"De momento, no pienso volver a España"

Irene González Roldán | Clavecinista

Doblemente premiada en certámenes internacionales en los últimos meses, Irene González Roldán tocará esta temporada como solista con la OBS

Irene González Roldán (Córdoba, 1997)
Irene González Roldán (Córdoba, 1997) / Beatriz Lerer Castelo

Lo suyo es especial. Aunque su padre tocaba la guitarra y cantaba en coros, "nadie de mi familia se había dedicado a la música de manera profesional ni había estudiado en un conservatorio". Irene González Roldán nació en 1997 en Córdoba un poco de casualidad. "Mi madre iba a hacerse allí las revisiones, pero vivimos en Peñaflor hasta que yo cumplí siete años, que nos trasladamos a Sevilla". Ganó dos veces la Beca de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla y el Femás. Vive ahora en Basilea.

–¿Cuándo empezó a estudiar música?

–Empecé a los 4 años con clases particulares de piano. Luego entré en la escuela municipal de Palma del Río. Al llegar a Sevilla ya estudié en el Conservatorio Cristóbal de Morales, donde hice Elemental y Profesional.

–¿Por qué el clave?

–Fue un poco por casualidad. El piano no me acababa de gustar del todo, además que no había muchas plazas y no sabía si iba a entrar. En la presentación que hicieron en el Conservatorio de los instrumentos, me llamó la atención el clave por su sonoridad y porque visualmente era bonito. Me gustó.

–¿Y a sus padres qué les pareció meter de repente un clave en casa?

–Ellos estaban contentos. Les gusta mucho la música barroca. Siempre me habían puesto mucha música en casa, todo tipo de música. Me han apoyado siempre.

–Para los estudios superiores sin embargo dejó Sevilla...

–Me fui a Salamanca a estudiar con Pilar Montoya. Allí pasé dos años. Después me fui en un Erasmus a La Haya, con Jacques Ogg. El primer año eché también la solicitud para Ámsterdam, donde hice dos años más, hasta la graduación, y luego me vine a Basilea para hacer el Máster de clave en la Schola Cantorum, donde estudio con Andrea Marcon y Jörg-Andreas Bötticher. Este es ya mi último año.

–¿Por qué dejó La Haya?

–Jacques se iba a jubilar y yo quería probar también con Menno van Delft y conocer otro sitio. Fue muy bien. Estuve muy contenta en Ámsterdam.

–Este verano, mientras en Sevilla nos asábamos en plena ola de calor agosteña, usted ganaba un importante Concurso de clave en Milán. La sola mención de los miembros del jurado da prueba del nivel del evento: Enrico Baiano, Maurizio Croci, Céline Frisch, Christophe Rousset y Menno van Delft. Casi nada. ¿Se esperaba ese éxito?

–Para nada. Era la primera vez que hacía un concurso grande de clave. Es verdad que Andrea Marcon nos animó mucho a todos sus alumnos y nos preparó muy bien. Nos fuimos a Italia una semana antes. Es un profesor que se preocupa mucho por cada detalle. Para mí suponía también tener un objetivo concreto para estudiar y un programa a desarrollar. Fueron muchos meses de estudiar el repertorio. Fue muy intenso.

Junto al Jurado y los otros dos premiados en el Concurso de Milán.
Junto al Jurado y los otros dos premiados en el Concurso de Milán. / Alberto Panzani

–¿Qué tocó?

–Primero había que mandar un vídeo para la preselección, y una vez allí hubo una semifinal con un programa obligatorio y luego ya en la final, que era más libre, hice una tocata de Merula, una pieza de Sweelinck, Gallardas de Cabanilles, monté una pequeña suite con piezas de Scarlatti y Soler, luego Geminiani y una Fantasía de Bach para terminar

–Parte del premio lo cobra en conciertos, ¿no?

–Sí, creo recordar que son siete en total, pero serán en los próximos meses. Sólo he hecho uno.

–A principios de este pasado mes de octubre se presenta a otro concurso en Berlín [Internationalen Berliner-Bach-Wettbewerbs 2021], esta vez con su grupo, Flor Galante, y también lo gana. ¿También fue el primero?

–Sí. De hecho era la primera vez que tocábamos juntos en público. No habíamos tocado como grupo nunca. Fue un poco sorpresa. Todos nos conocíamos desde La Haya y luego coincidimos en la Schola y nos propusimos hacer algo estable. Nos presentamos al Concurso no con la idea de ganar, sino con la de hacer algo, de tener un objetivo para poder montar un programa en serio. No lo teníamos muy claro. Fue todo muy rápido y nos sorprendió. Ahora que ya hemos conseguido eso, queremos plantearnos seguir más en serio. Estamos con muchas ganas de hacer cosas. Vamos a empezar a enviar dosieres, a ver si nos salen conciertos, porque el premio de este no los incluye.

–¿Con qué música ganaron?

–La preselección no fue fácil porque nos pedían un vídeo de media hora sin editar, sin cortes. Pero nos invitaron y pasamos también por dos fases. Tocamos música galante de la corte de Berlín (Janitsch, Krause, Brescianello, Platti). Ese es ahora mismo el enfoque del grupo.

–Un grupo mitad alemán mitad español, porque también está el oboísta sevillano José Manuel Cuadrado, otro ganador de la Beca AAOBS-Femás.

