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Los 45 años del 'flequi'

Rafael Carmona

Rafael Carmona / Daniel Rosell

Sevilla/HAY profesionales con puestos buenos, muy buenos, que se aburren en el horario laboral. Necesitan más. Los psicólogos se hartan de repetir que hay que dejar que los niños se aburran. Con el no también se educa. Y con el aburrimiento ni lo duden. Los adultos suelen llevar peor las horas muertas que los zagales. Cuando el adulto se aburre piensa en fastidiar a la familia política, chinchar al vecino o fundar una hermandad. La canción da en la diana: “Pregúntale a qué dedica el tiempo libre”.

Rafael Carmona (Córdoba, 1962) se ha aburrido casi siempre en su plaza de la Cámara de Cuentas, ganada por oposición como los antiguos canónigos de la Catedral. La Cámara es el lugar de trabajo deseado por miles de profesionales. Pero él se ha aburrido siempre. Necesita la hiperactividad, la montaña rusa de emociones, retos, ocupaciones y marrones que sólo ofrece un mundillo como el de la política.

Por mucho que sea coordinador jefe del equipo de fiscalización del órgano parlamentario, por mucho que ya no sea un recién llegado al que mandan auditar empresas municipales de Burguillos o El Ejido, este cordobés afincado en Sevilla desde jovencito siempre se aburría en la Cámara. Por eso se metió a ser el director general de la Sociedad Estadio Olímpico, adonde llegó por una empresa cazatalentos. En ese cargo lo conoció Alejandro Rojas-Marcos, quien lo fichó para la política municipal. Siempre le ha llamado la atención la actividad pública. Para los andalucistas fue un tecnócrata.

Carmona tenía poco que ver con la base social del partido de Alejandro. Pero el PA le permitió ser casi de todo: delegado de Urbanismo, portavoz adjunto del grupo político, delegado del distrito Nervión, presidente de la Sociedad Estadio Olímpico y hasta edil en la oposición. Simultaneó mucho esos cargos, lo que le encantaba. Jamás le agobió la acumulación de responsabilidades. Tuvo la ocurrencia de fichar a Andoni Zubizarreta como consejero delegado de la Sociedad Estadio Olímpico. El vasco duró poco en el cargo. La polémica por su sueldo y una suculenta oferta del Athletic de Bilbao acabaron con la relación laboral.

Rojas-Marcos nunca digirió el paso de Carmona al PP de Arenas. El gran líder andalucista guardó silencio. Si acaso se expresó con brevedad y cierto desdén cuando le preguntaron en alguna entrevista. Carmona dejó la política municipal cuando destapó junto a Paola Vivancos el caso de las facturas falsas en el Ayuntamiento. Aquello comenzó a poner de los nervios al PSOE.

La dirección del partido andalucista no vio con buenos ojos la labor fiscalizadora de sus dos concejales. Carmona era el poli bueno y Vivancos asumía el papel de poli mala. Alejandro no avaló a estos dos concejales correosos. O ellos no se sintieron avalados por Alejandro. Ante la falta de apoyos internos, Carmona y Vivancos dimitieron. Y el lince Arenas tardó poco en reclutar al hiperactivo Carmona para su causa. Javié estaba entonces empeñado en quedarse con el voto andalucista.

La verdad es que Carmona nunca se ha manifestado en contra de Alejandro. Será porque rehuye las polémicas. A Carmona le encanta eso de llevarse bien con todo el mundo. En el fondo nunca ha sido un hombre de partido. Los andalucistas nunca lo vieron como uno de los suyos. Y en el PP andaluz lo vieron siempre como un andalucista. Es lo que tiene ser del antiguo CDS... y haber conocido a Adolfo Suárez.

La vida son recuerdos del servicio militar en Infantería de Marina, en Murcia.

Siempre tuvo claro que no se podría dedicar a la política sin haber servido antes a la patria. La vida es una evolución de fiel seguidor del Athletic de Bilbao –en los tiempos en que media España admiraba al club vasco– a apasionado del Sevilla F.C. La vida es la evocación de un estudiante implicado con el CADUS, es responder al apodo de flequi, como cariñosamente le llaman gente del extinto PA como Pablo de los Santos o Álvaro Enríquez.

La vida es cuidar las relaciones con los medios de comunicación, donde ha gozado siempre de la credibilidad de quien controla los temas que gestiona. La vida es el gusto por las cofradías. Es hermano de la Cena por influencia de Álvaro Enríquez. Pese a su afán de implicación en la vida pública desde que era estudiante, nunca ha tenido la más mínima tentación de formar parte de la junta de gobierno de una hermandad. Prudencia se llama.

Dicen que la primera percepción que genera no le hace justicia. Quizás porque haya quienes lo aprecian con un prejuicio inicial. Carmona cuida mucho su imagen, es tan contumaz en el trabajo como presumido ante el espejo. Su esmerado clasicismo en el vestir impide quizás apreciar de entrada al incansable trabajador que es. Es el mayor de tres hermanos aunque se quita edad y, si puede, se hace pasar por el más chico. Carmona siempre tiene 45 años.

Es tan currelante como impuntual. Jamás ha tenido problemas en comer una pizza en el despacho, pedida por teléfono a las cuatro de la tarde, o en acabar la jornada a las dos de la madrugada. La impuntualidad es un defecto que le encantaba a sus alumnos, que veían recortada la duración de las clases, pero que le ha generado no pocos problemas, broncas con gritos incluidos. Todavía hay periodistas que recuerdan sus retrasos de hasta tres cuartos de hora en alguna rueda de prensa sobre asuntos importantes de urbanismo. Siempre se justificaba alegando que estaba cerrando todos los detalles del asunto objeto de la convocatoria. En eso parecía el jugador de balonmano que fue de joven: siempre sobando la pelota antes de tirar a puerta, siempre sin prisas, siempre examinando todos los detalles. Perfeccionismo se llama.

Una de sus pasiones es dar clases en la Universidad de Sevilla. Siendo concejal a punto estuvo de dejar la docencia por un informe del secretario municipal que impedía compatibilizar dos sueldos. El socialista Emilio Carrillo dejó de dar clases de Economía en la Universidad. Carmona no lo dudó: decidió seguir en las aulas aunque fuera sin cobrar. No quiso perder el contacto con los alumnos, a los que de vez en cuando preguntaba por asuntos de actualidad para pulsar opiniones “no intoxicadas”.

Cuentan que da gusto tomar el aperitivo con él porque no sólo tiene la ensaladilla como tapa favorita, sino que siempre está dispuesto a invitar. Es rápido a la hora de desenfundar, prueba de que nunca tiene en mente el dinero.

En Madrid consiguió implicar la Fundación Winterthur para la restauración del convento de Santa Clara, en los tiempos de bonanza económica, cuando Jaime de Marichalar era la imagen corporativa de la entidad. Tiene fobia a las heridas, a la posibilidad de que se le quede una marca en la piel. Pero quizás su verdadero problema sea que su nueva responsabilidad, la presidencia del Puerto, acabe generándole... aburrimiento. Estuvo en las quinielas para ser consejero del Gobierno autonómico hasta el último minuto.

Tal vez le hubiera ido bien. Ser consejero no aburre, pero puede provocar envejecimiento prematuro. Y a Carmona le gusta tener siempre 45 años. Y que sus íntimos le digan flequi.

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