El perfil de Alberto Núñez Feijóo
Un adulto para tiempos convulsos
QUIÉN tiene más palcos en la Semana Santa de Sevilla. Quién no conoce límites para pedir entradas para el Pregón. Quién se hace el sueco a la hora de pagar el almuerzo en el Real Alcázar en homenaje al pregonero, quién organiza las mesas y sabe cuáles son las reuniones convenientes y las uniones imposibles. Quién lleva años a la espera de ser rey mago y quién ha dicho que no a serlo. Quién se cree con más derecho que nadie a tener más pases de libre circulación por la carrera oficial, quién se cuela en la recepción de la Feria en la caseta municipal, quién dice que no a las peticiones de última hora y lo hace manejando con templanza la seda o el percal, según los casos;quién demuestra una paciencia infinita cuando la tarde del 5 de enero soporta al mismo tiempo los nervios de los padres de los niños de la cabalgata, el enfado de un rey mago con el protocolo, las peticiones de los medios de comunicación o la tardanza en llegar de alguna autoridad.
Toda esta información, que bien compendiada equivaldría al verdadero catálogo sobre la microvanidad al modo hispalense, está en posesión de Manuel Sainz Méndez (Sevilla, 1969). Un veterano y discreto empleado del Consejo de Cofradías que ejerce también como director de la Cabalgata del Ateneo.
La Agencia Tributaria tiene un superordenador que controla a los contribuyentes. Es conocido como Berta, la señora sin rostro que cruza los datos y trinca a los defraudadores. Este Sainz, criado en el seno de una familia de cinco hermanos, es una suerte de Berta al estilo sevillano. Ay, si escribiera el libro sobre las verdades del barquero que tan bien conoce por su posición privilegiada en el Observatorio de las Vanidades Locales.
Hay acaudalados de la ciudad que temen su llamada a partir de marzo, cuando acompaña al presidente del Ateneo, el doctor Alberto Máximo Pérez Calero, a convencer a empresarios, políticos, profesionales liberales o artistas para que encarnen a un rey mago. Dicen que Pérez Calero y Sainz llevan la sonrisa esculpida en el rostro y el sable bien escondido. Sable para pegar... el sablazo. Y Manuel lo hace con un estilo tranquilo y afable que contrasta con el de su inseparable cuñado, Pedro Lissen, siempre con más nervio. Los cuñados se complementan a la perfección. Pedro, también empleado del Consejo de Cofradías, es el responsable de los horarios y la seguridad de la cabalgata. Manolo Sainz y Pedro Lissen forman una de esas parejas habituales en el paisaje urbano de la ciudad, siempre compenetrados a la perfección.
Cuántas veces hay Melchores, Gaspares y Baltasares que se entusiasman con el ofrecimiento en febrero y se caen en marzo. O aquel alcalde de Sevilla que se autodescartó días antes del anuncio de los nombramientos y hubo que buscar una solución de urgencia. ¿Y lo que cuesta hablar de la cabalgata en primavera, cuando quedan ocho meses para la Navidad? Dicen que tiene mérito hablar de Semana Santa todo el año, pero más lo tiene buscar a la Estrella de la Ilusión en abril o mayo. En el fondo, esa labor callada y silenciosa de este animoso director es un homenaje cotidiano a aquellas huchas que había junto a las cajas de muchos establecimientos de la ciudad: “La cabalgata del Ateneo agradece su donativo”.
Ay, aquellos años de la economía disparada por el ladrillo, el dinero entrando a espuertas por todos los organismos públicos y las grandes empresas. En ese período de riqueza efímera accedieron como socios a los clubes privados supuestamente selectos quienes nunca antes habían imaginado tal posibilidad. Algo parecido ocurrió con los reyes magos. Aquellos años hubo que gestionar mucho de puertas adentro. Y todavía hay quienes fueron magos de Oriente y hoy están a la sombra de algún centro penitenciario o pendientes de causas judiciales.