–Exacto. José Manuel es nuestro oboísta y luego están la violinista Lena Rademann y el violagambista Martin Jantzen, que son alemanes.

Con el conjunto Flor Galante: Irene González, Lena Rademann, Martin Jantzen y José Manuel Cuadrado.
Con el conjunto Flor Galante: Irene González, Lena Rademann, Martin Jantzen y José Manuel Cuadrado. / D. S.

–Este año vuelve a tocar en la temporada de la OBS, pero no ya como becaria, sino como solista invitada. ¿Cómo se lo dijeron, qué pensó?

–Estoy contentísima. Es un honor que me hayan dado esta oportunidad. Me lo dijo primero Patricia González y después me escribió ya Ventura Rico. Estoy que no me lo creo, muy ilusionada y con muchas ganas. Tocaré conciertos de tres Bach, Johann Sebastian, Carl Philipp Emanuel y Wilhelm Friedemann.

-¿Qué le han aportado estos años de formación fuera de España?

He madurado musical y mentalmente mucho, ya no sólo por los estudios, sino por las experiencias de conocer a tantos profesores y de lo que he hecho con mis compañeros… De eso se aprende muchísimo.

–¿Sigue siendo necesario hoy irse a estudiar al extranjero?

Se crece mucho cuando se sale fuera. Cuando más en contacto estés con diferentes formas de hacer las cosas, más aprendes y más te enriqueces. Es posible hacerlo muy bien desde España, hay ya buenos profesores y buenos recursos, pero salir siempre ayuda.

–¿El primer año fuera de casa fue duro?

–No. Estaba con muchas ganas. Me apetecía muchísimo. Desde que empecé a tomarme en serio el clave siempre que veía algo que se hacía en algunos de estos sitios, me decía, yo quiero ir allí.

–¿Y cuándo empezó a tomarse en serio el clave?

–Fue tarde. A los 17 o así. Me gustaba mucho pintar, escribir y la música, y estuve dudando entre estudiar Bellas Artes, algo relacionado con la literatura o la música, y al final pudo la música. No lo tuve muy claro hasta el último año de Bachillerato. Pero pensé que era lo que mejor podía hacer.

–Por lo que tocó en Milán, su repertorio es amplísimo. Me da miedo preguntarle por su preferido porque me va a decir Bach...

–Pues no.

–¡Anda! Y veo poco francés también...

La música francesa la tengo pendiente. No me gusta tanto estudiarla como la música italiana temprana. La música ibérica también la estoy descubriendo últimamente, y me encanta, como la de los virginalistas ingleses. No sé por qué se programa todo esto menos que Bach o que los clavecinistas franceses. A mí me encanta. Y quiero tocar más en público. Bach está muy bien, pero me siento más cómoda con ese otro repertorio.

–La música del primer barroco italiano es muy experimental, quizá no tan fácil de escuchar...

–Siempre se puede buscar el interés con un programa que sea variado. Y lo mismo con la música ibérica, que en el clave no se escucha y sin embargo hay cosas que funcionan muy bien. Algunos tientos de Correa van muy bien. José Ximénez, Aguilera de Heredia, Cabanilles, Cabezón tienen cosas que funcionan muy bien en el clave y no sé por qué no se hace más. Es una pena. Es un repertorio que me interesa mucho y me gustaría presentar pronto algún programa así.

En el refectorio de Santa Clara durante el Femás 2021.
En el refectorio de Santa Clara durante el Femás 2021. / Francisco Roldán

–¿Se ve más como solista o integrada en un grupo? ¿Piensa dar un paso hacia la dirección como hacen tantos teclistas?

–A mí me interesa todo. Estoy abierta a lo que venga.

–¿Se ve como una Emmanuelle Haïm o algo así en el futuro?

–Eso está muy lejos. Me estoy formando todavía. Me queda mucho para llegar ahí. Pero sí que me interesa en el futuro empezar a dirigir. No sé en cuántos años, pero sí. Quiero hacer de todo, quiero tocar como solista, hacer cosas de cámara y dirigir.

–Pues acerquémonos un poco. Hábleme de sus proyectos más inmediatos.

–Lo primero es grabar algún vídeo de esos que tiene todo el mundo ahora. Me da casi vergüenza decirlo, pero yo no tengo nada. Y en un año o dos quizás un disco con ese repertorio ibérico que le comentaba antes: desde la música temprana a Soler y Scarlatti. Pero no tengo fecha ni prisa. Me lo planteo como algo a largo plazo.

–¿La pandemia le afectó mucho?

–Uf, muchísimo. Hizo mucho daño, porque estaba empezando a hacer cosas y se paró todo, y ha sido muy largo

–¿Piensa volver a España una vez termine el Máster en Basilea?

–De momento, no. Lo he pensado un poco y mi plan es no volver por ahora. Aquí hay más posibilidades de hacer cosas. Es verdad que en Sevilla sí tendría bastante actividad, pero aun así me sentiría mucho más limitada que aquí, donde hay muchísimo que hacer, todo muy cerca. Ahora mismo lo mejor para mí es quedarme por aquí. En unos años quizá me plantee volver a España y dar clases o algo. Pero de momento me quedo.

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