Alhambra Monkey Week
Un festival como los de antes
Kiko Veneno | Músico
Sevilla/Me quiero asegurar / Que mi sombrero está bien roto / Y los rayos pueden entrar en mi cabeza, cantaba Kiko Veneno en Los delincuentes. 44 años después de aquel emblemático álbum de Veneno, uno de los ineludibles puntos de fuga de la música popular española, José María López Sanfeliú firma su disco número 12 -sin contar múltiples trabajos conjuntos en compañía de terceros- con la sesera bien iluminada: Sombrero roto, a la venta el próximo viernes 5, supone la enésima reinvención de un músico inagotable, de un letrista siempre lúcido que, en otra imprevisible pirueta, se asocia con un productor cuatro décadas más joven que él -Santiago Gonzalo, alias Bronquio- para conseguir texturas sonoras hasta ahora inéditas en su larga carrera. Para rematar la faena, además, Sombrero roto se presenta en un deslumbrante formato libro-disco de diez pulgadas que, más allá del habitual una ilustración por canción, cuenta la historia de Kiko, sus reflexiones y dudas ante el proceso creativo, a través del prisma de los recuerdos de su hijo Adán.
-Tengo que decirle que, en esta ocasión, el objeto libro es tan hermoso que casi se come al objeto CD, al menos hasta que empiezas a escucharlo...
-El libro es un poco el pretexto para vender el CD, porque el CD no tiene ningún valor comercial hoy en día. Realmente hemos llegado a un punto en el que parece que la música como valor de cambio, que es lo que hoy con el capitalismo entendemos por valor, es muy poco, poquísimo. Cuando yo empecé en la música, en los años 60, estaban las compañías clásicas y se empezaron a crear muchas nuevas, Island, Virgin... Se vendían millones de discos. Era un negocio floreciente que luego se fue comprimiendo y yendo cada vez a menos, cada vez con menor valor comercial. El final de ese proceso es que hoy ya no se venden discos. El negocio de la música está en otro lado, aunque yo no sepa dónde. Para mí está en tocar, pero no en los discos ni en internet.
-La historia que narra el libro la escribe su hijo Adán. ¿Lo hace a partir de conversaciones con usted?
-Adán me lleva mis cosas en internet, se ha encargado siempre del diseño gráfico de mis blogs. Es una persona con mucho conocimiento de todo eso, pero además es escritor, poeta. Lo que ha querido hacer aquí es una cosa muy curiosa que se ha inventado él. Son textos suyos en los que a veces hace ver que soy yo quien habla, creando una especie de campo en ocasiones difuso, en ocasiones equívoco. Son cosas rescatadas de su memoria, así que en realidad es una recreación literaria. Muy cercana, porque, claro, hoy tiene 41 años, pero hemos vivido juntos durante muchísimo tiempo y ha seguido trabajando conmigo. Es una forma muy personal que él ha encontrado de filtrar mis opiniones y mis cosas. Por ejemplo, me gustan mucho los comentarios que yo hago a las cosas que dice Bob Dylan, que no son así, sino como él los percibe e interpreta para ponerlos en la historia. O sea, que mi voz está ahí, pero se confunde con la suya y con otras. Es muy gracioso.
-Y luego están las ilustraciones de Marta Lafuente Cuenca y Carmela Alvarado...
-Carmela, que es de Madrid, y Marta, que es de Barcelona, son dibujantes y pintoras y han hecho las imágenes bajo la dirección de Adán. Hay muchas pintadas hechas en la calle, efímeras, que al día siguiente ya han sido tapadas y sobre las que se vuelve a pintar. Es ese tipo de arte de las calles en el que se ve cómo las texturas van creciendo. Es el trasfondo popular, callejero, de toda esa información que, en el fondo, es propaganda que está en la calle y que, eventualmente, también puede convertirse en obra de arte, aunque sea efímera. Aunque el libro no es nada efímero: está hecho con una pretensión muy literaria y muy artística de proporcionar unos textos y unas imágenes que te hagan pensar.
-Resultan particularmente interesantes las reflexiones sobre la vida, sobre el amor, sobre el proceso de creación de las canciones... ¿Eso entra en el terreno del imaginario de Adán o se identifica con ellas?
