La vaca que ríe... ¡ahora ríe más!
Cuatro fechas han sido claves en el proceso de la derecha andaluza para, por fin, redimirse de su pecado original
Sevilla/Andaluces, la cabra ha muerto. La vaca de Moreno es una vaca que ríe ahora mucho más. Dijimos que reía en diciembre de 2018. Y ahora ríe más, mucho más, como se decía en los anuncios de televisión de los años ochenta y noventa cuando se quería relanzar un producto, ya fueran los donuts, las galletas o las hamburguesas. ¡Ahora con más chocolate! ¡Ahora con más queso! ¡Ahora con un 20% más de galletas! La vaca está se troncha a carcajadas tras la primera mayoría absoluta del centro-derecha andaluz en la historia de la autonomía de la región más poblada de España. Han tenido que pasar más de cuatro décadas para que ocurra en Andalucía lo que ha acontecido en España en dos ocasiones (una Aznar y otra Rajoy) y en muchas ocasiones en varias comunidades.
La derecha ha redimido definitivamente su pecado original en Andalucía, aquel que cometió la UCD al instar a los andaluces a no votar en el referéndum por la autonomía de 28 de febrero de 1980, aquella campaña con voz de Lauren Postigo: "Andaluz, este no es tu referéndum". Ha costado muchos, muchísimos años. Pero lo ha conseguido tras mover hábilmente las piezas en los veinte días previos a las elecciones para quitare a Vox muchos de los votantes que le daban las encuestas. Vox quiso siempre el adelanto electoral, presionó más que nadie para que Moreno diera el paso. Y lo hizo porque sus sondeos le vaticinaban que sus apoyos estaban disparados. Pero el resultado (14 escaños) es pobre en función de unas expectativas que eran mucho más elevadas. Abascal, obviamente, se queda sin influencia para entrar en el gobierno aunque, eso sí, podría meter baza en esas decisiones que exigen los tres quintos de votos afirmativos en el Parlamento de Andalucía. Macarena Olona se queda en Andalucía, donde es probable que brille más en el Parlamento que como candidata. Hubiera sido un escándalo que retuviera el acta de diputada en Madrid tras el compromiso público adquirido. No será así y liderará un grupo parlamentario de 14 diputados en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas.
Cuatro fechas han sido claves en el proceso de redención de ese pecado. Las elecciones municipales de 1995, los comicios que dieron al PP las ocho Alcaldías de las capitales de provincia. El año 2007, cuando Javier Arenas pactó con el presidente Chaves la reforma del estatuto andaluz. Y, por supuesto, las autonómicas de 2012, cuando el mismo Arenas logró la primera victoria del centro-derecha andaluz, aunque fue insuficiente para gobernar. 2022 ha sido el año de la consolidación absoluta, al igual que ha sido el de la pérdida del PSOE de su vitola como partido de la tierra. Esa condición no la tiene ya el partido del puño y la rosa en Andalucía, la tierra de Felipe y Guerra. Un buen botón de muestra es que el PP ha ganado nada más y nada menos que en Dos Hermanas, otrora santuario del socialismo andaluz, y una localidad talismán para Pedro Sanchez, presidente del Gobierno. En la campaña ya se vio que el PSOE pasó de llenar el velódromo nazareno a convocar sus mítines en una caseta de Feria.
El discurso del miedo ha dejado de tener efecto en una Andalucía que definitivamente no ve ningún peligro en que gobierno el centro-derecha. El PP andaluz se ha ganado ese respeto y esa confianza en tres años y medio de gobierno de coalición con un partido, Ciudadanos, al que fagocitó desde el primer minuto. El pez grande engulló al chico desde el primer minuto.
La Moncloa ha fracasado estrepitosamente en el 19-J después de haber impulsado el relevo en el PSOE andaluz para orillar a Susana Díaz. A Juan Espadas le ha faltado tiempo, mucho más tiempo, y no sufrir un contexto tan adverso como consecuencia de un sanchismo que pierde crédito. Se ha llevado una bofetada que iba dirigida al rostro de Pedro Sánchez. En cambio, el relevo en el PP nacional, que ocurrió en primavera y dejó al PP abierto en canal, no ha tenido ningún efecto negativo en Andalucía. Anoche se descorrió la pancarta ("¡Gracias, Andalucía!") que en 2012 se quedó plegada en la sede de la calle San Fernando. Diez años han sido necesarios. Moreno estrenó liturgia en el discurso de la victoria. Nada de balcón. Se fue a la misma calle, donde estaba preparado el escenario.
Juan Marín y Ciudadanos están fuera, como era previsible. El sanluqueño se marcha de los cargos orgánicos de un partido en agonía. Ya veremos si deja una política donde ha sido feliz como un niño y en la que estos años se ha dejado llevar por un PP con altos cargos mucho más listos que todos los naranjas. La izquierda más a la izquierda como la que representa Teresa Rodríguez parecía estar en otra región a tenor del discurso de anoche, sin autocrítica y basado obsesivamente en Vox. Con solo dos diputados obtenidos no dejaba de centrar su intervención en un partido que, efectivamente, no ha cumplido sus objetivos, pero que tiene catorce actas, dos más que Adelante Andalucía. Ni siquiera la aparición de Vox en el panorama político-institucional hace tres años y medio ha servido para reavivar a cierta izquierda.
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