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El camaleón con micrófono

Salomón Hachuel

El periodista ceutí se ha ganado a la ciudad tras treinta años de oficio. Tiene una envidiable capacidad de adaptación a cualquier entorno. Sólo se rebela cuando oye faltas de respeto a su confesión religiosa

Salomón Hachuel / Rosell

Sevilla/LA audacia y la capacidad de mimetizarse con el entorno son virtudes deseadas por políticos con anhelos de notoriedad o altos directivos de empresa que aterrizan en una ciudad desconocida. Dicen que hay quienes se tatúan un camaleón como prueba de adaptación a las circunstancias y de versatilidad. Salomón Hachuel Abecasis (Ceuta, 1963), hijo y hermano de farmacéuticos, es un periodista que llegó a Sevilla en los años ochenta, después de los Mundiales de Fútbol, curiosamente en las mismas fechas en que se presentó por estos lares el cardenal Amigo, con el que ha llegado a cultivar una bonita relación. Ambos, por cierto, se han visto en más de una ocasión en los despachos del Palacio Arzobispal. Hachuel fue placeado por la ciudad en sus inicios sevillanos por dos personajes tales como Josele y Melado. Tardó muy poco tiempo en ser un perfecto camaleón.

Este ceutí es un periodista de los que merecen la consideración de comunicador. En su tierra natal y en su amada Costa del Sol ejerció de joven director de radio. Su voz lo llena todo. Es la banda sonora de la ciudad que busca los mediodías, cuando en las casas ya se huele el guiso cotidiano. Sabe de casi todo. Y si no conoce el paño, aparenta con habilidad que conoce el tema. Si usted quiere comprar un coche es el amigo perfecto que controla a los directores de los concesionarios. Si quiere ir a Isla Mágica o Aquópolis con sus niños, pregúntele a Hachuel. Siempre hay un amigo de Salomón allí donde usted quiere llegar.

Es alérgico a las gambas y a los langostinos, pero devora las patas rusas y las cigalas. Su manjar preferido es la concha fina especialidad de su añorada Costa del Sol, el lugar del planeta donde querría vivir su retiro dorado.

Lleva con mucha discreción su condición de judío. Acude a Ceuta a cumplir con las festividades principales de su confesión.

Está considerado un perfecto camaleón que se adapta a todo con rapidez y con éxito notorio. De Antena 3 a la SER sin problemas, con la salvedad de apostar ante todo por la entonces poderosa Onda Media. Este judío con encanto presenta galas cofradieras o programas de Semana Santa. Y también lo hace... sin problema. Profesionalidad se llama. Jamás verán a Hachuel fuera de juego o mal posicionado en ningún sentido. Es listo como pocos, por eso toca todos los palos. Si presenta un libro parece que lo ha escrito él. Si hay movimiento, turbulencias o cambios de régimen de cualquier orden, pónganse cerca de Hachuel. Se conoce a la perfección las claves de la ciudad, incluido el manual de la ojana. A veces actúa, hasta puede sobreactuar, para ganarse al público más profundo de la ciudad. Y lo logra. Al fin y al cabo hacer radio tiene mucho de interpretación. Es un arte.

Cuentan que su voz llena por igual un acto en el Teatro de la Maestranza que en el escenario de la velá de un barrio. Tiene esa capacidad de revestir de solemnidad el acto más sencillo, de captar la atención del público con una voz marcada por la blancura, el magnetismo y una absoluta incapacidad para herir.

Hubo un tiempo gozoso en que presentó la programación del fin de semana de la SER para toda España. Tenía que desplazarse cada semana a Madrid. En plena faena en la capital del reino le tocó vivir aquel terrible sábado en que apareció el cadáver de Miguel Ángel Blanco y el nacimiento del espíritu de Ermua.

