"El derecho a la belleza es tan revolucionario como el derecho al pan"
Carmen Martínez-Pierret e Israel Fausto | Músicos
Carmen Martínez-Pierret e Israel Fausto Martínez Melero presentan un disco con tres sonatas de compositoras de principios del siglo XX
La ficha
LA HORA AZUL
Mel Bonis (1850-1927): Sonata en fa mayor Op.67 [1905]
Dora Pejačević (1885-1923): Sonata en mi menor Op.35 [1913]
Henriëtte Bosmans (1895-1952): Sonata [1919]
Israel Fausto, violonchelo
Carmen Martínez-Pierret, piano
Thelxínoe
Directores del ciclo Rasgando el silencio, que cumple su tercera temporada en el Teatro de la Maestranza destinado a presentar música escrita por mujeres, la pianista Carmen Martínez-Pierret y el violonchelista Israel Fausto han llevado al disco un programa que hicieron ya dentro del ciclo en marzo de 2022 y que recoge tres sonatas escritas por otras tantas compositoras entre 1905 y 1919. "Se trata del segundo disco de la colección La chambre bleue dentro del sello Thelxínoe –comenta la pianista, fundadora de este sello–, que está dedicada a música de compositoras que nos parece que merecen pasar al disco".
–¿De dónde sale el título de La hora azul?
–CM: Es el de un perfume de Jacques Guerlain, que representa el fin de la Belle Époque. Guerlain lo crea en 1912 con la intuición de que estaba viviendo el fin de un mundo. La Sonata de Pejačević es justo de 1913. La de Mel Bonis es de 1905, pura Belle Époque y art nouveau, y luego está la de Bosmans, de 1919, que es ya la entrada en el art déco y el fin de la guerra expresado muy crudamente en la propia Sonata, obra llena de dramatismo y de dolor, una especie de réquiem musical.
–¿Por qué estas tres obras?
–IF: De todas las que escuchamos nos parecieron de enorme interés por sus propios valores, pero también por la evolución musical que se puede rastrear en ellas. Son tres obras muy distintas. Es una época en la que el repertorio para violonchelo y piano no es tan abundante. Desde un Romanticismo más clásico, el de Mel Bonis, a una escritura muy característica del cambio de siglo, sin dejar de ser romántica, con un tratamiento fantástico del violonchelo, por una gran sinfonista, la de Pejačević, que yo desconocía hasta hace unos años; y luego una obra muy impactante y exigente en sonoridad, colores, la de Bosmans: su padre era un gran cellista y eso debió de condicionarla de algún modo, el instrumento está muy favorecido en su música, aunque ella fuera realmente pianista. Le otorgó a la obra una forma circular; hay en ella algunos elementos que recuerdan al Concierto de ElgarConciertoElgar, ese carácter cíclico y dramático, aunque la escritura no tiene nada que ver.
–CM: Son tres obras distintas de tres personalidades distintas. He intentado reflejar la personalidad de cada una con los acordes florales que cito en las postales que incluye el álbum [Bonis: bergamota, clavel y flor de vainilla; Pejačević: flor de naranjo amargo, iris y violeta; Bosmans: heliotropo, rosa y tuberosa], que no los he inventado yo, están en la propia página web de Guerlain. Mel Bonis era una mujer creyente y conservadora de ideas, valiente. No pudo casarse con el hombre que quería, y buscó alguien que le diera una posición económica sólida. Tuvo que pelear mucho para estudiar. Es fruto de esa época. En el libreto usamos textos suyos, pero cada una se expresa de una forma: de Mel Bonis escogimos los Diarios, no comunica hacia fuera; los sentimientos los vuelca en sus Diarios. Pejačević era aristócrata, pero acabó alejada de su familia y de su mundo, y ella se expresa a través de cartas: vuelca en confianza sus pensamientos. Es una mujer mucho más moderna. Mel Bonis durante la PGM hace beneficencia, pero Pejačević hace servicio social como voluntaria. Sus amigos la llaman “la socialista”. Bosmans es una mujer moderna: habla a través de sus entrevistas, hacia el exterior. Tres tipos de personalidades totalmente distintas, como mujeres y como artistas.
