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La última madrugada de Queipo

Bien por la hermandad al apostar por la discreción, impedir el circo y evitar la presencia de ‘notarios’ del sanchismo

La salida de los restos mortales de Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena / Antonio Pizarro

Pudo la hermandad de la Macarena haberse basado en el Concordato firmado por España con la Santa Sede y haber recurrido a la vía judicial para defender la privacidad del templo y la falta absoluta de actos de enaltecimiento público del personaje. Pudo haber expuesto que cualquier referencia al 18 de julio, a la laureada de San Fernando u otros honores militares fueron borradas de la lápida hace más de tres décadas, cuando España volvió a disfrutar de una democracia. Había fórmulas para hacerle frente al Gobierno, pelear la causa y discutir la ley en el marco del Estado de Derecho, pero la hermandad optó inteligentemente por esperar la orden expresa y efectuar el proceso con la mayor discreción. No ha habido circo, no ha habido espectáculo retransmitido en directo, no ha habido ningún miembro del gobierno ni cualquier suerte de comisario político en funciones de notario mayor del sanchismo.

Siempre habrá que agradecerle a la hermandad la nocturnidad y la discreción de las tres exhumaciones. Nunca organizó la corporación ningún acto de homenaje a Queipo de Llano, mucho menos en los últimos 50 años. Nunca se reunieron nostálgicos del brazo en alto en el interior del templo ante el féretro de Queipo. Si algo hicieron las sucesivas juntas de gobierno de la hermandad fue la referida retirada de alusiones al 18 de julio y hasta la supresión de los cordones de cortesía que delimitaban las lápidas. Tan sólo quedó la alusión a la condición de hermano mayor honorario. Los enterramientos nunca fueron motivo de polémica interna en la corporación. Y, es más, la inmensa mayoría desconocía que nada menos que debajo del presbiterio se hallaban los restos mortales del general Bohórquez. Fue un periodista norteamericano el que hace tres años publicó un reportaje sobre el estrecho colaborador del último virrey y el que, por tanto, redescubrió su figura para muchos. Incluso la reciente orden del Gobierno equivocaba la localización de los restos de Queipo en el interior de la basílica. El general, como era conocido a secas en la Sevilla de los años 40 y 50, vivió su última madrugada en la Macarena sin focos y con escasos testigos en el exterior.

Todo se hizo con una naturalidad muy aconsejable, con la anécdota del impactante parecido de los rostros de sus nietos con el del abuelo militar que hemos conocido en las fotografías en sepia. La última madrugada de Queipo en la basílica fue de silencio. Y esta maniobra ha sido el gran acierto de la hermandad. Morbo cero, fotos cero. Ni helicópteros, ni notarios. Ley no discutida, ley cumplida. La única que se queda es la Virgen de la Esperanza, en el cajón o en el altar.

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