El perfil de Alberto Núñez Feijóo
Un adulto para tiempos convulsos
José Castro
Sevilla/EN la España que se toma a guasa la figura del cuñado, que difunde chistes de todo tipo por esas autopistas de la mala baba que son las redes sociales, hay cuñados que son absolutamente claves en la evolución de algunas trayectorias. ¿Qué sería de algunos personajes públicos con cierta fortaleza sin su correspondiente cuñado? Pongan un buen cuñado en su vida y échense en la hamaca y que les sirvan una copa de Möet Chandon, rosado a ser posible que es más caro. España tuvo su cuñadísimo, el todopoderoso Ramón Serrano Súñer que en los años cuarenta dio forma jurídica al régimen de Franco y dirigió los asuntos exteriores. Y en esta ciudad tenemos todo un cuñadísimo que preside con éxito desde hace años uno de los clubes más importantes del fútbol europeo.
José Castro (Utrera, 1958) es presidente del Sevilla F. C. desde que José María del Nido tuvo que dimitir para cumplir una pena de prisión. Castro fue vicepresidente desde 1999, primero con Roberto Alés y después con Nido. Castro tiene dos másteres aprobados con alta calificación sin necesidad de haberse matriculado en instituciones especializadas en altas direcciones. El primero es el máster en cuñadismo. Su cuñado, Francisco Guijarro Quintero, le abrió primero las puertas del célebre restaurante de Utrera, donde trabajó de camarero, y después las del negocio inmobiliario. Guijarro se vinculó mucho al Sevilla en tiempos de Luis Cuervas y vivió la etapa clave de transformación de la entidad en sociedad anónima deportiva. Nació entonces el famoso paquete accionarial de Utrera.
Comanda a comanda en el restaurante y venta a venta de inmuebles, siempre en los negocios de Guijarro, Castro fue evolucionando favorablemente, con la gran virtud de ser consciente de sus limitaciones, oyendo mucho y hablando poco. El segundo máster fue estar junto a José María del Nido casi veinte años en la gestión del club de Nervión, al que había llegado –también– por la vía del hermano de su mujer.
Castro aprende con gran habilidad de todos los que están a su alrededor. Tiene la listeza del hombre de pueblo. Carece de oratoria, pero sí tiene buen oído. Se ríe y sonríe mucho. No promueve conversaciones, pero se entera de todo.
Tiene claro que el saber no se concentra sólo en las Universidades. “Está muy repartido”, se le ha oído afirmar en más de una ocasión. Y a él le ha correspondido el saber de quien se ha pasado años a la vera de un cuñado emprendedor y al lado de un abogado de fuerte carácter y capacidad de mando como José María del Nido, de quien fue un vicepresidente discreto, a la sombra, de ruan. Estos dos másteres han endurecido a Castro de tal forma que, por poco que le aguanten los resultados, hará falta mucha agua caliente para sacarlo del despacho de presidente del Sevilla. En el fondo, forma parte de ese grupo de hombres de la provincia que han triunfado en la capital.
Su vida cambió el 5 de diciembre de 2013, cuando se hizo firme la sentencia que enviaba a prisión a José María del Nido por el caso Minutas. Era jueves. El Sevilla jugaba en Santander la ida de una eliminatoria de Copa del Rey. Era víspera de un festivo, por lo que el viaje lo tenía todo para ser atractivo para los altos mandos. El único miembro del consejo de administración que acompañó al equipo fue Pepe Castro. Todos los demás se fueron a estar junto a José María en su casa del Aljarafe. Todos preveían una jugada de Nido de última hora para colocar a su hijo en la presidencia, pero no fue así. Tras las pascuas navideñas, Castro fue encumbrado a la presidencia. Hasta hoy, aunque siempre, de alguna manera, soportando la sombra alargada de José María del Nido. Hay quienes opinan que este utrerano le da más importancia de la que tiene a la figura del ex presidente. Pero el caso es que Castro, por ejemplo, no usa el “presidente” en el inicio de su dirección del correo electrónico institucional, tal como le correspondería, sino que prefiere que el suyo sea “jcastro”.
Cuentan que su historia con José María del Nido recuerda a la de Ramón Sánchez Pizjuán, quien para darle fuerza al Sevilla se fue a Madrid como miembro de la Real Federación Española de Fútbol y le dejó el cargo al Marqués de Contadero. Cuando Pizjuán retornó, el aristócrata se negó a dejar el puesto y, además, el Sevilla fue nada menos que campeón la Liga. Con Castro el Sevilla sigue ganando títulos y, encima, bate como presidente el récord de finales disputadas.
