El buscador de olas
Beltrán Pérez
Con solo 44 años, Beltrán Pérez es uno de los grandes veteranos en el organigrama de la ciudad. La aciaga noche electoral de 2015 recibió una llamada: “Beltri, ¿estás preparado?”. El ‘kitesurf’ es una de las pasiones del candidato del PP a la Alcaldía
Sevilla/Al calvo no conviene señalarle su alopecia plena, como al rey jamás se le ha de referir su desnudez. Al jefe le incordia que le reprochen que ha incumplido una promesa concreta, sobre todo cuando es verdad, máxime cuando es un político y está en lo alto del machito, en su momento más fuerte, de mayor respaldo y con un sólido aval popular. Beltrán Pérez (Sevilla, 1974) cometió en 2011 el error de comentarle a Juan Ignacio Zoido que estaba a la espera de ser nombrado portavoz del grupo municipal, como efectivamente le había sido anunciado en su momento. El alcalde era en ese instante una suerte de emperador hispalense por los 20 concejales obtenidos unos días antes y por el recuerdo fresco de miles de sevillanos que lo vitorearon el Jueves de Corpus.
A Zoido le escribieron una biografía y poco le faltó para que le levantaran un arco del triunfo en la Puerta Jerez. Ahora ya se sabe que adultos y niños lo recibieron con palmas y olivos, pero cuatro años después... lo clavaron con crueldad extrema en el madero de la oposición. Zoido no digirió aquel comentario de Pérez en el ascensor del Ayuntamiento.
La verdad es que Beltrán podía haber hablado del calor, de las camisas en oferta de Sobrino, de la nueva marca de bonito que se despacha en Trifón o de la cola de gente pidiendo trabajo al nuevo gobierno del PP. Pero no. Le dijo lo que no debía. Zoido subió en el ascensor, pero Beltrán... comenzó a caer. No fue nombrado portavoz, sino relegado a la labor insustancial de la coordinación de los distritos. Cuatro años penando entre difusos proyectos de descentralización de los que nadie habla en las tabernas. Pero hay gente que si la echan a los lobos es capaz de volver liderando la manada.
Y ahí, orillado en el gobierno local, comenzó su aventura aquel concejal con espíritu de gladiador que hoy es el candidato a la Alcaldía tras haber sido parte fundamental en el bando victorioso de Virginia Pérez en el congreso provincial, aquella cita celebrada por los peperos a cara de perro. Guau.
El candidato Pérez se curtió como político en las caracolas de Derecho de los años noventa, las instaladas junto al Teatro Lope de Vega en los años de la masificación. Fue uno de los fundadores de UESE, la Unión de Estudiantes Sevillanos que agrupaba al alumnado conservador frente al progresista de LAPI (Lista de Alumnos por la Participación y la Integración). La izquierda dominaba los cargos de presentación del alumnado hasta que Pérez y compañía construyeron la alternativa.
En una reunión en la cafetería de la Facultad (inolvidable la ensaladilla, el camarero de gafas gordas y tiza en la oreja y la foto enmarcada de la Buena Muerte), este Pérez combativo, habitualmente moderado, proclamó a lo Scarlett O’Hara: “Juro que la izquierda no volverá a ganar en Derecho”. Y la muchachada de derechas, donde se alineaban Rafael Belmonte, David Antequera y Pedro Molina, entre muchos otros, ganó a la de izquierda en la que ya vivaqueaba una tal Susana Díaz y se movían estudiantes como Miguel Ángel Millán y Rafael Pineda, los conocidos como Celis´boys. Fue un año de trabajo intenso. Porque este Pérez, que ya tenía peinado de marine de la base de Rota, no suelta la hebra cuando la coge.
Como tenga un objetivo, toda su vida gira en torno al objetivo. Será por eso que socialistas como Marchena –poco sospechoso de ser amigo de Beltrán– asegura en las tertulias que Pérez es el único dirigente del PP con visión política y conocimiento de los barrios.
Denso para unos, apasionado para otros. De joven era becerrista con carnet. A su padre le costó varios miles de kilómetros la afición que dicen que hoy ejercita ocasionalmente y con un respeto casi religioso. Será por eso que se acostumbró pronto a las cornadas. En las conversaciones siempre se apoyaba mucho mucho en la jerga taurina. “...Y se pararon los relojes”, decía con una gesticulación ad hoc cuando terminaba de narrar hechos relevantes. Si en sus años de facultad ganaba el Betis, se quitaba el jersey en la case para lucir con orgullo una elástica verdiblanca. Hoy casi no usa ya el lenguaje taurino y se le ve bastante alejado del fútbol. Hay quien apunta a que de la pasión juvenil por los toros se quedó con ciertos códigos de conducta: la lealtad a la palabra dada, no rehuir la dificultad, mantener la templanza en los malos momentos y saber sufrir cuando toca. Siempre con una cuadrilla de confianza a la que somete a Camarón de la Isla cuando hay que viajar en coche.