-Sí, claro, está hecho con materiales míos y suyos también. Y me identifico totalmente. Él coge mis materiales y los ordena de una manera suya, personal. Es ese terreno que ha encontrado y que yo no sé definir muy bien. Me parece algo sorprendente. Pero ya digo, tampoco estoy tan interesado en definirlo: las cosas sorprendentes lo son para eso, para que te sorprendan.
-Comenzó trabajando en este disco con ayuda del músico uruguayo Martín Buscaglia, con quien grabó el álbum conjunto El pimiento indomable, y luego recurrió a Bronquio. ¿Qué papel juega en Sombrero roto?
-Empecé componiendo las canciones, veintidós, en mi estudio casero. Eran maquetas en las que dejé volar la imaginación, todo lo que se me ocurría. Había muchas cosas con piano, que yo no sé tocar muy bien, pero grabar maquetas es hacer algo que aún no sabes muy bien a dónde va a ir a parar. Después, a la hora de producirlo, una vez terminada ya esa primera fase creativa, llamé a Martín Buscaglia, que fue quien hizo la primera fase de la producción. Eso consiste en elegir las canciones o incluso qué versiones de cada canción. Por ejemplo, de Vidas paralelas tenía tres diferentes, y él eligió esa. Cuando empiezas a trabajar con alguien en la producción tienes que hacer caso, ya no es sólo tu voluntad. Y estás muy agradecido, porque la mirada de otro cercano a ti te ayuda mucho en ese trabajo. Así que el primer paso importante de la producción lo dio él eligiendo las canciones y los tonos. De ahí salieron las diez canciones en su tono y en su velocidad. Y a partir de ahí empezamos a grabar. Pero entonces yo había conocido ya al señor Bronquio, había escuchado canciones suyas, y empezamos a trabajar metiendo sus máquinas. Por ejemplo, lo que él hace en La higuera es meter bien, con calidad, las máquinas que yo había metido con más intuición que otra cosa. Igual con el bajo y la batería electrónica. En Vidas paralelas crea todo el ambiente electrónico; en Chamariz mete esos pianos tan bonitos... Cuando empecé a trabajar con él me di cuenta de que me gustaban mucho los sonidos que utilizaba. Es un gran músico, toca el piano, la guitarra... No sólo sabe de máquinas. Me gusta que tenga un pie en cada lado. Pero sobre todo me gusta el dominio que tiene de los sonidos contemporáneos. No es que yo quiera buscarme un socio para hacer música de vanguardia como está haciendo él. A mis 66 años no tengo ni voluntad ni talento ni sé lo que hay que saber para eso. A lo mejor lo estoy haciendo y no lo sé, pero bueno, no me identifico con eso. David Bowie sí lo hizo, hasta el último disco, que fíjate si es de vanguardia que no lo ponen en la radio, siendo una obra monstruosa. Yo no aspiro a hacer música de vanguardia, pero sí a trabajar codo con codo con músicos de vanguardia, gente que domina la tecnología y los sonidos. Ahí sí quería estar yo; quería que los sonidos actuales estuvieran presentes en el disco. Escucho con mucho deleite emisoras como Rock FM, pero también con mucho horror. Me sigue gustando el rock, para mí sigue siendo una música vital y con energía, pero cuando escuchas el mismo riff toda la vida... Así que también soy del pop. El rockero ama su fetiche hasta la muerte, pero el pop ama a su generación, a la música popular que le toca vivir con 15 años, que en mi caso fueron The Beatles, The Kinks o Jimi Hendrix. En el pop tú te identificas con la música de tu época, pero también con la de las generaciones que vienen detrás porque ya lo ves como un fenómeno cultural, y eso es muy interesante. Recuerdo cuando cogí a la generación de The Clash. Yo les decía "The Clash están bien, pero The Beatles son mejores". Pero claro, esa discusión no es pertinente, porque aunque evidentemente The Beatles sean mejores que The Clash, ellos eran clave para la gente que entonces tenía 15 ó 20 años. La música popular te permite ir avanzando con las generaciones, así es como yo lo siento. Por eso, en el caso de Bronquio, trabajar con él es una manera de engancharme a las nuevas generaciones, a sus sonidos.
-Bien mirado, la de no perder contacto con la actualidad, esa actitud pop, ha sido una constante a lo largo de su discografía. Por ejemplo, Seré mecánico por ti (1981) conectaba con la sensibilidad de la nueva ola. O el caso de Sensación térmica (2013), en el que reclutó a uno de los productores de cabecera del indie nacional, Raül Refree.
