La Caja Negra
Los duendes de la Feria de Sevilla están de luto
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Siete años después de abandonar la Alcaldía, Monteseirín confesó en su primera entrevista ya sin responsabilidades municipales: “Ser alcalde de Sevilla es muy difícil por el carácter de los sevillanos”. El socialista, el único con tres mandatos seguidos en la Plaza Nueva, acabó quemado. Y sólo varios años después se valoró que tenía un modelo de ciudad. Discutible, pero lo tuvo. Basado en polémicos proyectos transformadores, peatonalizaciones, el urbanismo morado de las subvenciones a las cofradías, los planes de barrios, etcétera. Es insólito que un mandato comience con tantos tropiezos como el actual, con un PP a dos ediles de la mayoría absoluta. No ha habido que esperar ni un mes. Se han combinado errores no forzados, resbalones por exceso de confianza –cuando no de osadía– y hasta un infortunio como el ataque cibernético. La propia confección de la lista electoral reveló meses antes de las elecciones que el PP de Sevilla no tenía fe en conseguir la Alcaldía. Solo el propio alcalde, convertido en Atlas de un Ejecutivo de perfiles en general muy bajos, sostiene como puede la imagen de un equipo que no se esperaba tener que gestionar una ciudad de casi 700.000 habitantes con problemas inimaginables hace una década.
El alcalde comenzó presumiendo con razón de haber sufrido la soledad antes de llegar al cargo y, por lo tanto, gozar de libertad plena. Pero eso dura poco, o se queda en mera vanidad improductiva si no se gestiona. Tenía ideas claras sobre problemas como los efectos del exceso de turismo. No mostró complejos a la hora de subir los sueldos para poder fichar directivos para las empresas municipales. Estuvo muy lúcido, por ejemplo, cuando denunció que el centro de la ciudad no se podía quedar “sin alma”. Pero pronto se vio que la libertad no era una avenida ancha, sino acaso un callejón. Los apartamentos turísticos se multiplican. La cola de peticiones de nuevas licencias en la Gerencia de Urbanismo es muy extensa. Y no va a dejar de crecer porque la Junta (el Gobierno amigo) tiene claro que no limitará esta modalidad de alojamiento.
Muy pronto se ha apreciado que la primera teniente de alcalde no pasa desapercibida. Hay quienes ya se refieren a “las perlas de Minerva”. Una comisión celebrada en el Salón Colón a finales de julio fue una suerte de puesta de largo en la alta política municipal para la portavoz del gobierno y delegada de Cultura y Deporte. Minerva Salas erró en las formas (el tuteo en una sede institucional) y en el fondo (un mensaje desafortunado). Se dirigió con poco estilo a la oposición: “A pesar de que sois vosotros los que venís de clases sociales más bajas no estáis muy acostumbrados a ir piscinas públicas”. Los comentarios de la bancada de la izquierda eran unánimes: “Minerva Salas dará tardes de gloria”. Aquel comentario quedó en unas declaraciones reprobables si se compara con lo ocurrido días después: el anuncio del aplazamiento del Festival de Cine de Sevilla a la primavera de 2024 por una supuesta falta de capacidad de la ciudad al acoger la ceremonia de entrega de los Grammy. Un error de libro. Una decisión comunicada mal –en una entrevista periodística– y sin consenso con las partes implicadas. ¡Pero si Sevilla ha preparado una Exposición Universal al mismo tiempo que una Semana Santa y una Feria! El alcalde tuvo lógicamente que coger las riendas del asunto en pleno agosto y arreglar el entuerto. ¡Sanz apagando un fuego prendido de forma irresponsable!
El agosto, tradicionalmente un páramo informativo en el ámbito municipal, fue de lo más movido. El director gerente del ICAS dimitió cuando ni sabría todavía las claves de ordenador. José Lucas Chávez se sintió fuera de cacho, por decirlo en la jerga taurina. No quiso comprometer su prestigio en lo que a todas luces parece una aventura. Se volvió a su plaza en la SGAE. Más claro, el agua de Emasesa que ahora, por cierto, sube de precio después de anunciar en campaña que se bajarían todas las tarifas posibles. Otro resbalón. ¿Acaso no sufríamos ya la inflación en los meses previos a las elecciones municipales?
Y una de mala suerte. ¡Ahora hay que cerrar el Teatro Lope de Vega! Es evidente que el alcalde tiene un problema en cultura, especialidad del líder de la oposición, el ex alcalde Antonio Muñoz, que, por supuesto, no deja pasar la ocasión de echar sal a esa herida.
