"Vivimos en un mundo en el que hay mucha falsa autenticidad"
Jordi Savall | Músico
En sus dos últimos álbumes para Alia Vox, Jordi Savall presenta su primer registro de 'La creación' de Haydn y completa su ciclo de sinfonías de Beethoven, que frenó la pandemia
La ficha
Joseph Haydn (1732-1809): La creación (1798)
Yeree Suh, soprano (Gabriel y Eva)
Tilman Lichdi, tenor (Uriel)
Matthias Winckhler, barítono (Rafael y Adán)
La Capella Reial de Catalunya. Le Concert des Nations
Director: Jordi Savall
Alia Vox (2 CD)
-----
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Sinfonía nº6 en fa mayor Op.68 Pastoral (1808)
Sinfonía nº7 en la mayor Op.92 (1811-12)
Sinfonía nº8 en fa mayor Op.93 (1812)
Sinfonía nº9 en re menor Op.125 Coral (1822-24)
Sara Gouzy, soprano; Laila Salome Fischer, mezzosoprano; Mingjie Lei, tenor; Manuel Walser, barítono
La Capella Nacional de Catalunya. Le Concert des Nations
Director: Jordi Savall
Alia Vox (3 CD)
El próximo 15 de marzo estará, junto al guitarrista Xavier Díaz Latorre, colaborador habitual, en el Espacio Turina de Sevilla en un concierto que en principio estaba previsto para mayo, pero que ha terminado por adelantarse para servir de gran pórtico al Festival de Música Antigua de la ciudad. El sábado 5 de febrero ofrecía en su Igualada natal una interpretación del Llivre Vermell para inaugurar la elección de la localidad como capital de la cultura catalana en 2022 y entre el 8 y el 10 participó en el Festival de Música de Canarias con tres interpretaciones de la versión orquestal de Las 7 últimas palabras de Cristo en la Cruz de Haydn. Aunque ha cumplido ya 80 años, la actividad de Jordi Savall sigue siendo incansable. En las últimas semanas, su sello Alia Vox ha publicado dos grandes proyectos, La creación de Haydn y las cuatro últimas sinfonías de Beethoven, segunda mitad de un ciclo que quedó frenado en seco por la pandemia en marzo de 2020, justo cuando grababa el último movimiento de la última sinfonía, y que sólo pudo retomar en el otoño de 2021.
–Pudo al fin terminar aquella grabación...
–Sí. Ha sido una época muy difícil, para viajar, para reunir a la gente, teniendo que hacer controles cada día, para que todo el mundo estuviese seguro. Pero al mismo tiempo fue maravilloso que en una época en que era tan difícil moverse y hacer conciertos, pudiéramos estar trabajando esta música tan extraordinaria y tan enriquecedora; eso nos dio muchísima energía positiva.
–El virus entró directamente en el coro y le afectó a usted mismo en marzo de 2020, cuando estaban grabando el último movimiento de la 9ª ¿Volvieron a grabar la sinfonía entera?
–Sí. La volvimos a grabar entera. Durante el verano habíamos hecho tres conciertos con la obra, la habíamos madurado y decidí volver a grabarla entera, para tenerla más fresca y más reciente.
–¿Qué aporta su visión a la cantidad de grabaciones que hay de las Sinfonías de Beethoven?
–Estimo que una imagen verdadera de lo que Beethoven imaginó con su orquesta. Porque Beethoven no conoció la orquesta que tenemos ahora. Él conocía los instrumentos de su época, flautas de madera, oboes de madera, fagotes de madera, cornos naturales, trompetas naturales, instrumentos afinados con cuerdas de tripa y arcos muy concretos, y esto es un sonido radicalmente distinto del actual. Otra cosa es que en aquella época la orquesta que podía imaginar Beethoven era de 50 o 60 músicos, el equilibrio que se produce en una orquesta de ese tamaño entre los vientos y las cuerdas es mucho más contrastado, porque los vientos guardan un protagonismo mucho más importante, mientras que en una orquesta sinfónica actual las cuerdas son como el triple de los vientos y eso provoca un empaste diferente, y también diferencias muy notables en el color.
