"La canción española no deja de crecer en los Estados Unidos"
Anna Tonna | Mezzosoprano
La mezzo neoyorquina Anna Tonna registra un álbum de canciones españolas con Manuel de Falla y María Lejárraga de ejes principales
La ficha
1915. A trip to Granada
Isaac Albéniz (1860-1909): Granada [Suite Española, 1886] / El Albaicín [Iberia, 1909]
María Rodrigo (1888-1967): Ayes, tres canciones para voz y piano [1924]
Joaquín Turina (1882-1949): Corazón de mujer Op.39 [1926]
Miquel Ortega (1963): Pascua florida [2016]
Matilde Salvador (1918-2007): Tres nanas de Homenaje a la poesía femenina de América [1946]
Manuel de Falla (1876-1946): Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos [1914] / El pan de Ronda que sabe a verdad [1915] / El paño moruno, Nana y Canción de Siete canciones populares españolas [1914]
Anna Tonna, mezzosoprano
Mac McClure, piano
Edicions Albert Moraleda
Cuando se hizo esta entrevista, en plena canícula de julio, Anna Tonna preparaba para el Festival Little Opera de Zamora un programa con un doble rescate, La Araucana, una ópera de cámara de 1791 original del salmantino José Lidón, y La graciosa y el compositor, una tonadilla escénica de 1762 de Luis Misón. Paralelamente, la mezzo estaba presentando un álbum en torno a la relación entre Manuel de Falla y María Lejárraga.
–Siendo neoyorquina, ¿de dónde le viene este interés por la música española?
–La mayoría de los neoyorquinos somos de muchos sitios; yo soy de madre dominicana y padre maltés. Y como hispanohablante, me interesó cantar en español desde siempre. Desde que empecé estudiaba canciones españolas y latinoamericanas. En el curso 2007-08 gané la Beca Fullbright y me vine a España para estudiar canción española del temprano siglo XX. A partir de ahí empecé a especializarme de manera más intelectual y académica. Hice algunos trabajos para la Fundación Juan March y presenté artículos académicos y ponencias sobre el tema. Poco a poco he ido siendo más conocida como especialista de este repertorio español: tardío siglo XIX y temprano siglo XX.
–Y es en ese contexto que nace este disco...
–Exactamente. La idea es antigua, del año 2010 o 2011. Yo acababa de grabar unas canciones de Julio GómezJulio Gómez. Y empecé a interesarme por María Lejárraga a través de la musicóloga María Luz González, una gran estudiosa, que había escrito una biografía sobre Lejárraga en la que trataba en profundidad sus relaciones con los músicos con los que trabajó. Hay un capítulo en concreto dedicado a su amistad con Falla, y dentro de ese capítulo editó unos poemas bajo el título de Pascua florida. Lejárraga y Falla hicieron un tour por el sur de España mientras el compositor trabajaba sobre El amor brujo. Iban buscando una cierta autenticidad y pusieron su foco principalmente en la Alhambra. Estuvieron juntos unos diez días. Durante ese viaje ella escribió esos poemas cuyos originales, a lápiz, custodia hoy el Archivo Manuel de Falla. Mariluz editó esos poemas. Y tratando entonces con ella se nos ocurrió encargarle a algún compositor amigo que les pusiera música.
–Y el escogido fue Miquel Ortega...
–Exacto. Pensamos que era el músico ideal, porque Miquel se mete en la piel de las palabras. Ha escrito muchas canciones y mostrado un enorme interés por la poesía y la cultura españolas de la época. Era la mejor opción. Y lo demostró, pues nos ha dejado una música que es casi una continuación de la de maestros como Turina o Falla. Es lógicamente música más moderna, pero se trata de una transición muy natural musical y estéticamente. Sus canciones captan el aroma de este temprano siglo XX español, en el que estaba muy en boga el tema del alhambrismo: Julio Gómez o el maestro Alonso habían propuesto el tema alhambrista como parte de esa exploración nacionalista.
–Aparte de las dos canciones de Falla sobre poemas de Lejárraga, que son bien conocidas, incluye también una canción de Falla sobre Téophile Gautier mucho menos difundida.
–Es un ciclo de tres canciones escritas en París y dedicadas a la mujer de Claude Debussy. Las dos primeras son totalmente francesas, pero esta tercera es españolista, pues se trata de unas seguidillas.
–Y completa con Turina y con dos mujeres que cada vez se programan más, María Rodrigo y Matilde Salvador.
–La elección de Turina era normal, fue amigo de Falla y de Lejárraga, y escribió muchas piezas sobre poemas suyos. Aunque no quería hacer sólo un disco con textos de María y por eso escogí este Corazón de mujer, que tiene texto de otra mujer, Cristina de Arteaga. Quería seguir esta segunda línea con obras en las que estuvieran involucradas mujeres, y por eso las canciones de María Rodrigo, prácticamente la única compositora que se cita dentro de la generación de los maestros, y estas canciones sí son sobre textos de Lejárraga. Fueron amigas y compañeras en el movimiento feminista español, así que fue muy natural meter esas canciones en el disco. Lo de Matilde Salvador es otra cosa: ella usa en este ciclo poemas de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou, y son piezas que tienen un carácter mediterráneo, muy modal, muy en la línea de Falla, me servían para dar un poco de variedad pero dentro del mismo contexto y la estética del disco.
