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"Cuando uno estrena canciones siempre hay una tensión adicional"

Héctor Buitrago. Componente de Aterciopelados

Tras una década sin registrar temas nuevos, el dúo colombiano Aterciopelados retorna con 'Claroscura'. Este fin de semana presentan su nuevo álbum en Granada y Sevillla.

Héctor Buitrago y Andrea Echeverri en un a imagen promocional.
Blas Fernández

03 de octubre 2018 - 06:00

Sevilla/Desembarcaron por primera vez en España allá por el otoño del 98 dentro de la gira Calaveras y diablitos, compartida con la mexicana Julieta Venegas y los argentinos Fabulosos Cadillacs. Por entonces, el dúo colombiano Aterciopelados ya era un fenómeno en su país y en buena parte de Hispanoamérica, pero aquí apenas comenzábamos a conocer a Andrea Echeverri y Héctor Buitrago gracias a la distribución de su cuarto álbum, Caribe atómico, y a canciones como El estuche. Desde entonces y hasta hoy se puede afirmar sin ambages que la de ambos es una de las discografías más llamativas en la vastísima escena de pop en español facturada al otro lado del Atlántico, una carrera galardonada con una larga lista de premios de esos que tanto gustan a (lo que queda de) la industria, siempre con un pie en el mainstream y el otro en sus orígenes como banda independiente. Tras una década sin grabar nuevas canciones, un largo lapsus dedicado a sus proyectos en solitario, el grupo volvía recientemente a la carga con Claroscura. Estos días presentan su nuevo álbum en España, país al que no han dejado de volver desde aquella primera y lejana visita. Apunte las fechas andaluzas: este viernes 5 recalan en la Sala Aliatar de Granada (teloneados por Astropálido) y el sábado 6 en el Caravan Sur Festival de Sevilla.

-Populares en Hispanoamérica y todavía desconocidos aquí. ¿Se les hizo rara aquella primera gira española?

-Bueno, con nosotros fue todo muy rápido. Con el primer disco, que sólo se editó en Colombia, nos hicimos muy conocidos en el país. Con el segundo, que ya se editó en toda Latinoamérica, El dorado, nos hicimos muy populares también en México, en Argentina y en otros países. Entonces, viendo la disquera que había potencial con los grupos de rock latino, fuimos a hacer esa gira a España. La discográfica estaba apostando y para nosotros fue muy emocionante poder viajar finalmente a España y tratar de repetir ese éxito que estábamos teniendo en Latinoamérica. Es un país muy diferente en cuanto al público, en cuanto a la manera de acercarse a la música latina y también en cuanto a los géneros musicales que tienen éxito. Ésa fue la apuesta de la disquera, aunque realmente nunca se logró tener ese impacto que se pensaba. Los grupos de rock latino tuvieron cierto éxito, pero quizás no el que las disqueras esperaban. Creo que nosotros, los grupos, también esperábamos repetir en España el gran éxito que teníamos en Latinoamérica, pero no fue así. Quizás pasó en algunos momentos con algunas canciones, pero se convirtió en un nicho. Y ahí estamos, en ese nicho.

-Resulta extraño que durante tantos años hubiera una desconexión casi completa entre las escenas a ambos lados del Atlántico. Siempre se alude al factor distancia: para un grupo hispano hacer una gira aquí es tan caro como para un grupo español hacerla allí. Ahora, al menos, los podemos escuchar en tiempo real...

-En cierta manera sí. Pero a pesar de todo, ahora hay tanta información que lo difícil es enfocarse y saber qué música es la que está más a la mano, con más calidad. Hay tanto que uno se pierde en esa maraña de información. Recuerdo que precisamente en esa época hablamos de la propuesta de radicarnos en Madrid una temporada para aprovechar ese potencial que había. Si nos quedábamos un par de semanas y nos volvíamos, todo lo que habíamos logrado, el ambiente que habíamos calentado, se enfriaba de nuevo al regresar a Colombia. Pero nunca aceptamos esas propuestas, porque significaban separarse de la familia y hacer un esfuerzo muy grande. Ahora estamos en otra etapa y, claro, sentimos que internet ayuda. Es más fácil. Lo chévere es que gracias a internet ahora podemos ir a España una o dos veces al año y ahí tenemos a nuestro público. Y así, muchos grupos.