Además hemos tratado de recuperar la calidad de los tempi. Beethoven estaba obsesionado con esta cuestión e indicó los tiempos metronómicos para cada movimiento de sus sinfonías, y curiosamente la mayoría de los directores nunca han respetado estos tiempos. Los directores habituales que dirigen Brahms, Chaikovski, Bruckner están habituados a tempi mucho más lentos y adecuados para las grandes orquestas sinfónicas. Muchas veces esos directores, grandes directores, se negaban a aceptar las indicaciones de Beethoven, argumentando que seguramente Beethoven se había equivocado. Es un argumento que pienso que no es válido. Se pueden hacer eso tempi y la música funciona maravillosamente bien.
–En su comentario al disco afirma que grabando estas obras se sintió como si hiciera música de cámara, ¿puede profundizar en esa idea?
–Hay una diferencia fundamental entre una orquesta sinfónica que trabaja diariamente y está en esquema casi rutinario con los músicos que trabajan en una orquesta como la nuestra, y que no están acostumbrados a ese ritmo de trabajo, son independientes y con ellos puedes abordar este tipo de cuestiones. En la orquesta somos 50, pero esto solo funciona si tú actúas como si estuvieses en un cuarteto de cuerda o de viento. La implicación de cada músico es fundamental. Incluso me ha sorprendido ver hasta qué punto la ilusión, la pasión de cada instrumentista genera resultados fabulosos. En los tiempos que hemos vivido poder disfrutar haciendo música juntos, después de meses encerrados en casa, ha sido maravilloso y eso ha sido una explosión de alegría que se ha sentido también la interpretación.
–Muy prácticas, absolutamente prácticas. Pude hacer aquel Beethoven porque entonces estaba vendiendo cada mes cien mil discos de Todas las mañanas del mundo, tenía dinero de sobra y pude financiar yo mismo los ensayos y todo. Después se me terminó el dinero y no pude. Era difícil financiar el trabajo de una orquesta tantos días. Pero yo seguí con la idea del proyecto en mi cabeza, lo fui madurando. Cuando se acercaba el año del aniversario de Beethoven pensé que era la ocasión. Me decidí. Empecé por ir a ver al presidente Macron, al que había conocido unos años antes. Le presenté mi proyecto, fue muy amable y me ayudó y gracias a eso pude lanzarme.
–Recuerdo unas declaraciones de Frans Brüggen cuando grabó su integral de Beethoven en las que reconocía que le costaba lograr el equilibrio en la 9ª por la entrada de las voces solistas y el coro al final. ¿A usted también le ha pasado o su gran experiencia en la música coral se lo facilita?
–Llevo muchos años combinando la música coral con la instrumental. Muchos años trabajando la polifonía. Una de las características de la música de Beethoven es que es un gran maestro de la polifonía, su riqueza de contrapuntos es fundamental para la comprensión de esta música. Mi trabajo ha sido también poner de relieve de la forma más bella posible toda la estructura polifónica y contrapuntística que hay en estas sinfonías, y no sólo en el aspecto de masa de sonido, de impacto vertical, sino en la manera en que las voces siguen sus líneas, su contrapunto. El tratamiento que hace Beethoven en sus sinfonías es muy intenso. Y en la 9ª pide a las voces una energía y una fuerza expresiva extrema y esto siempre es un reto. Los cantantes tienen que estar equilibrados con una orquesta de más de 60 músicos que pueden tocar fuerte, y esto los obliga a cantar con una gran energía, pero sin perder la transparencia, el control del vibrato, que hace que esta música se ajuste a su estilo, porque hay tantas versiones de esta sinfonía con voces con vibrato excesivo que pierden la transparencia y la viveza del sonido...
–Por seguir con la música vocal, La creación de Haydn es una de las grandes obras corales que le faltaban por grabar...
–Soy un apasionado de Haydn desde joven. Las dos partituras que llevaba siempre en mi bolsillo cuando era un adolescente eran El arte de la fuga de Bach y Las siete últimas palabras de Haydn. Mi centro de interés cuando tenía 15 o 16 años era ese. Cuando pude, grabé Las siete últimas palabras, una de mis primeras obras sinfónicas que llevé al disco, y luego la grabé otra vez [en Cádiz, hay registro en formato DVD]. La semana que viene [esta entrevista se hizo vía telefónica el 3 de febrero] la haré en Canarias tres días seguidos incluidos los textos de José Saramago que yo mismo le encargué. Llevaba muchos años con ganas de grabar La creación, pero quería un coro preparado verdaderamente para hacerlo.