Entre las primeras medidas del alcalde figuró la alusión a la posibilidad de que se pueda beber de nuevo cerveza en las puertas de los bares. Puro gesto populista de quien esperábamos un perfil más serio y sólido. De reconocer el problema de la invasión de la vía pública antes de las elecciones, hemos pasado a prorrogar las licencias de los veladores que se permitieron para ayudar a los negocios tras la crisis del Covid. Un paso atrás que confirma las presiones de los hosteleros, grupo de presión de facto, y la falta de criterio en un asunto de máximo interés para un ciudadano que sufre cada día un centro más inhóspito, entregado a un turismo convertido en el Saturno que devora a los sevillanos.
No se olvide a este respecto que la preparación de la seguridad de la Semana Santa, gravemente amenazada desde 2000, obliga a acostumbrar a los negocios y a los ciudadanos a ciertas medidas restrictivas desde varios meses antes. La labor preventiva en zonas como el Paseo de Colón, foco de conflictos en la Madrugada, ha arrancado desde diciembre en los últimos años. Conviene no jugar con la seguridad de la principal fiesta mayor, donde reside en buena medida la marca de la ciudad.
El gobierno, al menos, ha acertado al echar para atrás los quioscos previstos en el Paseo del Cristina, que con sus terrazas de veladores tenían un efecto tapón en una de las vías de salida y entrada del centro para los vecinos de Los Remedios y todo el Aljarafe.
Otro resbalón ha sido el cambio de criterio con las oposiciones amañadas de la Policía Local, celebradas en 2012, que no respetaron la igualdad de oportunidades. El alcalde pasó de proclamar la necesidad de ejecutar la sentencia a advertir de los problemas graves que acarrearía su cumplimiento. Estamos ante una suerte de amnistía que afecta a un cuerpo clave para la ciudad en general y para todo alcalde en particular. Sanz, por cierto, ha puesto al frente de la Policía al veterano Ignacio Flores (incontables las veces que ha jurado de concejal) por ser el que mejor conoce a los sindicatos tras años de negociaciones y contactos tanto en el gobierno como en la oposición. Claro que también los sindicatos lo conocen bien a él. La Iglesia enseña que los nuevos obispos deben llegar de fuera. Es un riesgo porque el elegido tarda en conocer la diócesis, pero la ventaja es que nadie tiene ya adquiridas ciertas confianzas. La gran prueba de fuego, insistimos, serán las fiestas mayores. La Policía Local fue un calvario para Monteseirín. Zoido apostó por el estatismo y Espadas por un teniente de alcalde, Juan Carlos Cabrera, que desde primera hora se entendió con el sindicato principal hasta el punto de lucir su chapa en el primer Pleno.
Al Betis se le dan todas las facilidades para su proyecto de nuevo estadio, pero al mismo tiempo los técnicos municipales le reprochan “falta de seriedad” en la tramitación de la petición de licencia de actividad del actual. El gobierno parece no hacerse con el control político de la Gerencia de Urbanismo y Medio Ambiente, el motor de la ciudad. El delegado, Juan de la Rosa, parece ejercer más de delegado de distrito (lo vemos en las redes con los clubes de petanca) que en la caracola número uno de la Gerencia, donde el gerente, Fernando Vázquez, es el que más avanza en lograr ese control efectivo del organismo autónomo. El tiempo dirá si basta con el gerente.
La Feria no debía durar tanto y debería celebrarse de nuevo de martes a domingo. Eso al menos prometió el alcalde. Pero la primera Feria de Sanz será de formato largo. Después ya habrá consulta (mal llamada referéndum) de cara a 2025. No ha dado tiempo, al parecer, a cumplir una cuestión tan elemental desde el primer momento. Debe ser como la falta de capacidad de la ciudad para acoger los Grammy y el Festival de Cine. O que el Ayuntamiento es como Palacio, donde las cosas van despacio. O culpa de los piratas.
Hablando de ferias, el alcalde no anduvo fino en sus críticas (gratuitas) a la Feria del Libro de Sevilla, de la que dijo que no podía ser “de tercera”. Una cosa es que entre sus méritos indiscutibles haya estado la Feria del Libro de Tomares, muy bien promocionada y organizada, y otra que la de la capital no tenga prestigio, tradición y muchísimo público. ¿Era necesaria esa opinión que incendió al sector? Un resbalón evitable con un poco de análisis previo. Tal vez el cargo desborde al protagonista en el inicio, lo deslumbre en exceso y le haga incurrir en algunas desaplicaciones (que diría Cantatore) impropias de su trayectoria.
Con el problema de la limpieza se está aplicando una medida muy hábil, como aquella de los moros de Queipo. Se exhibe a los mismos barrenderos una y otra vez para generar la siempre recomendable sensación de frenética actividad, sobre todo en las redes sociales. El problema no se ha arreglado porque requiere de algo más que propaganda. Pero sí existe la percepción (siempre subjetiva, cómo no) de que se ha mejorado. Y eso le basta, de momento, al gobernante y a muchos gobernados. Pero la basura se sigue acumulando en los lugares donde más hiere: a los pies de la Giralda y en todo el centro.