–En el disco las sonatas siguen el orden cronológico, pero también un camino hacia el pesimismo. ¿Pretendían enfatizar tanto ese contexto histórico en la grabación?
–CM: La idea es cronológica. Es un recorrido histórico: Estamos en esa hora azul, en esa premonición de un genio, como Guerlain, e inmediatamente llega la guerra, y eso se nota aquí.
–Guerlain da título al CD. ¿Cómo vincula su trabajo a la música?
–CM: El mundo de la perfumería me apasiona, se trabaja mucho con términos musicales, notas, acordes… Habrá feministas que me criticarán. Pero yo recuerdo que las primeras sufragistas americanas decían: “Queremos el pan, pero también las rosas”. Es decir, el derecho a la belleza, que es tan revolucionario como el derecho al pan. Por eso Lorca cuando hizo su discurso de apertura de la Biblioteca de Fuente Vaqueros dijo aquello de “A la gente hay que darle pan, pero también libros”. Esa reivindicación histórica de las feministas, el derecho a la belleza, parece haberse olvidado, pero está ahí. Me pareció que la historia del perfume venía muy bien. Guerlain era un genio, vio esa hora azul y tuvo esa premonición del fin de aquel mundo. Cuando los soldados franceses se iban al frente, las mujeres les perfumaban los pañuelos con L’heure bleue. La idea era esa: un mundo que iba a desaparecer, el de Mel Bonis, para la que la guerra fue el hundimiento del Titanic, estuvo siete años sin componer; luego Pejačević, con una obra auténticamente visionaria, pórtico de su madurez musical; y cierra Bosmans de forma bellísima pero desoladora. Las tres obras me parecen muy bellas: a Bonis se la relaciona mucho con Fauré, pero esta obra tiene estructura franckiana. Un mundo feliz, que se acaba.
–El mundo de ayer de Stefan Zweig planea sobre todo esto…
–CM: Sin duda. Es aquella frase de "Mis padres creían que vivían en una casa de piedra y en realidad vivían en un castillo de naipes", un castillo de naipes que cayó con estrépito.
–IF: De todas formas la obra de Bosmans tiene ese componente dramático pero hay también un punto místico. En el tercer movimiento, el lento, hay un punto que recuerda al Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen. El cuarto es un monumento bélico.
–También de la época es la extraordinaria Sonata para viola de Rebecca Clarke ¿Han tocado la versión para violonchelo?
–CM: Yo no la he tocado. Iba a hacerla con Gérard Caussé en París. La tenía trabajada, pero se interpuso el Covid, así que la preparé pero al final no pude tocarla.
–IF: Yo sí. Y además tengo un alumno en el Conservatorio que la está preparando, y tuve otra, que estudia ahora en Holanda, que también la preparó, por iniciativa suya, porque yo no le sugerí nada. En el ciclo hicimos el Trío de ClarkeTríoClarke, que es una obra fabulosa.
–El trabajo material del disco es exquisito, ¿qué retorno esperan?
–IF: Hay un trabajo estético importante. Uno toca un concierto, el concierto se acaba y ya está. Pero el disco físico queda, es una carta de presentación, es la reivindicación de un repertorio desconocido, y la estética es fundamental. Le hemos dado muchas vueltas al título, al material que queríamos incorporar, los textos, el aspecto...
–CM: Yo soy fan del papel. Si puedo comprar un libro en papel no lo compro en otro soporte. Si haces un disco físico tienes que ofrecer un producto que aporte algo especial, que tenga belleza. Si no vas a hacer un disco bonito, no lo hagas, súbelo a las plataformas y ya está…
–¿Hay más discos previstos para el sello?
–CM: Hay uno en otra colección (Pour le piano), un disco Satie para 2025, que es el centenario, y Satie es un compositor que me ha acompañado mucho tiempo. Para La chambre bleue hay un proyecto con la soprano Delphine Mégret, que estuvo ya el año pasado en el ciclo y vuelve este año para el Concierto de San Valentín, y con Bastien Rimondi, un tenor muy brillante, que trabaja mucho en París, y está ahora de gira con Les Arts Florissants. Y nosotros seguiremos grabando juntos, porque hay sonatas espléndidas y las piezas breves esperando que se graben.