-Pues es verdad... Pero creo que lo que acabo de decir de mi amor por el pop es la primera vez que lo argumento. Sí, de toda la vida ha sido así, y no sólo para mí, sino para todos los enamorados de la música pop. También me gustan el jazz, la música clásica... Intento llevarlo todo para adelante. Mis fetiches, mis clásicos, son Duke Ellington, Miles Davis, Ray Charles -que durante mi juventud, aquí en Sevilla, era una figura enorme aunque luego haya quedado como un cliché- y la contemporaneidad, el pop. No quiero renunciar a nada de eso. La vida frenética que llevamos no nos permite muchas cosas, por ejemplo hacer música y escuchar música, pero cada mañana me levanto con una canción en la cabeza que tengo ya en mi disco duro interno. Ahí tengo miles de canciones maravillosas que me han impresionado y que de alguna forma bullen en mi interior. Y me las pongo en el cerebro: voy a escuchar esto, voy a escuchar lo otro... Me pongo música yo solo en mi cerebro. Como todo el mundo, vamos.
-Cuando apareció Sensación térmica algunos recibimientos fueron un tanto tibios. Llegué a leerle en alguna entrevista que eso también pasó con Veneno y que luego, con el paso de los años, aquel disco se convirtió en un clásico de la música española. ¿No le parece una comparación algo exagerada?
-Bueno, no, no creo que Sensación térmica vaya a tener el impacto de Veneno. No sé, tampoco me veo yo en la necesidad de juzgar mi trabajo. Yo lo hago y luego ya es la gente la que tiene que hablar.
-Se lo digo porque, aunque creo que es un disco con canciones fantásticas, me temo que tengo un problema con Refree: todo lo que produce termina sonando más a él que al artista que produce.
-Puede ser, puede ser... No digo que no. Yo ahí le di libertad total. Los últimos discos los había producido yo, desde El hombre invisible, que lo hice con Charly Cepeda, gran productor al que echo de menos. También produje el Dice la gente, y eso es tener que hacerlo todo tú. Y en Sensación térmica me vi liberado: Bueno, venga, va... A un artista, a un creador, a un productor no le puedes discutir. Si trabajas con él trabajas con él y ya está. Me sentí muy bien y me gustó lo que hizo. Se le ocurrían cosas que yo pensaba "Hay que ver lo que le sugieren a este hombre mis canciones". En ese caso le di libertad y él hizo lo que le pareció bien. En este disco, en cambio, ha sido muy distinto: primera fase de producción, Martín Buscaglia; luego al Estudio La Mina y tres o cuatro meses grabando allí con Raúl Pérez, que también ha tenido una participación muy importante; y luego, con esa base, ya me quedé con Santiago remodelando las canciones. Santiago ha sido el segundo productor del disco. El primero he sido yo, que he dicho "Esto es lo que me gusta y es lo que se va a quedar". Lo que hice con Refree fue completamente distinto. En este disco ha sido distinto no porque estuviera escarmentado de eso o porque pensara que Refree no hubiera interpretado bien mi obra. No, es porque me sentía así. En este disco, desde las primeras maquetas, he trabajado mucho en sonoridades, en mi voz, que es mucho más rica que en otros discos. Utilizo diferentes texturas y tonos. Eso ya es un concepto de sonido, de buscarte la voz y ver qué tono, cómo puedes interpretar con la voz y dar con el sentimiento que te está rondando la cabeza. Esa voluntad de producción sonora la he tenido desde el principio: en cuanto al sonido de la voz, el sonido de la letra. Por ejemplo, hay muy pocas guitarras. Aquí no vas a poder titular la entrevista como aquella que me hiciste en el 92 con el Cantecito, "Sevilla es la reserva de guitarras de Europa". Aquí hay otras cosas, es otro sistema, y eso sólo lo puedes hacer con gente muy buena, que son verdaderos artistas. Gente como Santiago, con una enorme generosidad, que son capaces de ofrecer, de aportar. No ha habido nada en lo que yo haya dicho "no, esto no me gusta", sólo alguna reconducción, sin lucha de egos ni nada parecido. Ha sido una colaboración franca, lo que se llama mutua ayuda, que decían los anarquistas. Ése es el terreno en el que nos hemos movido en este disco, en el de la mutua ayuda, pero con cierta dirección. Una especie de anarquismo, pero con un poco de dirección.
