Historias béticas

José Miguel Barberá | Clarinetista e historiador

José Miguel Barberá recrea las relaciones entre Eduardo Torres y Manuel de Falla en el contexto de la creación de la Orquesta Bética de Cámara

La Bética que estrenó ‘El retablo’ con Falla y Torres en el centro.
La Bética que estrenó ‘El retablo’ con Falla y Torres en el centro. / Archivo Manuel De Falla

La ficha

Eduardo Torres y Manuel de Falla

José Miguel Barberá Soler

Marbella: Algorfa, 2024. 183 páginas. 18 €

En el Femás de 2023, la Orquesta Bética de Cámara recordó con un concierto el estreno en Sevilla de El retablo de maese Pedro de Falla un siglo atrás. El próximo 15 de junio, el conjunto ofrecerá en el Maestranza un concierto que recuerda los cien años de su formación, gestada justo después de la reunión de músicos para la presentación de la obra de Falla en el Teatro San Fernando. Un libro de José Miguel Barberá Soler recrea ahora en torno a aquellos acontecimientos la relación que se estableció entre Manuel de Falla y el entonces maestro de capilla de la catedral de Sevilla, Eduardo Torres (1872-1934).

Barberá es clarinetista, miembro de la Banda Municipal de Granada e historiador. Nacido en Albaida, la misma localidad valenciana que Torres, no era el primer trabajo que dedicaba a su paisano. El 150 aniversario del nacimiento de Torres en 2022 pasó inadvertido en Sevilla, pero “en Albaida se organizaron actos. Me llamaron para dar una conferencia, y después saqué lo que había hecho en los años 90. Federico Sopeña, mi maestro, me animó en su momento. Y decidí escribir este libro”.

Eduardo Torres y Manuel de Falla - Barberá
Eduardo Torres y Manuel de Falla - Barberá

Aunque escribió muchas zarzuelas con seudónimo (Matheu), el interés de la música de Torres está “en su música organística y religiosa. También hay alguna pieza orquestal. La única motivación de sus colaboraciones zarzuelísticas con Emilio del Toro para el Teatro Duque era crematística. Es una lástima que haya tan poco grabado suyo. Me gustaría que algún organista, como Arturo Barba o Juan de la Rubia, se decidieran a grabar sus Cantos íntimos o El organista español, que creo son sus obras mayores. Ojalá tuviera yo medios para promover algo así. Además de los trabajos de Olimpia García-López conozco a otros chicos que están haciendo tesis sobre el compositor. Parece que despierta interés.”

El libro del estudioso valenciano finalmente se convierte casi en una historia de los primeros años de la Orquesta Bética. “Algunas cosas se salen un poco (lo del Conservatorio y algo personal), pero la Bética es el centro del libro, sí. Torres y Falla se conocían de antes, aunque no tuvieran una relación de amistad. Falla visita Sevilla en 1922, escucha el Miserere que prepara y dirige Torres y comparte tertulia con él; ahí se conocen. Se complementan bien. Tienen ideas musicales parecidas. Torres no podía dar rienda suelta a su imaginación por el rigor que le exigía su sacerdocio. Creo que coincidían en el gusto por la modernidad musical y por la música popular. Luego surge la idea de hacer El retablo y después de crear la orquesta”.

Torres estaba muy al tanto de las novedades europeas y se muestra cercano al modernismo parisino. “Sí, pero si por él fuera la orquesta habría interpretado música de Schoenberg o de Korngold, al que Falla por ejemplo no conocía. Estaba muy puesto. Era al parecer un gran aficionado a la radio y de alguna forma le llegaba toda esa nueva música”.

En el libro se hacen muy evidentes las malas relaciones que, desde Madrid, Turina mantenía con el ambiente musical sevillano. “Entre Falla y Turina había cordialidad y amistad [Falla fue padrino de uno de los hijos de Turina]. Turina se sintió desplazado, porque no lo hicieron partícipe de la creación de la orquesta y no la siente como suya. Cuando finalmente Torres le pide una obra, que es el Poema de una sanluqueña, él no se siente muy integrado. Además piensa que en Sevilla los músicos no podían verlo. Cuando escribe su necrológica sobre Torres dice explícitamente que era de los pocos que en Sevilla tenía como amigos”.

Turina parece mostrarse crítico con la concepción de la Bética como orquesta de cámara. En un artículo para El Debate de 1928 en torno al papel que había de jugar la música en la Exposición Iberoamericana del año siguiente se pregunta: “¿Se hará ópera, se amplía la Bética para dar conciertos normales?”. Esto lleva a otro tema: hace unos años que Michael Thomas decidió convertir a la Bética en una orquesta con sólo nueve instrumentos de cuerda, “como en origen”. Pero en realidad, Falla habla de cinco violines I y en una carta, Eduardo Torres le comenta la necesidad de ampliar a seis violines I y cinco violines II. “Sí, claro, una cosa era la plantilla que se juntó para El retablo, y luego lo que hacía la orquesta, que cambiaba en función del repertorio. Torres andaba buscando siempre nuevos músicos, sobre todo de cuerda, que eran los más difíciles”.

José Miguel Barberá
José Miguel Barberá / Aurelio Bernabeu Ivorra

La elección del joven Ernesto Halffter como director creó también tensiones. “Falla quería que el director fuera Torres, pero el arzobispo Ilundain le negó el permiso, y Falla, aconsejado por Adolfo Salazar, escoge a Halffter, que nunca se implicó de corazón en el proyecto. Él vivía en Madrid y usó la orquesta (igual que después el Conservatorio) como una fuente de ingresos. Desde el principio se mostró un poco impertinente con Torres, la gran autoridad musical en la Sevilla del momento. Que viniera un chico de 19 años a discutirle casi todo no debió de ser fácil para Torres, que era un hombre muy humilde, pero en la correspondencia con Falla se nota que no estaba muy contento con la autoridad de Halffter, aunque termina aceptándola”.

Por el libro se filtra también el maltrato oficial que sufrió el conjunto. “Las relaciones con la Sociedad de Conciertos no fueron todo lo buenas que podría esperarse, habida cuenta de que Torres programaba música para la Sociedad, pero peor fue con las autoridades, siempre renuentes a financiarla, y con los organizadores de la Expo, que sólo muy al final aceptaron que cerrara el certamen con un par de conciertos. Era algo incomprensible.” La Bética llega muy tocada a finales de la década. En una entrevista que Turina hace a Torres para El Debate en 1930, le pregunta: “¿Qué porvenir tiene la Bética?”. “Está en manos de Dios”, es la terminante e inquietante respuesta del sacerdote valenciano.

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