¡Los veladores han llegado a la calle O'Donnell de Sevilla!

En Sevilla se hace todo poquito a poco, como la instalación de nuevas terrazas que crecen lentamente, en silencio, sin que se mueva un varal

Veladores en la calle O'Donnell
Veladores en la calle O'Donnell / M. G.

Sevilla/El tapicero ha llegado a su localidad, señora, y los veladores a la calle O'Donnell, sevillanos. En Sevilla hay cada vez menos calles sin bares y sin mesas. A la confitería La Campana le quitaron sus veladores centenarios, pero florecen en calles donde nunca antes hubo. Poquito a poco, sin que se note, primero uno, después otro... y así se hacen las terrazas. Todo lo importante se hace poquito a poco en Sevilla, sin que se note, despacio, despacito, que no se mueva un varal, que no se despierte la conciencia de los sevillanos, déjala que duerma. Tardamos un mundo en todo, pero paramos los relojes con tanta frecuencia que no hay pregonero pretencioso para exaltar tanta maniobra cadenciosa. Un día pasas por Alemanes y te puedes sentar en un velador pegado, pegadito, a la fachada del Palacio Arzobispal con riesgo de que el Giraldillo agache el lomo y te pille una aceituna. Otro sales del Banco de España y te puedes sentar en una enorme terraza en la Plaza de San Francisco y contar los taxis libres que pasan camino de Hernando Colón.

De pronto pasa usted por O'Donnell y ahí están las mesas como si lo estuvieran de toda la vida. Sevilla es una ciudad magnífica para quedarse sentado. Hagan memoria por un momento y anoten cuántas plazas del centro de la ciudad resisten sin un solo bar y sin una sola mesa con sus sillas. Nos salen dos, dos que resisten como la aldea de los locos galos frente al invasor, romano naturalmente. La Plaza de Pilatos y la de Teresa Enríquez. Dos preciosidades. La de Pilatos, por cierto, afeada por unas señales de tráfico y también de las que supuestamente guían a nuestros señores y amos los turistasafeada, dicho sea a lo Mañana, pero que no sirven de nada, absolutamente de nada porque todos te acaban preguntando cómo se llega a la Casa de Pilatos y a esa preciosidad que son las Setas. Jajajá.

Tengas veladores y te sientes... En mesa solo se sirven raciones, medias raciones o el invento del "plato". Y al sevillano además se le advierte: "Oiga, las mesas son para comer, no para tiesos de cerveza y aceitunas". Sevilla, de memoria siempre frágil con los suyos. A ver si algún abogado con ganas de eco mediático lleva a los tribunales la discriminación que sufren los sevillanos en muchos de sus propios bares. El que tenga dudas que le pregunte al gran Antonio Lebrero por el maltrato que tuvo que sufrir hace pocos días en Santa Cruz. Menos cuentas en las redes sociales y más saber atender al cliente de siempre. Habrá que probar los nuevos veladores de O'Donnell, la calle que peatonalizó Monteseirín, ese alcalde rejuvenecido. Rojas-Marcos peatonalizó antes la de Tetuán, ese alcalde que monta en bicicleta sofisticada y luce cabellera de Rafael Alberti, con albinos candelabros de cola por la nuca.

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