-También cuenta con arreglos de su antiguo vecino y amigo Michael Thomas, excomponente del Brodsky Quartet, exdirector de la Orquesta Joven de Andalucía y actualmente al frente de la Orquesta Ciudad de Almería. Siempre me ha llamado la atención que un tipo que ha hecho arreglos para Björk y Elvis Costello, entre tantos otros, sea invisible en la escena pop andaluza.
-En ese sentido, Sevilla y toda Andalucía es un poco desastre. En general lo es toda la percepción que tenemos de la cultura. Es muy pobre lo que el sistema político, económico y social deja para la cultura. Sevilla, por ejemplo, es esta ciudad que tiene esta calidad de vida, esta presencia monumental, este aroma, este ambiente, estas fiestas clásicas como la Semana Santa... Una de tantas cosas clásicas que tiene a las que agarrarse. Pero nada de esto tiene que obstaculizar otro tipo de desarrollo cultural. Una cosa que siempre he echado de menos en Sevilla, por ejemplo, es un casino, un centro cultural en el que reunirnos músicos de varias generaciones para intercambiar ideas. ¿Por qué? Porque creo que la música sevillana tiene muchísima personalidad, como la tiene la pintura, y siempre he echado de menos poder conectar con otros en un centro cultural intergeneracional para poner en valor la música de aquí. Sevilla no sólo tiene un color especial: tiene un sonido muy especial. Y ese sitio no ha existido ni existe. No hay una escuela de música popular más allá del Conservatorio, una escuela de música de oído, cuando la música es de oído. Un centro en el que poder relacionarnos varias generaciones y poder encontrarme con los Pony Bravo, que se nos están quedando ya mayores para la gente que viene detrás, y poder hablar con los que tocaron con Silvio y construir esa madeja como algo vivo. Percibo que lo que se deja a la cultura es muy poco, muy pobre para la importancia que podría y debería tener. Cada cosa tiene importancia según el sistema de valores vigente en el mundo, y los valores del mundo de hoy no están a favor de la cultura.
-A propósito: nada menos que Vox anunció recientemente la presentación de una propuesta de Ley de mecenazgo en favor del rock andaluz. ¿Cómo se le queda el cuerpo?
-Y me meten a mí ahí... Creo que esta gente no ha escuchado muchas canciones mías, porque no sé qué les lleva a meterme en esa amalgama. Bah, no le echo cuenta a eso. Son fórmulas políticas que usan para intentar llegar a la gente. Han captado que el rock andaluz es algo importante para muchos y se quieren meter ahí. Pero que me metan a mí me sorprende. En fin, no hay que echar cuenta a todo lo que diga Vox ni entrar al trapo, porque entonces les haces propaganda.
-Nunca ha ocultado su simpatía por el 15M...
-Nunca, aunque estamos en promoción y tengo prohibido hablar de política. Tengo que hablar de música, que es lo que hay que vender.
-Pues yo voy a preguntarle, por ejemplo, por la deriva un tanto patética del personaje Pablo Iglesias.
-Soy de esa gente que sintió algo con el 15M. Estamos acostumbrados a ver la vida en negativo: te pones en un bando y te das cuenta de que ahí no es donde tienes que estar; ves el de enfrente y te das cuenta de que ése es tu sitio. Así que realmente nos posicionamos en negativo. ¿Qué fue lo que me llamó la atención del 15M? Pues cómo todos los periódicos, las televisiones, las empresas de comunicación, los partidos políticos, las instituciones, cómo todos sacaron las uñas y se pusieron en alerta, como si fuera la revolución rusa o el comunismo que venía. Fue una respuesta completamente desproporcionada, porque realmente el 15M no era el soviet, ni la guerrilla, ni los tupamaros, ni el Che Guevara. Era gente que estaba en las plazas con una voluntad de cambio político, de superar una etapa de ocultismo, de transfuguismo físico y mental, de acaparamiento, en la que muy pocas personas al frente de grandes corporaciones gobiernan el mundo a su antojo, imponiendo normas cerradas y muy poco transparentes, destruyendo de paso el planeta, la cultura, la convivencia. Ahí es donde yo me quedo, no en la respuesta política que luego se organizó con Podemos, con la gente que toma postura ahí por un cambio de vida: esto tenemos que cambiarlo, no podemos vivir de esta manera, con esta falta de claridad y de espíritu crítico. Y creo que desde entonces en España se ha notado un cierto cambio: la gente está más pendiente de las cuestiones públicas y hay más criterio a lo hora de vigilar qué hacen los políticos con nuestro dinero, con su lengua pero con nuestro dinero. Ahí el terreno de juego ha cambiado aunque sea un poquito. Aunque el sistema siempre va por delante y contrarresta eso y mucho más.