Hay quien dice que la cadena llegó a considerar dejarlo ya en Madrid como icono permanente de los fines de semana. A vivir que son dos días. Pero su sitio estaría para siempre en la emisora de Sevilla, donde es tenido por un conversador agradable, rápido y que jamás aburre al interlocutor. Acepta todas las posiciones diferentes a la suya. Sólo salta cuando oye injurias contra su confesión religiosa, las típicas frases manidas que menosprecian al pueblo judío. Se rebela contras esas faltas de respeto.

Su gran hito como comunicador es la creación de la Operación Buena Gente, que fundó en sus tiempos de Antena 3 y que ha continuado con éxito en la SER. Lleva más de 30 años con una recogida de juguetes navideña que forma parte del imaginario colectivo de la ciudad. Y dicen que está muy orgulloso de ser uno de los promotores de los premios a la excelencia en la investigación que llevan el nombre de Manuel Losada Villasante, el Premio Príncipe de Asturias andaluz. La idea surgió en una tertulia posterior a la emisión del programa La Cámara de los Balones desde la localidad carmonense. Hachuel tiene desde entonces una relación muy estrecha con don Manuel y su mujer.

La vida es...

La vida es librarse de los efectos de aquel denominado antenicidio que acabó con la emisora engullida por la SER. Se salvaron Sonsoles Ferrín, Ramón Barrenechea y él. La vida es esconder a la perfección las filias y fobias en materia futbolística. Es celebrar con alegría el encuentro con cualquier amigo o compañero por la calle. Salomón siempre tiene una sonrisa para usted. Hay quien dice que se apunta a cualquier cuchipanda improvisada, incluso a una ronda de aspirinas, aunque es evidente que se cuida como un banderillero del siglo XIX. En tiempos tenía como un rito fijo la cerveza de los viernes en el bar de Ramón de la calle Canalejas. La vida es un despacho con ventana hacia la calle Gravina, por donde pasa el Gran Poder. Allí conserva un banderín antiguo de la emisora. La vida es una tapa de huevas con mayonesa o aliño de pulpo en el Donald, el pollo frito o el salmón marinado de Ignacio Vidal y, cómo no, los cacahuetes que empapan la cerveza en el Lairén. La vida es haber viajado hace poco tiempo a Israel y retornar absolutamente entusiasmado. La vida es seguir jugando al pádel, antes en Antares y ahora en Aljamar.

En la radio se decía en tiempos un aforismo muy popular para evitar el desencanto del público al conocer personalmente a los locutores:“Si la voz te enamora, no te pases por la emisora”. Dicen que con Hachuel no se cumple, que los que acuden a conocerle en persona se van embelesados por este personaje de la sonrisa permanente. En el fondo tiene un poco de encantador de serpientes.

El día del año 2000 que cerraron Los dos hermanos, el bar de la calle San Jacinto de Triana fundado en 1936, no lo pasó nada bien. El arrabal es uno de sus lugares favoritos. Tiene confianza ciega en sus productores, que son los costaleros de su programa Hoy por Hoy. Su voz engancha, pero los temas deben estar bien seleccionados y con las entrevistas preparadas. Nunca olvidará a Campitos, el abuelo de Paz Vega al que invitaba a sus tertulias y que varias veces le repetía un ruego: “Zalamón a ver si traes a mi nieta que está estudiando periodismo”.

Trabaja los 25 de diciembre, los Viernes Santos y los primeros de enero. Procura no tener ni un solo enemigo. Forma parte de los tres tenores de la ciudad: Antonio Yélamo, director de la SER; Diego Suárez, director de contenidos y Salomón Hachuel, director del Hoy por Hoy Sevilla. Un acto político de altura que se precie debe tener la presencia del trío.

Ha conocido ya a cuatro directores. Tiene habilidad para salirse de un charco en el que se haya metido en un programa en directo. No le verán nunca sacar los pies del plato, ni asumir riesgos en sus ratos de ocio. Clásico en el vestir. Sabe estar y cuida mucho el estar en todo momento. Tiene envidiosos porque tiene éxito, pero no los cultiva, ni los refiere jamás. Los condena con el silencio. El arma más difícil de emplear para quien llena con su voz cualquier estancia.

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