Tal vez conserve su destacada habilidad (y acidez) juvenil para dibujar caricaturas. Alguien todavía guarda una de un catedrático de prestigio subido a un tanque mientras dos profesores ayudantes corren sudorosos junto al carro de combate. Era genial. Uno de los sufridos corredores ocupa hoy un cargo de cierta notoriedad en la ciudad. Dibujó también carteles de convocatorias de fiestas (algunas eran las populares barriladas) con tanto éxito que la gente los arrancaba de las paredes para hacer la colección. Inolvidable el que anunciaba “seis barriles, seis”. Los toros, siempre los toros...
La vida es...
La vida son recuerdos de la inscripción en el PP entregada en la sede de la calle Rioja con la firma del hoy senador José Luis Sanz y en compañía de Pedro Molina. De prácticas de conducir con un Supercinco rojo. La vida es un itinerario familiar entre Sevilla y Córdoba, entre Córdoba y Sevilla. La vida es el reparto de periódicos de madrugada en los alrededores de la Universidad para ganarse unas perras. Hizo sus pinitos como empresario de copas, pero la cosa fue de presentación, debut y despedida, ¿verdad Marcos Cañadas?.
Este Pérez es tan intenso que cuando subraya un texto acaba marcando todos los renglones. Alguien conserva un libro de Derecho Civil al que no le queda ningún renglón limpio. Cuando en 2000 trascendió que Monteseirín se dejó sin pagar recibos del IBI y del sello del coche, acudió por si acaso a comprobar que estaba al día con el Fisco local. La vida es la afición por la cocina en la entidad Amigos del arte, con sede en el Arenal. La vida es escaparse al mar a practicar kitesurf, siempre a la búsqueda de la ola de verdad, no de las que marca el CIS de Tezanos.
La vida es afición al boxeo y a la luz de Estepona. La vida es el rito veraniego anual de la paella en casa de su apoderado Rafael Belmonte, en primera línea de La Antilla, cuando critica sin tapujos si el plato está cocinado con arroz hidrolizado. La vida es desesperar a su equipo por no controlar el horario. La puntualidad no es su virtud. Es mostrarse orgulloso cuando sospecha que no es respetado. Es ser obstinado hasta que se le demuestra que no tiene razón (y lo agradece después).
La vida es matricularse en Historia del Arte y una afición cultivada por el mundo clásico. Entre sus objetos de culto preferidos tiene una espada de gladiador. Un día de las vacaciones de Navidad salió de viaje de placer al Valle del Jerte. Metió en el coche una paletilla y un cuchillo. Siempre es más de jamón que de queso (“El queso me aburre”). Al llegar al hotel le comunicaron la muerte repentina de un sevillano ilustre. Cogió el coche y puso rumbo al tanatorio de Sevilla:“Vuelvo rápido”. Se le olvidó sacar la paletilla del maletero. La pata del cochino lo acompañó en el apresurado y fúnebre periplo. Al menos no viajaba solo.
Nunca ha tenido el típico perfil de candidato a alcalde, pero se ha visto metido en la aventura. Lleva de concejal de forma ininterrumpida desde 1999. Cuando José Joaquín Gallardo deje el decanato del Colegio de Abogados, Pérez se quedará entre los más antiguos en el organigrama de la ciudad junto al eterno presidente de la Federación Andaluza de Fútbol, el ex concejal Eduardo Herrera.
La madrugada de las elecciones municipales de 2015, con el gobierno ya perdido al pasar el PP de veinte a doce concejales, recibió una llamada desde la sede de Génova que marcó su futuro: “¿Beltri? Beltri, ¿tú estás preparado, no?”, le preguntó el que arquea la ceja por encima de la gafa con montura de pasta, el mismo que pasa por ser el maestro que ha instruido a este pequeño saltamontes y a todos los pequeños saltamontes del centro-derecha andaluz. La adicción al teléfono móvil siempre incluye la consulta al pronóstico sobre la playa más próxima donde habrá olas cada fin de semana.
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