-Y si el sistema siempre puede contrarrestarlo, ¿de qué nos sirve el breve entusiasmo? ¿Para coger aire?
-Sirve porque es lo único que nos queda, vivir la vida queriendo ver la realidad. Como decía John Lennon, vivir es muy fácil con los ojos cerrados, así que lo que debamos hacer vamos a hacerlo con los ojos abiertos y vamos a intentar ser conscientes. En España, yo qué sé, hay cinco millones de personas que votaron a Podemos y otros cinco que no votaron. Puede haber diez, quince o veinte millones de personas, de votantes, con capacidad para cambiar este país y crear otra situación de poder, pero no encuentran su camino. El único vehículo que tienen para expresarse son los partidos políticos. Pero a su vez los partidos políticos están presos de la ansiedad del poder y de todo ese mecanismo. Lo que falta es el movimiento social, civil, que esté por detrás y que no te da esa desesperanza de que las elecciones van a pasar y ese líder no nos va a funcionar bien, si es que hace falta algún líder. ¿Dónde están las emisoras de radio, los periódicos que reflejan la ideología, la vitalidad, las ilusiones de estos diez millones de personas que no aceptan la mierda en la que estamos viviendo y que tienen argumentos muy claros para definir esta situación, la pobreza económica y cultural que nos está cayendo encima, la barbarie, la confrontación permanente? No tenemos los vehículos para expresar eso, no existen, no están. Por eso digo que el sistema siempre va por delante, devora cualquier disidencia.
-Un panorama confuso y desolador...
-Claro. Yo estoy en la playa tomando el sol tranquilamente, pero debajo del agua hay gente muerta, gente que venía en patera y se ha ahogado. Y luego viene un barco de arrastre arrasando el fondo marino. Yo estoy muy bien disfrutando de la playa y del sol de Andalucía, pero la destrucción es muy superior a los bienes que estamos creando. Fíjate en los cafés que anuncia nuestro amigo el guaperas, las cápsulas de Nespresso... Esas cápsulas son muy difíciles de reciclar o destruir. Estamos en un momento en el que la producción de basura es muy superior a la de utilidad, a la de alimentos, de cosas válidas para la vida. Muy superior. Así que no hablamos de política, sino de una civilización que, en estas circunstancias, no puede sobrevivir. Nos estamos basando en los valores del dinero, del trepismo, de la ocultación, de la ambición, del poder ciego, y nos estamos olvidando de todo lo que realmente puede ser importante para la humanidad. Ésa es la política que me interesa a mí. Y creo que si fuéramos más conscientes de eso, no toleraríamos a los políticos que tenemos hoy. Pero creo que no queremos enterarnos. Estamos muy a gusto tomando el sol y echándonos nuestras cremitas mientras nos tomamos una cerveza fresquita, aunque ahí, delante tuya en la playa, haya destrucción, pobres que sólo querían trabajar y han terminado alimentando a los peces; barcos destrozando el fondo marino para que puedas comerte cuatro almejas. ¿Y mañana, qué? Pronto vamos a llegar a un callejón sin salida, a un punto sin retorno. Quizás entonces tengamos que tomar conciencia.
-Voy a meterlo en otro charco... Formó parte de una candidatura a la junta directiva de la SGAE junto a gente como J, de Los Planetas, o Jorge Martínez, de Ilegales, con una inequívoca intención regeneradora ante los continuos escándalos en la entidad. Pero al final acabaron retirándola porque la convocatoria no cumplía los requisitos mínimos de transparencia ni las exigencias del Ministerio de Cultura, entre ellas la implantación del voto electrónico.