-Me va a permitir una pregunta propia de revista del corazón, pero creo que tiene su importancia. Andrea y usted fueron pareja cuando aún andaban con su primer grupo, Delia y Los Aminoácidos. ¿Es así?

-Jajaja... Precisamente el dejar de ser pareja fue una de las razones por las que aquel grupo desapareció. Pero como un año después fue que formamos Aterciopelados, aunque ya no como pareja, sino como amigos y colegas.

-O sea, que una ruptura sentimental no implica perder la capacidad de trabajar juntos.

-Así es. Afortunadamente nosotros pudimos volver a acercarnos gracias a la música. Después de haber terminado, un día Andrea y yo nos encontramos y me dijo que la habían invitado a cantar en otro grupo, que qué hacíamos, que si volvíamos o no. Y yo le dije, claro, sigamos, probemos. Formamos un nuevo proyecto y le pusimos otro nombre. Así llegó Aterciopelados.

-Uno siempre tiende a buscar en las canciones rasgos biográficos. En ese sentido, la divertida Dúo, por ejemplo, me hace pensar en Andrea y Héctor como pareja...

-Bueno... Andrea escribe esa canción y como en tantas otras nuestras hay un toque de humor, de ironía. Hay un juego con aquella primera época antes de Aterciopelados. Habla de cómo nos conocimos y le pone un poquito de pimienta a la canción. Básicamente es una historia condensada de todo lo que ha sucedido con Aterciopelados hasta el día de hoy.

-Vale, ahí podemos acertar, pero la tendencia a identificar necesariamente autor con canción es matemáticamente imposible. ¿Cuántas veces tendría que enamorarse y desenamorarse uno para escribir tantas canciones sobre el tema?

-Sobre todo, tal vez en las primeras épocas, hay más canciones autobiográficas. Pero después uno aprende a escribir de las situaciones que ve, que ocurren en el entorno. Y lo hace sin necesidad de enamorarse o desenamorase, de estar deprimido por una relación. Simplemente uno ve las historias que suceden a su alrededor y escribe de ellas.

-Tras Río, su octavo álbum, se centraron en sus proyectos solistas y no volvieron a reactivarse hasta 2016 con el directo Reluciente, rechinante y aterciopelado. Pero para escuchar canciones nuevas hemos tenido que esperar a Claroscura. Una década, nada menos.

-Así es, diez años... Después de Río todavía estuvimos tocando tres años, pero luego vino una separación. Creo que fue porque nuestros productos como solistas estaban pidiendo su espacio en la vida de cada uno y finalmente lo encontraron gracias al agotamiento de la carrera de Aterciopelados, después de muchos años de estar girando, de estar compartiendo. Sí, hubo ahí una separación en la que dijimos hagamos esto. Creo que los dos queríamos movernos en los proyectos solistas y profundizar en ellos, tocar en vivo. Ya teníamos cada uno dos, pero en esos tres años editamos cada uno un disco solista más. Andrea editó su disco Ruiseñora y yo Niños cristal con el proyecto Conector. Luego vino la invitación para celebrar los veinte años del festival Rock al Parque aquí, en Bogotá. Creo que el festival, en ese cumpleaños, tuvo su gran apogeo. Y ahí fue que volvimos a juntarnos y a tocar como Aterciopelados. Quisimos hacer un disco con canciones nuevas, pero ahí vino la propuesta de Sony de hacer mejor un concierto en formato desconectado. Y nos pareció buena idea. Pero el disco con canciones nuevas se fue retrasando hasta que ya al fin, el año pasado, empezamos a hacerlo. Y ya tenemos Claroscura, diez años después de Río.