En pleno debate sobre los excesos del turismo, cuando el alcalde no llevaba más que un mes en el cargo, Sanz y varios colaboradores se fueron a China... ¡a buscar más turistas! El turismo chino es minoritario, como todo el mundo conoce... (cuarto y mitad de ironía). Estamos a un paso de celebrar el Año del Gato (¡Miau!). Sanz estuvo una semana en el gigante asiático. De la delegada de turismo, por cierto no conocemos ni la voz. El delegado de Transformación Digital, el bueno de Juan Bueno, se enteró del ataque a los ordenadores del Ayuntamiento estando en China. ¡Rusia es culpable!, como dijo el cuñadísimo aquel día célebre en la España en blanco y negro. A la mala suerte de los resbalones se une este infortunio que todavía tiene en jaque a los casi cinco mil trabajadores del Ayuntamiento. El alcance de los efectos está todavía por evaluar.
Vox pide justo ahora la porción de tarta que considera que le corresponde en el gobierno cuando el alcalde está a punto de cumplir los cien días en el cargo. O hay parcela de poder, o no habrá presupuesto. Los de Abascal han aprendido después de haber hecho el indio en el primer mandato de Moreno, el dirigente del PP más hábil al ningunear a los de Abascal en la práctica y fagocitar a Ciudadanos. Cuando en el PP todavía no tienen claro un modelo único de relación con Vox, Moreno puso en práctica el suyo desde las elecciones autonómicas de 2018. Pero Sanz no cuenta ya con el factor de la bisoñez de Vox. Han aprendido.
El ex alcalde Antonio Muñoz se queda de jefe de la oposición gracias al asidero del acta de senador. Sigue yendo a todos los foros, donde ahora, más relajado, recibe el cariño de una ciudad a la que le encanta arropar al aparentemente débil. El socialista, no se olvide, mantiene una magnífica relación con Juanma Moreno.
Sanz han fichado a algunos de los principales asesores de Zoido, el último alcalde que tuvo el PP. A otros, con muy buen criterio, los ha dejado fuera. El alcalde tiene la ventaja de no generar especiales expectativas ni tampoco tener grandes enemigos. Su hándicap es sentirse desbordado por el cargo y tratar de quedar bien con todos. No tiene los apoyos tradicionales que desearía, pero tampoco la Sevilla actual es la de los años 80, cuando los alcaldes cambiaban de decisión tras leer los editoriales. Ni siquiera es la ciudad de 2011, cuando Zoido obtuvo el mayor crédito político (20 concejales) del que ha gozado un alcalde de Sevilla. Ocurre que Sanz sí está criado en ese esquema de ciudad. Se le nota y es un factor que le juega en contra. De saber interpretar con precisión los tiempos actuales dependerá no ya su éxito (la política es una noria), sino su bienestar, pues el sillón de la Alcaldía es no pocas veces un potro de tortura. Y el carácter de los sevillanos es muy difícil (palabra de Monteseirín, doce años en el cargo). El propio Sanz debe ser consciente de todo porque tiene una capacidad de análisis solvente, pero no debe ser fácil la empresa.
Decía Zoido que uno tiene que arar el campo con los bueyes que tiene, no con los que quiere comprar. De momento hay más sombras que luces, más soledad que equipo, más improvisación que planificación y más parcheo que programa. Los fallos absurdos en cultura y los efectos del exceso de turismo son los lastres en el inicio de mandato. Los piratas, la mala suerte. Y algunas declaraciones, la negligencia política. Sanz tendrá que templar, ajustarse de una vez el traje de alcalde y decidir si quiere ser libre de verdad o rehén de ese modelo sociológico recibido. Eso pasa, entre otras cosas, por exigir infraestructuras que garanticen el desarrollo de la ciudad, provocarle dolores de cabeza a los ministros, hartarse de golpear las aldabas de las puertas de San Telmo y centrar el debate en los asuntos capitales, no en la petanca, el tirador de cerveza o la vida social de las cofradías, cuestiones todas muy respetables, pero que no deben invadir la agenda del alcalde. La coartada de una España con un gobierno en funciones no sirve. A Zoido no le sirvió la de la crisis económica. Y nunca se olvide la crueldad de una ciudad que no avisa. Un día te recibe con las palmas y olivos de una mayoría absoluta y a la primera oportunidad te manda a la cruz de la derrota. Nunca un alcalde del PP ha repetido. Sevilla es muy desconsiderada en las urnas con la derecha.
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