–¿Ha podido hacer ya este programa en concierto?
–El ciclo de Miquel Ortega lo estrené en el National Opera Center de Nueva York en 2017, pero este programa tal cual lo hice también el año pasado en la Semana Lírica de Logroño y en un par de sitios en Cataluña.
–¿Qué recepción crítica y de público tuvo?
–Hubo muchos que decían que todo olía un poco a Lorca, y es cierto. Por ejemplo las canciones de Rodrigo son como coplas y Miquel Ortega está muy compenetrado con ese mundo.
–¿Cómo ve ahora mismo este repertorio? ¿Se hace lo suficiente, se programa?
–Lo veo muy bien. Hace diez años había menos cantantes españoles cultivándolo a un alto nivel. Eso ha cambiado. La March es uno de los impulsores más importantes del país y su trabajo en este período de la cultura española ha generado mucha actividad, tanto en disco como en conciertos. Así de memoria, en los últimos años recuerdo a Sofía Esparza, que ha sacado un disco sobre Arrieta; Mar Morán con Aurelio Viribay uno sobre Leoz; Pablo García López, un tenor andaluz, sacó un disco precioso hace dos años de canción española; Adriana González, guatemalteca, otro sobre Albéniz… Muchos de estos jóvenes además no se conforman ya con lo básico, sino que están buscando nuevos autores y repertorios. Y esto no pasa sólo en España. La canción española no deja de crecer en Estados Unidos gracias a muchos cantantes latinoamericanos. No sólo las grandes estrellas, como Nadine Sierra y Lisette Oropesa, que cultivan la canción española con absoluta naturalidad, sino muchos jóvenes que están haciéndola ahora. En los conservatorios, las universidades y las escuelas están cambiando las cosas. Tengo una amiga profesora en la Universidad de Texas-El Paso, estadounidense, que aprendió español y ha creado un importante programa de zarzuela. Acaban de hacer Luisa Fernanda.
–¿Siente que su contribución en este desarrollo ha sido importante?
–No me considero importante, pero sí quiero sentir que he hecho una contribución. No yo sola. Por ejemplo María José Montiel estaba grabando también estas canciones hace 20 años.
–¿Tienen fecha para la presentación pública del CD?
–Queremos hacerlo en febrero. Mi sueño es que sea en Granada. La amistad entre Falla y Lejárraga acabó enfriándose, y me gustaría pensar que este disco los acerca, aunque sea simbólicamente, así que hacer la presentación del disco en Granada sería genial. Vamos a intentarlo.
1915. A TRIP TO GRANADA EN SPOTIFY
Una mujer en la sombra. (Otra) reivindicación de María Lejárraga
María de la O Lejárraga García había nacido en San Millán de la Cogolla en 1874, pero a los 4 años ya vivía en Madrid, pues allí ejercía su padre, cirujano. Cercana a la Institución Libre de Enseñanza y a los postulados pedagógicos de Emilia Pardo Bazán, trabajó como maestra, pero fue en la política y en la literatura donde su nombre es hoy con frecuencia recordado y reivindicado. Pionera del feminismo en España, fue diputada socialista durante la Segunda República y tras la guerra vivió en el exilio hasta su muerte en Buenos Aires en 1974. En 1900, con un libro de relatos ya publicado sin mucho éxito, se había casado con Gregorio Martínez Sierra y la pareja inició enseguida una carrera dramatúrgica en la que María ponía los textos y Gregorio la firma y la dirección teatral (cuando tocaba) de los proyectos creados en común (algunos, como la serie Cartas a las mujeres de España, que publicó la revista Blanco y Negro entre 1914 y 1916, como otros textos de naturaleza feminista, fueron recopilados en su momento en cinco libros editados hasta 1941, aún con el nombre del marido).
Todo el mundo sabía en su tiempo que bajo la firma de Gregorio se escondía María. Y por eso el viaje con Falla a Granada, mientras ambos trabajaban en El amor brujo. Para Falla, Lejárraga adaptaría también El sombrero de tres picos (a partir de la novelita de Pedro Antonio de Alarcón) y el compositor pondría música a algunos de sus poemas. En 2020 la Universidad de Granada publicó el interesante epistolario del compositor con el matrimonio. María Lejárraga fue además autora de los libretos para algunas de las más exitosas obras del teatro musical español de principios del siglo XX, como Las golondrinas de José María Usandizaga o Margot de Joaquín Turina. Tras la muerte de Gregorio en 1947 la riojana tuvo que reclamar por vía judicial la autoría de su obra anterior. Pero no se olvidó del esposo: empezó a firmar como María Martínez Sierra.
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