Manuel Sainz forma parte de la sociedad civil que reduce el colesterol en carreras matutinas a la vera del río, el itinerario por el que te encuentras al presidente de Telefónica con Rosauro Varo, a los peperos Teodoro García Egea y Elías Bendodo, o a este Manolo Sainz con el abogado Fermín Sánchez, hermano de San Bernardo, o Manuel Fernández Armenta. Sainz rebaja así las calorías de esas frituras que le pirran casi tanto como las medias noches y las agujas de ternera de Ochoa o de Ana Mari, la de Salteras. Le encanta la tortilla de patatas, pero no puede ver el huevo cocinado de ninguna otra forma. Tiene el honor de haber corrido dos maratones en Sevilla. Terminó los dos, aunque alguna lengua asegura que necesitó asistencia para concluir uno de ellos.
Formado en las aulas de los maristas y del Instituto Murillo, muy pronto desarrolló la capacidad para atender al público, cultivar las relaciones sociales, lidiar con los perfiles más agrestes y oler a la distancia al abusón, al tieso y al que se las da de tener más de lo que realmente tiene.
De su padre, José Luis Sainz, ha aprendido casi todo, entre otras cosas las claves internas del Consejo de Cofradías. Esa regla máxima por la que los empleados tienen que trabajar, ver, oír y callar. Ypor eso las juntas superiores pasan y ellos permanecen. A José Luis Sainz le oímos en tiempos una de las mejores frases: “Hay gente que tiene dos sillas en la carrera oficial y se cree que tienen el cortijo El Torbiscal”.
La vida es recordar a un abuelo materno, Manuel Méndez, del que aprendió tantas cosas y heredó el beticismo. Méndez hacía de tío bético en los populares diálogos radiofónicos que mantenía en Radio Sevilla con su sobrino sevillista, que era Pepe da Rosa. Hay gente a la que le gustan más los toros en Sevilla que la Fiesta Nacional. De Manuel Sainz se dice en alguna tertulia que le gusta más el Betis que el fútbol. La vida es ingresar en las primeras huestes de beduino en los tiempos de García Díaz como presidente del Ateneo y acabar como director de la cabalgata, con la aportación fundamental de Jesús Corral Zambruno en los diseños artísticos. Por medio conoció y colaboró mucho con Diego Lencina o Ramón Espejo. La vida son recuerdos de aquel pertiguero perfectamente peinado y revestido delante del paso de misterio de la Borriquita. O de aquellos primeros intentos por hacer el camino del Rocío en un grupo de amigos bautizado como el de Los indecisos, donde estaba Antonio Rivera. La vida es sentir cierta pena al quedar excluido del servicio militar por rozar el sobrepeso. Expresó en el Hospital Militar un deseo inocente que nosotros compartimos:quería hacer la mili. El capitán de turno le salió con guasa: “Niño, calla. Te libras por sobrepeso... o por tonto. Pero te vas librar”.
De perfil clásico. Siempre parece recién salido del probador de Galán. Pocos zapatos se ven tan impolutos cada mañana por la Avenida de la Constitución. Apasionado de los relojes, de la vida ordenada y programada. A veces parece que lleva todo en una cuadrícula. Los veranos son para la Antilla y Chipiona. Y en el recuerdo quedan la piscina militar a la que accedía por la vía del abuelo materno, o el balneario de Ledesma.
Sainz es un hombre que no para. Hiperactivo. Antes viajaba como una centella con la moto Piaggio y ahora a bordo de una Honda. Algunas veces es visto jugando al pádel en las pistas del Labradores, sudando más que un pavo en diciembre. En cambio, casi no suda cuando tiene que responder que no puede traficar con sillas, palcos, entradas para el pregón o puestos de la cabalgata. Ni con tantas de esas cosas por las que muchos de esta ciudad darían la hacienda, la vida y hasta el honor.
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