-Uno de los detalles que más me llaman la atención cuando reviso la discografía de Aterciopelados es el incremento paulatino del uso de la electrónica. No son una banda de pop electrónico, pero siempre está ahí.

-Sí, así es. Me gusta mucho comprobar la evolución de la música, las nuevas herramientas, las nuevas formas de hacer en el estudio, de trabajar con pluggins... Siempre me gustó experimentar y me gustan esas sonoridades. Tal vez Andrea trata de ir un poco más hacia los instrumentos convencionales, por eso hay un poco de todo en este disco. Por una lado hay un peso grande de la electrónica, pero también canciones con un sonido rock más tradicional.

-Piernas, sin ir más lejos.

-Sí, Piernas suena a blues.

-O Show, que es un corrido.

-Sí, sí. Pero sin embargo todas tienen un toque muy experimental, tratando de sonar frescos y auténticos con las herramientas que brinda el estudio.

-En ese sentido destaca Tu amor es, porque es fácil reconocer en Aterciopelados la influencia de géneros folclóricos: esto es vallenato, esto es cumbia, esto es corrido... Pero no resulta tan fácil descubrir cuáles son sus referentes electrónicos.

-Realmente escucho tanto... En el pop actual hay cosas muy buenas en cuanto a la producción, también en la música electrónica bailable. Han cambiado incluso las estructuras de las canciones. A eso es a lo que nos atrevemos en Tu amor es, a jugar con la estructura, y es algo que viene de la música electrónica del 2000 para acá, jugar con los intros, con los puentes... Me gusta oír de todo y saber qué está pasando en la música.

-También me llamaron la atención varios comentarios en YouTube a propósito de Ay Ombe (Vamo a relajar el pony): "¡Vallenato con beats! Sólo Aterciopelados". Un poco exagerado, ¿no? Desde hace años asistimos a una notable eclosión de músicos que mezclan folclore hispanoamericano con electrónica. En cualquier caso, ¿se sienten pioneros?

-Bueno, siempre hemos sido atrevidos. Unas veces las cosas han funcionado y otras no. A veces nos salen canciones un poco raras y todavía 15 ó 20 años después nos parecen extrañas. Incluso a nosotros mismos nos cuesta entenderlas. Pero luego hay cosas que sientes que sí han funcionado. Nos hemos lanzado a hacer todo tipo de fusiones. El mismo Baracunatana, que salió en el álbum La pipa de la paz [1997], tenía un ritmo dembow aunque fuera una canción rock. Ya usábamos esos ritmos que luego se popularizaron y se volvieron electrónicos, y que ahora están por todas partes. También hicimos incursiones con salsa; con hip-hop en El estuche; Maligno, que tenía mezcla con tango... Fueron cosas que luego hemos visto que se popularizaron. Lo del vallenato con beats no es nuevo. También habíamos hecho ya una canción en La pipa de la paz, Miss Panela, que tenía algo de vallenato. Y en la versión desconectada de Baracunatana también invitamos a tocar el acordeón a un rey del vallenato. Hemos hecho esas incursiones desde hace muchos años.

-Precisamente Ay Ombe (Vamo a relajar el pony) cuenta con una de las dos colaboraciones destacadas de Claroscura, la del intérprete de vallenato Jorge Celedón, además de la de la rapera chilena, afincada en Francia, Ana Tijoux en Play. ¿Cómo surgen?

