"El algoritmo planea como una sombra sobre mi generación"
Juan Pérez Floristán | Pianista
Juan Pérez Floristán acaba de presentar su tercer disco en solitario, un recorrido por obras que han marcado su carrera
La ficha
{ALGO}RITMO
Alberto Ginastera (1916-1983): Tres danzas argentinas Op.2 [1937]
György Ligeti (1923-2006): Musica ricercata [1951-53]
Modest Músorgski (1839-1881): Cuadros de una exposición [1874]
Juan Pérez Floristán, piano
Aria Classics
Uno de los grandes músicos andaluces del momento, el pianista Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) acaba de presentar su disco más personal para el sello Aria Classics.
–¿Por qué ese título de {Algo}Ritmo?
–Nació como un juego, pero como todo juego siempre hay algo más detrás. Por un lado, el repertorio tiene mucho ritmo en general. Pero además el algoritmo es algo que planea continuamente sobre mi generación. Más aún con mi profesión, que dependes de que te conozcan, de la visibilidad. El gran mercado es el de las redes sociales, es decir, de los algoritmos. Este CD conversa con esa realidad digital.
–¿Por qué estas tres obras?
–No tuve una pulsión enciclopédica o musicológica a la hora de grabar, no sé, del tipo voy a grabar la obra completa para piano de Schumann. Al final voy a grabar yo, y tengo que ver con qué repertorio me siento más cómodo o qué repertorio está maduro y lo tengo en la masa de la sangre de modo irrevocable. Estaba ya aprovechando para revisitar los Cuadros de una exposición. Llevo tocando la obra desde los 13 años, que la hice en el Conservatorio del Matadero. Luego a los 15 años debuté en la Sala Manuel García del Maestranza con ella. Pero en todo este tiempo ha habido intervalos de años en que no la tocaba. Y cuando la recuperaba habían cambiado muchas cosas. Cada vez que recuperaba esa obra el espejo era el mismo, pero había cambiado yo. Músorgski ha sido siempre para mí como una piedra de toque. Como cuando vas subiendo una montaña y vas parando en los refugios. Siempre ha sido así para mí. Una obra a la que volver y ver cómo va la cosa.
–¿De dónde le viene la relación con Ligeti?
–Fue a los 19 años. Yo estaba en la Escuela Reina Sofía. Es una pena que en la formación pianística más formal no se toque la mayor parte de la música del siglo XX y no hablemos ya de la del XXI. A lo mejor, te lo encuentras en una asignatura optativa, como repertorio contemporáneo, pero poco más. Mi profesora, Galina Eguiazarova, profesora soviética de toda la vida, jamás habría tenido la iniciativa de ponerme Ligeti. Descubrí la obra por indicación de mis padres y me gustó mucho. Entonces cogí la partitura y fue una experiencia maravillosa, porque ese repertorio está muy poco tocado, y me sentí sorprendido: cómo se toca esto. No es una Sonata de Beethoven que llevo años escuchando grabaciones y ha pasado de generación en generación. Esto era una obra relativamente reciente y no sabía muy bien cómo iba. Me recuerdo buscando vídeos en Youtube para saber cómo se tocaba. Eso es muy excitante para un joven.
–El Ligeti de esta Musica ricercata es aún el Ligeti húngaro, muy vinculado al mundo de Bartók.
–Claro. Es el del Primer cuarteto, el de la Sonata para cello solo. Es ese lenguaje, pero está adelantando cosas de la polimétrica africana que llegará en su obra, y eso ya está prefigurado aquí.
–¿Y las Danzas argentinas de Ginastera?
–Es algo más acusado aún que lo que me pasa con Músorgski, porque es una obra que nunca he dejado de tocar. No es la que más he programado, pero sí la que más he tocado, porque las danzas 2ª y 3ª las he usado muchísimo como propinas de mis conciertos. Son ideales para eso, perfectas. Me ha acompañado ininterrumpidamente. Es una obra que ya no tengo ni que estudiar. Siempre puedo recurrir a ella. Ha sido una compañera de vida muy apreciable.
–Hizo la grabación en vivo...
–Si tienes la suerte de estar de gira con una gran discográfica detrás, se graban todos los conciertos y luego se elige de todos ellos. En este caso no era factible. Hice el directo de la tarde. Siempre he dado prioridad a esa toma de la tarde (un 70% del CD sale de ahí, del concierto real con público). Yo quería respetar ese espíritu del directo. No quería simplemente cubrirlo por la mañana. E hice dos sesiones de concierto, tocando todo seguido, como si fuera el concierto, sin pausa: una a las 10 de la mañana y otra a las 12. Aunque fueran tomas de seguridad, fueron tomas de 70 minutos. Quedé muy contento. Me permití eso porque el repertorio lo conozco íntimamente.
–¿Le gustó más este tipo de experiencia que la grabación de estudio?
–Sí, bastante más. No es que desprecie el estudio ni mucho menos. Soy muy flexible y me adapto bien. También tiene su gracia el estudio, pero prefiero el flujo, el interpretar la música como un viaje, no como una serie de fotografías... Siendo la música algo tan temporal, y estando ahora el vínculo entre arte y público en un estado tan precario, con tanta soledad, tanta pantalla, tanto algoritmo, a mí de alguna manera encapsular ese directo me da la vida.
–Tenía programado el 1º de Bartók con la ROSS, en uno de los conciertos cancelados por la huelga. ¿Lo tiene previsto en algún otro sitio?
–No de momento. Pero la espinita me la quité porque lo toqué en enero en Alicante con la Orquesta Adda y Ramón Tebar. La temporada próxima tengo programado con la OBC [Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña] y David Afkham el 3º. Mi proyecto era hacer los tres en tres temporadas sucesivas. Ahora mi prioridad es ese 3º.
–¿Algunas otras incorporaciones de repertorio significativas?
–Con Alberto Iglesias voy a sacar el CD que grabamos hace un año, que son 4 canciones para contratenor (Carlos Mena), orquesta y piano concertante. Para la temporada próxima me hace mucha ilusión mi doble presencia en Londres: un recital en el Wigmore Hall, que forma parte de un ciclo de tres en tres años seguidos, y un concierto con la London Symphony en un ciclo de conciertos que hacen para la radio, para la BBC 3. Y luego el 1 de noviembre tengo un concierto aquí en el Espacio Turina que me hace también muchísima ilusión. Estreno una obra de Daahoud Salim basada en cuentos de Borges y luego otra obra de Óscar Escudero y Belenish Moreno Gil, que es para piano solo, con electrónica, multimedia, proyecciones… Se titula Bio y está basada en mi biografía. Además tocaré la última obra que George Crumb compuso para piano, Eine kleine Mitternachtmusik (Pequeña música de medianoche), que son unas variaciones sobre una canción de Thelonius Monk. Otra incorporación de repertorio la haré con mi trío, el Trío VibrArt: tocaremos con la ONE, pero no el Triple de Beethoven, sino el de Martinu, que tiene un Concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta de cuerda, un conciertazo, pero muy desconocido, apenas está grabado. Martinu es un compositor minusvalorado. Hay que darle la oportunidad de que la gente lo conozca.
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