El perfil de Alberto Núñez Feijóo
Un adulto para tiempos convulsos
Juan Bravo
Sevilla/HAY veces que usted se cita para almorzar con varios matrimonios jóvenes y siempre hay alguien que no para de levantarse de la mesa para tenerlo todo absolutamente controlado. Son ese tipo de personas generosas, pendientes de ceder el mejor asiento a la señora y que acuden a la mesa de los niños para comprobar que se están comiendo los filetes empanados antes que las patatas y no abusan del ketchup. Se dice que un amigo de verdad es el que te ayuda en una mudanza, pero hay que reconocer que también lo es el que se ofrece a llevar a tu hijo a la matraca de cumpleaños que la sociedad de consumo ha impuesto, así como a recogerlo de los partidos de fútbol que condicionan las mañanas de sábado de toda la familia. Tener un amigo transportista es mucho más que tener un simple tesoro, es casi poseer la Joya del Carambolo.
El consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, Juan Bravo (Palma de Mallorca, 1974) es el típico padre muy integrado en la vida escolar de sus hijos. Dicen que hay tres sitios a los que se debe ir lo menos posible: el banco, el juzgado y el colegio de tus hijos. Bravo desafía las reglas no escritas y está integradísimo en el cole. Es el culo de mal asiento en los restaurantes porque se preocupa de los demás. Se levanta las veces que hagan falta. Gran bebedor de coca-cola, cede el paso para que las señoras tengan el camino más cómodo para acudir al baño y vela por los hijos propios y los ajenos. Es hiperactivo a la hora de examinar si la prole está almorzando o tonteando con las porciones de pizzas.
Este político con perfil de caballero con la mano en el pecho gasta relojes de aguja con correa de cuero. En Sevilla se ha revelado como una fashion victim. Luce trajes a medida, muy aficionado a los de raya diplomática y a los zapatos oxford abotinados. Hay actos recientes a los que ha acudido con el terno elegante, pero sin corbata, lo que ha generado el runrún de los finos observadores. Es un tipo con don de gentes al que le gusta estar a bien con todo el mundo, por eso trata de cumplimentar con espíritu de camaradería a todos los portavoces de los grupos políticos.
En sus intervenciones se le nota que la cabeza le va más rápido que la dicción. Tal vez ahí radique el tono de niño pijo que le sale al hablar en más ocasiones de la cuenta. También abusa quizás de la contundencia en algunos mensajes centrales de sus discursos, como al prometer grados de ejecución presupuestaria que no dependen de él.
Cuando llegó a la Consejería de Hacienda tras la repentina dimisión de Alberto García Valera, Bravo decidió quedarse con todo el equipo de su predecesor, incluido el viceconsejero, quien fue su antiguo jefe de la Agencia Tributaria en sus años en Ceuta. A los futboleros, esta maniobra les recuerda a una cosa parecida a lo que hacía el Sevilla F. C. con el entrenador Víctor Espárrago, al que fichaba como segunda opción para enderezar el rumbo del equipo que esos años aspiraba a sobrevivir sin apreturas.
La vida son recuerdos de un jugador de fútbol sala conocido como Juanele en las camisetas. De aquella afición procede quizás su tendencia a moverse rápido en espacios reducidos, al regate corto y a la finta dialéctica. La vida son recuerdos recientes de sus hijos en el colegio de la Inmaculada de Ceuta, esa ciudad autónoma a la que llegó como delegado de la Agencia Tributaria y de la que fue diputado nacional. De las tardes de primavera en la placita de Correos disfrutando de tertulias en las que es recordado como un gran conversador. De los domingos de cafelitos familiares en el Hotel Ulises. La vida es un refugio de verano en la playa de la Herradura. Y es seguir interesado por deportes, sobre todo el fútbol sala, aunque ya no lo practique. La vida es cuidarse la barba con especial esmero, con un corte general al siete, según los expertos observadores. La vida es regular la dieta para que los trajes le queden como un guante. La vida es ir a ver a todos los grupos parlamentarios con humildad para explicarle sus propuestas presupuestarias, admitiendo enmiendas y haciendo didáctica con los números. La vida es cumplir lo que se dice: “Te dije que me pasaba por la Velá y he venido”.
