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Chicuelo | Crítica
'Uña y carne'. Chicuelo. Producido por Juan Gómez 'Chicuelo'. Discmedi.
La rondeña que cierra el disco con la guitarra en solitario es lo mejor de Uña y carne. Un tema contemplativo, sereno, donde el intérprete da rienda suelta a su lirismo. Donde muestra un sonido poderoso y abierto, sin énfasis, sin excesos. En ella el tocaor se muestra como un virtuoso de la pulsación y el ritmo, a través de ideas musicales directas, pulcras y rotundas a las que lleva hasta sus últimas consecuencias sin la tenaza del ritmo. Donde da rienda suelta a su trémolo poderoso.
La guajira, luminosa, entusiasta, presenta el acompañamiento de percusión a cargo de Paquito González. Juega Chicuelo con el tema clásico de este estilo para articular sobre él un tema y variaciones de nuevo cuño muy gustosas, cálidas. La obra se cierra con un coro evanescente que le resta fuerza a la composición a la vez que la proyecta sobre el universo de las llamadas, en otro tiempo, "músicas del mundo".
Y, siguiendo el camino de la polirritmia, de la guajira pasamos a unos tanguillos cibernéticos aderezados por arreglos de cuerda y con la voz de La Chicuela. Dos bulerías incluye Uña y carne. Morena es una verdadera descarga de energía, con el bajo eléctrico del Carles Benavent, el creador de este instrumento, que se erige por meritos propios en protagonista de la pieza. El tema principal es una frase musical sencilla y directa, de resonancias épicas, que Chicuelo proyecta a otras dimensiones sonoras con cada variación melódica.
La réplica a la guitarra se la da en este caso la armónica de Antonio Serrano, un virtuoso del ritmo. Torre de la Miranda está protagonizada por los brillantes arreglos de cuerda que Marco Mezquida ha diseñado para la composición. Las sevillanas se abren y se cierran con un estribillo del dúo Los Makarines para dispararse en todas las dimensiones en la guitarra de Chicuelo, una obra lírica pero que conserva el espíritu bailable del género.
En los tangos nos encontramos con la voz de la cantaora La Tana que dice una letra compuesta para la ocasión por el guitarrista, un estribillo resultón que la sevillana dice con convicción y su fiereza habitual. La rumba es francamente cubana, hasta el punto de incluir la trompeta y el fliscorno de Carlos Sarduy.
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