–IF: Entre ellas, indudablemente la de Rebecca Clarke, pero también música de Luise Adolpha Le Beau o de Emilie Mayer…
–¿Rasgando el silencio termina este año?
–IF: El proyecto original era de tres años, con el compromiso de presentar a 60 compositoras en el escenario. Javier Menéndez está muy contento. Queríamos variar un poco para ir más allá de estas tres temporadas. Hemos mandado una propuesta para continuar una temporada con otro formato; el formato de diferentes grupos de cámara ya lo hemos explotado, queríamos hacer otras cosas para atraer otro tipo de públicos…
–CM: Hay mucho repertorio bueno. Hay obras maestras, y otras obras que a lo mejor no lo son tanto, pero merecen ser conocidas, porque forman parte de la historia y forjaron el sonido de su época. Por ejemplo, el programa que hago esta noche [esta entrevista se hizo el pasado 4 de diciembre; por la tarde, Martínez-Pierret tocó en el Maestranza un programa dedicado a compositoras españolas del período isabelino]: el piano español del XIX no es Albéniz. Yo le digo a la gente, si os pensáis que vais a descubrir a la Chopin o la Liszt españolas, no, porque sencillamente no los hay. Aunque Liszt escuchó a una de ellas, a Eloísa D’Herbil, y dijo, "esta niña es Chopin con faldas", pero bueno, no es Chopin. Esto surgió porque hubo una iniciativa de la Fundación March que sacó el nuevo canon del piano español, con muchos compositores que no son conocidos, pero no había ni una compositora. Yo entiendo que no las debieron encontrar porque si no las buscas no las encuentras. Y justo entonces me llamaron de Patrimonio Nacional para este proyecto de música de salón del XIX, y entonces nos pusimos a buscar, yo ya tenía cosas, y empezaron a salir compositoras. Muchas son obras escritas recién terminado el Conservatorio, con 22-23 años, incluso con menos, ¿por qué? Porque solían ser niñas de la aristocracia o de la burguesía que después se casaban, tenían hijos y dejaban de componer, así de simple; entonces lo que ahí se ve son obras juveniles, de compositoras en sus inicios a las que no se dio la oportunidad de forjar carreras, que no sabemos lo que habrían hecho con ellas. ¿Son obras interesantes? Sí, porque no todo tiene que ser de primer nivel para ser conocido. Hay que enriquecer el repertorio y poner esto a disposición de los intérpretes y de los oyentes. Hay un proyecto con la Universidad Complutense de editar las partituras y de hacer una grabación.
–IF: Es que además hay mucho repertorio de compositoras buenísimas que aún no hemos programado, como Florence Price y algunas otras americanas, por ejemplo. Y por ahí va nuestra propuesta para una cuarta temporada del ciclo.
–CM: Es importante trazar la genealogía de estas compositoras. Cuando se dice que la mujeres han sido borradas de la historia de la música… No han sido borradas, no han sido incorporadas. No puede ser borrado lo que no está. Es muy necesario hacer aflorar todo esto, darle luz, o, mejor, en este caso, sonido.
–¿Hasta cuándo hay que seguir rescatando música de mujeres por el hecho de ser mujeres?
–CM: Queda mucho trabajo por hacer. Nunca hablo desde el victimismo. Pero hay obras fruto del esfuerzo y de la voluntad, forjadas en muchos casos contra viento y marea, que son obras de gran valor. ¿Hasta cuándo? Hasta que podamos decir que se programa en igualdad de condiciones y que tengamos la posibilidad de acceder en igualdad de condiciones al repertorio de hombres y de mujeres. Hay un repertorio que ha sido omitido de la historia de la música y lo tenemos que reincorporar, al igual que el de otros muchos compositores que fueron eclipsados por el genio de turno. ¿Tienen sentido los ciclos de compositoras? Muchísimo hasta que salvemos ese desequilibrio.
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