Hay veteranos del Parlamento que aseguran que al presidente Moreno (“Llamadme Juanma”) le ha pasado con Bravo lo que a Franco con Carrero. “No hay mal que por bien no venga”, dijo el dictador en el discurso de Nochebuena de 1973. El problema de salud del primer consejero parecía un mal presagio, pero esta vez, como tantas otras veces, a Juanma le ha sonreído la suerte. Toda la falta de pundonor que le achacaban como candidato y líder de la oposición le está sobrando ahora gracias una habilidad claramente demostrada.
Bravo es de lo mejorcito que le ha podido pasar al PP de Andalucía. Hace justo un año solo conocía a Juanma de algún saludo en los pasillos y de la convención de abril de 2018 que se celebró en la capital andaluza.
Su talento es innato. Sabe comunicar. Se explica con soltura. Y encima en una Consejería muy técnica como Hacienda, que suele tratar temas más que áridos. Es la sonrisa del régimen. Ola sonrisa del cambio, si se prefiere. Es de esos tipos que sonríen, caen bien (al contrario que Montoro, de cuyo presupuesto seguimos viviendo en España) y explican las cosas con fluidez, sin los tecnicismos pretenciosos o la altivez de otros consejeros que nos recuerdan sus estancias en el extranjero cada dos minutos. Bravo es directo: “No podemos gastar más de lo que ingresamos”, “tenemos que hacerle la vida fácil a las personas”.
Tiene el mérito de haber sacado de sus casillas a Susana Díaz, La Que Mandaba en el PSOE, cuando fue a saludarla tras la aprobación de los presupuestos. El desaire de la Sultana no le fue ajeno a quienes la conocen. ¿Verdad, Mario Jiménez? Ay, Mario, que ahora penas por Huelva tras años de servicio en silencio... y en tu cofradía del Silencio.
La aprobación de los presupuestos ha sido el primer signo de estabilidad del conocido como Gobierno del Cambio. Fue una especie de renovación tácita. Juanma tenía un contrato de seis meses y ha conseguido renovarlo para cuatro años. Ha dado un aldabonazo. De ser un problema para el partido, al que le tenían preparado el recambio en forma de gestora presidida por Zoido (ahora de parlamentario en Bruselas, donde no hay melva), Moreno se ha convertido en una suerte de barón de barones, más incluso que el gallego Feijóo, que como la margarita sigue soñando... con ser romero. Y en buena medida ha sido posible gracias a la gran gestión en la elaboración y aprobación de los presupuestos.
Bravo presenta un rasgo que es raro en un cargo del PP. Se siente del partido, le gusta el partido. Cultiva la relación con lo militantes, a los que siempre da ánimos. Se afincó en Triana al recalar en Sevilla. Recién nombrado y siendo todavía casi un desconocido, se pasó por la sede del PP de la calle Evangelista. Vio la puerta abierta y entró sin previo aviso. Estaba un grupo de militantes de tertulia. Saludó y se presentó: “Hola, soy el consejero de Hacienda”. Algún veterano con guasa de la Cava le espetó: “Y yo soy el Obispo de Burgos, tequiyá”. No se amilanó, ni se enfadó. Sacó una foto para demostrarlo. Los militantes no se lo creían. ¡Un consejero en la sede! Se pasó la tarde explicando su trabajo en el gobierno. Todos acabaron encantados de una charla que incluyó, por supuesto, un café.
Si le dan espacio, como a todo jugador de fútbol sala, puede llegar a ciertas metas. Sabe las cosas y sabe explicar lo que sabe. Pero la política es un terreno de barro enfangado donde a la mínima puede caerse de bruces. Y a veces haber caído de pie en Sevilla puede generarle envidias en sus propias filas. Y de quien menos se lo espera.
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