-A veces incluso nos esforzamos porque haya disparidad, diversidad. De ahí el nombre del disco, Claroscura. Por ese abanico de sensaciones, de ritmos, de mensajes que incluso pueden resultar contradictorios. En Play, estábamos en el estudio trabajando con el Cachorro López, productor de cinco de las canciones, y al llegar a la parte final sentimos que ahí podía caber un rapero para terminar la canción. Así llegamos a Anita Tijoux, que es rapera. La llamamos y resultó que tenía previsto venir a Colombia cuatro días después. Fue maravilloso. Vino, entró al estudio y de repente dijo que no rapeaba, que lo que quería era escribir algo para cantarlo. Hizo su parte muy libremente y así quedó. Fue muy sincrónico, muy fluido.

-¿Y con Celedón?

-Con Jorge Celedón hay una cuestión más conceptual. La canción tiene esa mezcla de música vallenata con beats. El vallenato es un género que se asocia con el machismo, así que conceptualmente funcionaba que un representante de ese mundo pudiera, en esa parte de la canción, pedir perdón a la mujer por el maltrato. Él no está metido en esos escándalos. Jorge Celedón es uno de los músicos más brillantes del vallenato y un ser humano muy especial, muy chévere, y precisamente aceptó hacer esa parte de la canción para que ese concepto se completara. Es una canción contra el maltrato, y funciona muy bien, porque el vallenato, aquí en Colombia, es reconocido como un género machista.

-Pero definir a los géneros como machistas puede ser una cuestión resbaladiza. El rap pudo serlo hasta que comenzaron a aparecer raperas. Ahora pasa con el trap, se le califica como machista, pero hay traperas dando una visión muy diferente. Hay miles de canciones de rock machistas, sin embargo nadie lo considera hoy un género machista.

-Así es. Lo hicimos con el vallenato por ese juego conceptual. Aquí son muy pocas las mujeres que hacen vallenato. Han surgido un par de nombres populares, pero al menos acá es un género en su 95% masculino. Tiene esa connotación, aunque nosotros sepamos que las cosas no son así. Ha habido muchos escándalos e incluso cantantes tristemente célebres por sus actitudes machistas. Pero claro, sé que las cosas no son así de simples. Y eso lo estamos viendo con el reguetón. Son procesos de los mismos géneros: empiezan radicales y luego van mutando hasta que finalmente se vuelven pop. La tendencia ahora en Colombia es que el nuevo pop es el reguetón y ya no son canciones machistas, sino de amor.

-Vamos terminando y no me gustaría dejar de preguntarle qué bandas colombianas actuales no deberíamos perdernos...

-Ahora hay muchos proyectos buenos de diversos géneros. Hay un músico que me parece brillante, todavía no muy conocido y bastante radical en su manera de hacer música, muy personal, Edson Velandia. Hay que tenerlo en cuenta. Pero son bastantes. Te puedo nombrar a un grupo que hace rap con bases de funk, Los Petit Fellas, que están muy bueno también. También hay unas chicas que hacen una cosa muy personal, Las Añez. Han colaborado con nosotros. Hicieron los coros en todo el DVD Reluciente, rechinante y aterciopelado. Y hay otro grupo que hace una mezcla muy novedosa que no se parece a nada, Los Rolling Ruanas, que mezclan rock con la música de una región de aquí, Boyacá, música carranguera. Tocan con guitarras acústicas, no tienen batería, pero la gente poguea.

-La última... Después de haber tocado por todo el mundo, ¿se sigue poniendo nerviosos ante una nueva gira?

-En las giras, en tu misma carrera, hay momentos que generan tensión. Por ejemplo, cuando uno va a estrenar un disco y no lo ha tocado mucho. También depende del escenario, del festival, si hay muchos grupos, si hay mucho público. Todo eso tiene que ver. En general, claro, ya estamos acostumbrados a todo esto, pero cuando uno estrena canciones siempre hay como una tensión adicional. Pero en España tenemos un nicho, gente que nos quiere mucho, así que es muy chévere encontrarnos de nuevo con ellos. Y además, también está la comunidad latina, que siempre va en todas las ciudades españolas en las que tocamos y que aprecia mucho la llegada de grupos de Latinoamérica.

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