Después de muchos años trabajando con otras obras importantes, como El Mesías de Haendel, o las grandes obras de Bach entendí que tenía el coro a punto para hacer esto, y pude hacerlo aprovechando que tenía invitaciones en Barcelona y en París, para programarla y poderla trabajar. Tenía además la orquesta muy a punto, porque estábamos trabajando a Beethoven. Fue maravilloso poder darle a esta música todo su simbolismo, toda su fuerza, profundizando con el lenguaje instrumental y vocal, y realmente ha sido para mí una experiencia maravillosa. Y ahora estoy preparando para dentro de uno o dos años el otro gran oratorio de Haydn, Las estaciones.
–¿Influyó La creación de algún modo en Beethoven?
–Beethoven era un músico que estaba al corriente de todo lo que estaba pasando musicalmente a su alrededor. Tenía una gran admiración por Haydn, Mozart, Cherubini... Estaba muy al tanto. Pero a la vez era muy consciente de que tenía sus propias ideas, y él seguía sus criterios, pero tenía un gran respeto por Haydn.
–Después de Beethoven viene Schubert...
–Sí. La continuación de la última Academia Beethoven fue con Schubert. Grabamos la Inacabada y la Grande, que saldrán este año. Hemos hecho el mismo trabajo que hicimos con Beethoven
–Acaba de cumplir 80 años y mantiene una actividad de conciertos, viajes, grabaciones que, aunque la pandemia ha frenado un poco, sigue siendo extraordinaria. ¿Qué lo mueve a mantener ese ritmo?
–Primero, la suerte de que estoy bien de salud. Y me siento feliz trabajando con la música. Para mí la música, al lado de la relación humana con mi esposa, mis hijos y mis amigos, es lo fundamental de mi vida. Mientras tenga la suerte de estar bien de salud no veo razón para renunciar a esto. De todas formas he reducido algo la carga de conciertos y procuro no hacer las cosas demasiado juntas. Antes de la pandemia estaba haciendo en torno a 130-140 conciertos anuales y en 2021 hice un centenar. Estoy disminuyendo un poco el ritmo, pero soy tan feliz cuando estoy trabajando con mis músicos que mientras el cuerpo responda y la mente esté clara no encuentro ningún motivo para parar y hacer otra cosa. Es un momento además de madurez, de gran experiencia, que me permite abordar cosas quizás con una inteligencia y una sensibilidad mucho mayores que las que tenía hace quince o veinte años; hay que aprovechar este momento que te da la experiencia de la vida no sólo para crear cosas nuevas sino también para transmitir mi forma de ver la música, y ver que los músicos entienden lo que quiero expresar, que la forma de hacer música es algo importante. Deseo transmitir de la forma más clara y veraz mi forma de abordar la música, el respeto a las fuentes, a las indicaciones de cada compositor y la convicción de que solo si somos auténticos y respetuosos con las partituras podemos realmente transmitir toda la belleza de estas músicas. Necesitamos esta autenticidad, porque vivimos en un mundo donde hay mucha falsa autenticidad, hay mucha cosa espectacular pero falta a veces la veracidad, la belleza, la sinceridad.
–En medio de la pandemia, promovió una asociación europea de grupos de música antigua, ¿en qué punto está ese proyecto?
–Está avanzando. Tenemos ya muchos grupos que forman parte de esta Federación. Hemos conseguido que el Parlamento Europeo presente una serie de medidas para favorecer a los grupos independientes, sobre todo esos que no tienen soporte estatal, y estamos ahora intentando que se acepte el estatuto de artista europeo, que se reconozca a los músicos que se están moviendo en el ámbito de la cultura europea y puedan beneficiarse de medios y facilidades para viajar por Europa, de tener asegurados subsidios de paro cuando no tienen trabajo, de tener seguro médico y más facilidades en cuestiones tributarias, que son complicadísimas siempre. Tenemos un equipo en Bruselas que está trabajando directamente con la Comisión Europea sobre estas cuestiones y esperamos presentar pronto algunos logros.
También te puede interesar