La vida son tres pilares:Utrera, el Sevilla F. C. y una bonhomía personal basada en la exaltación de la sencillez. La vida es saber que los críticos recuerdan su condición de ex empleado de hostelería, pero él suma más finales que nadie como presidente. La vida está marcada por los orígenes de una familia humilde y por lo mal que lo pasaba cuando veía que los empleados del club no eran bien tratados. Dicen que tiene una fuerte conciencia social como hombre de izquierdas. La vida es no reaccionar jamás con violencia ni virulencia, huir de las polémicas y aparecer cada vez menos en los medios porque es consciente de que no controla esos terrenos. La vida es acudir a Casa Ruiz para relajarse tras los partidos. La vida es dar tal muestra de sencillez que se encuentra a Luis Carlos Peris y le confiesa: “Para leerte tengo que usar el diccionario”. La vida es sentido del humor para encajar el mote de Mao que le puso el periodista Rafael Almansa. Es tener muy presente que Utrera es el “centro del universo”, cultivar el gusto por el flamenco y muy pocas más aficiones.
Castro es una suerte de Pantagruel en rojiblanco. Bebe mucha coca-cola zero y poco alcohol, pero come mucho. “De ojana nada, carne y cigalas grandes”. Se pirra por los dulces, especialmente por las bizcotelas. No tiene reparos en pagar. Es espléndido, por lo que desenfunda rápido la cartera. Algún futbolista bromea y dice que el presidente tiene cuerpo de pera. Tiene la costumbre de mesarse los cuatro pelos que le quedan. Se peina a lo Anasagasti.
No soporta que José María del Nido no salte de alegría por los goles del Sevilla. Está al día de quienes se siguen viendo con el polémico abogado. Tiene sus espías particulares... No se cierra el traje al comenzar los discursos y suele dejarse la corbata corta. Cuando viaja con el equipo por Europa no se preocupa en citarse con nadie para almorzar, hasta el punto de que se queda fuera de todas las reuniones y tiene que llamar para ver dónde están comiendo los directivos y empleados. Los pequeños accionistas le ponen nervioso los días de junta general, porque sabe que intervienen desde la emoción y suelen ser los más incisivos.
Su sueño es construir el tercer anillo del Sánchez Pizjuán para zanjar los rumores cíclicos de venta del club; la reforma de la Ciudad Deportiva, para descartar cualquier sospecha de recalificación, y seguir confiando en Monchi, que consiguió recuperar para disgusto de los partidarios del ex presidente.
Como hombre de pueblo, Castro es extremadamente desconfiado, aunque es cierto que también es muy confiado cuando tiene a alguien por leal. El utrerano que se curtió de camarero y que supo vender casas y solares ha confiado para el consejo de administración en personas que después no han dado la cara por él. En este sentido se ha llevado chascos que le han generado cierta inseguridad. Hoy goza de un consejo prácticamente hecho a su medida. Sigue sustentado en la presidencia por Rafael Carrión y los herederos de Roberto Alés, al que visitaba en su casa para pedirle consejo. Castro sabe delegar en José María Cruz, el hombre de la hoja de Excel, y en Monchi, el hombre que goza de total libertad para la parcela deportiva. La repesca del León de San Fernando ha sido uno de los principales logros del utrerano, una jugada maestra que el letrado no le perdona a ninguno de los dos.
Castro tiene buena relación con el Betis, porque cuando era vicepresidente se encargaba de asistir a todas las reuniones preparatorias de los derbis. Desde que es presidente se ha estilizado un poco. O, al menos, lo intenta. Dicen que de ahí viene que sea más presumido en la elección de las monturas de las gafas. Se puso un sueldo como presidente del club de 300.000 euros anuales, una decisión legítima y lógica que generó la polémica de turno ya sosegada. Castro viaja en un carruaje al que sus críticos han metido palos en las ruedas con mucha frecuencia, esos mismos que no celebran los goles del equipo que –se supone– debe unirlos a todos.
Cuando se le hace un comentario sobre cualquier asunto es muy probable que Pepe Castro reaccione con una muletilla que es marca de la casa que le sirve para escurrirse del debate:“Las cosas, las cosas...”. Y si es Feria acaso pregunte a su interlocutor: “¿Quieres un Möet Chandon?”. Su vida, al fin, es un aprendizaje en la sombra y comerse todas las bizcotelas posibles. Las de verdad y todas las que entran en la caja del lenguaje figurado.
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