-Bueno, en realidad eso no es ni un charco, es un oprobio para la cultura española. Lo intentamos, sí, pero la SGAE es hoy una cueva de ladrones de la que algunos se están llevando muchos millones y no dejan que nadie entre. ¿A quién hay que corromper, a mil tíos para que toquen de noche en las televisiones dándoles mil euritos de vez en cuando? Pues los corrompemos. Ya está. Y nos llevamos 20, 30, 40 ó 50 kilos anuales. Lo de la SGAE es un rollo que ni siquiera tiene que ver con la política o con la cultura, sino de latrocinio puro y duro. Había 300 millones al año de recaudación y fueron a por el dinero creando un sistema endogámico que convirtió la intermediación económica entre los artistas y el público en una cueva de ladrones. Eso es lo que son. Y lo curioso es que lo han hecho con la ayuda de grandes músicos, que o no han tenido conciencia de lo que estaban haciendo o la han tenido, pero, bueno, total... Para que se lo lleve otro ya me lo llevo yo. Pues no, lo que yo digo es que para que se lo lleve otro que no se lo lleve nadie. No quiero apuntarme al campo del cinismo, prefiero la honradez. Por supuesto que hay momentos en los que tienes que luchar por lo tuyo y en ocasiones yo también he dicho "esto es para mí, porque me hace falta para mi obra, para mi trabajo, para mi familia". Así que yo también he sido egoísta y he tomado decisiones en mi vida un poco cínicas, como todo el mundo, pero lo he hecho eventualmente y con respeto, con vergüenza, no aprovechándome por sistema de las veredas que están abiertas para la gente sin escrúpulos, impávida frente al sentimiento de otras personas.
-En Sombrero roto se arriesga y apuesta por sonoridades electrónicas inéditas en su discografía. ¿Le preocupa la aceptación entre el público con una imagen muy formada del Kiko de siempre?
-Bueno, ya he visto por ahí a gente que escuchó La higuera, el primer single, y dice que no le gusta nada. "¿Esto qué es? Esto no es el Cantecito...". Me preocupa moderadamente. Quiero decir, que no me angustia. Con la edad cada vez te preocupan menos cosas, aunque lógicamente todo este esfuerzo es para llegar a la gente. Soy muy feliz con lo que hago y no me provoca ninguna desazón, pero a nadie le gusta trabajar en vano. Me arriesgo porque es mi vida, porque es lo que sé hacer. Y claro, uno siempre espera la recompensa de llegar al público.
-Me consta que se mantiene al tanto de la actualidad de la escena musical sevillana. ¿Cómo la ha visto evolucionar desde los 70 hasta hoy?
-Pues creo que mi generación fue la última que marcó desde Sevilla, de manera potente, la música popular española. La generación de Lole y Manuel y de Triana, que triunfaron con el aliciente de la novedad que suponía todo aquello. No fue sólo un soplo de aire fresco, sino una auténtica revolución. Aquello fue como continuar la República: la guerra civil nos cortó el rollo; se cargaron a Lorca, a Miguel Hernández, Alberti y Falla se tuvieron que ir, pero 40 años después la poesía volvió a ocupar las calles y los corazones de la gente. Y lo maravilloso fue que aquella generación de artistas sevillanos triunfó en toda España, cosa que no se ha vuelto a repetir. No fue, como suele ocurrir tantas veces, un movimiento cultural interesante pero minoritario. No, fue una música que pegó un pelotazo y rompió todas las barreras regionales y mentales. Veneno estábamos por detrás, no cogimos ese carro. Yo ahora hablo con mucho respeto y cariño de Triana, pero cuando estábamos en Veneno aquello nos parecía una antigualla: "Mira esta gente, todavía con el rock sinfónico...". Nosotros estábamos en el punk y nos sentíamos más avanzados. Yo tuve luego mucho éxito popular con el Cantecito, pero lo de Triana, lo de Lole y Manuel, fue un movimiento. Hubo un momento en el que pensé que iba a ocurrir algo similar, un movimiento parecido, con Pony Bravo, con La Buenas Noches, grupos que estaban ya tocándolo, rozándolo, pero no sé exactamente qué ha ocurrido para que hasta ahora no lo hayan conseguido. No sé si es que son demasiado perezosos o tienen muchas dudas vitales. Supongo que, en el fondo, tendrán las mismas dificultades que yo para seguir creando y grabando nuevos discos.
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