, pero a las lírico-ligeras no tan bien, porque estamos siempre en la zona del pasaje. A mí me da problemas Schubert.
–Y luego está la perspectiva del texto de las canciones, aunque ya cualquiera hace cualquier cosa, ¿no?
–NL: Hay grandes ciclos compuestos desde una perspectiva masculina. Desde la perspectiva de las mujeres se ha compuesto menos y por eso tantas mujeres se meten en repertorios de obras con textos masculinos
–Tienen Amor y vida de mujer...
–NL: Claro, y es significativo que ese ciclo no lo cante ningún hombre, porque tienen muchos otros, tienen Winterreise, Bella Molinera, Dichterliebe...
VG: Ahora mismo se puede cantar todo. Es cierto que personalmente prefiero un hombre en Dichterliebe, pero no hay problema en que lo cante una mujer.
–¿Qué esperan del disco? El sello es alemán, pero abrirse camino en Alemania con el lied no es fácil.
–VG: No es fácil, pero Natalia vive en Berlín y yo en Salzburgo, así que sí esperamos que podamos tener algunas oportunidades.
NL: Nuestra portada no parece de música clásica. Y en Alemania hay también muchos sitios alternativos. Pero yo no espero nada en concreto. Hemos hecho nuestro trabajo, y a ver lo que nos trae
VG: Es una manera de presentarnos, de estar en redes, en Spotify, de poder vender más nuestro trabajo. Estamos muy contentas.
NL: Estamos orgullosas. El trabajo ha sido bueno, y el resultado final es acorde a lo que hicimos.
Entre Berg y Turina. Erotismo, angustia y soledad
El deseo, los anhelos, el éxtasis, la muerte, la frontera entre sueño y realidad: todo ello cabe en los Siete lieder tempranos de Alban Berg, una música que aún tiene una importante carga wagneriana, pero se hace expresionista y recurre de vez en cuando a las tan debussystas escalas de tonos enteros. Luces y sombras que se cruzan y parecen alimentarse entre sí. En cambio, las Cuatro melodías Op.51 de Gabriel Fauré (que se abren con una canción titulada “Lágrimas”) son obras dominadas por la soledad y la angustia, que quedan marcadas, eso sí, por la elegancia característica del compositor francés.
El tema de la soledad es también central en Despite and Still Op.41 de Samuel Barber, ciclo con un título algo enigmático (Aún y aún así, podría traducirse), que es el de la última de sus cinco canciones. Se trata además del ciclo menos conocido del álbum. Empieza con “A Last Song” (“Una última canción”), título bastante significativo del estado depresivo en que se encontraba Barber cuando afrontó la escritura de estas piezas. Como curiosidad, “Solitary Hotel” (“Hotel solitario”) sale de una escena del Ulysses de James Joyce. Es cierto que tampoco son demasiado frecuentados los lieder de Korngold, aquí los tres de la Op.22, piezas de encendida voluptuosidad. En un registro distinto se sitúan las Métamorphoses de Poulenc, tres miniaturas que apuntan al universo surrealista de los poemas de Louise de Vilmorin y que tienen ese tono entre despreocupado y ligero de tantas canciones de su autor. Finalmente, en su Poema en forma de canciones, Joaquín Turina usó los versos de Ramón de Campoamor para dibujar una tormentosa imagen del sentimiento amoroso.
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