Los siete peligros de la Feria de Sevilla
La Caja Negra
Algunas advertencias para no pasar un mal rato, no lamentar nada al día siguiente y no dejarse embaucar por algunos personajes
La tertulia El Zaguán en la caseta del Labradores
La receta de la lluvia en la bella Andalucía
Sevilla/La elección de buenas compañías en una fiesta como la Feria es absolutamente clave, como dejar claro que no hay que estar todo el día juntos, que hay muchas horas por delante para cambiar de grupo, que hay que desconfiar de las toallas que se ofrecen en algunos baños y que el que más cuida la fachada personal es el que mayores cocodrilos tiene empadronados en los bolsillos. Tengan cuidado ahí fuera... que es la Feria.
-Tenga bien hecha la calificación de los bebedores. Todos tenemos amigos y parientes imprudentes, pero son días en los que hay que tener cautelas. El modelo más peligroso es el que se vuelve vehemente, incisivo y cargante en cuanto toma dos cervezas. Empiezan a preguntar lo que no deben, a hablar de los ausentes y a soltar argumentos provocadores sobre cualquier asunto. Échele paciencia. En tiempos de polarización política este bebedor es de alta volatilidad. Si no tiene más remedio que citarse con alguno de ellos, elija la modalidad de estar de pie en la trastienda, lo que le permitirá moverse con libertad, coger aire de vez en cuando ("Salgo a fumar" o "Voy fuera a hacer una llamada"). En las sillas de la zona noble se verá más acorralado. Si usted es el anfitrión y le toca recibir al bebedor imprudente, pasado un tiempo prudencial recurra a la los hijos menores a los que tiene que acudir a vigilar a la caseta del club o de un amigo. Disuelva la reunión y piense que resta un año entero para otro posible encuentro de riesgo. El bebedor más recomendable por menos molesto es el modelo esponja. Son gente pacífica, de buena tertulia y que según van bebiendo pierden la dicción y ganan una sonrisa de Gioconda. Se van durmiendo, no dan la lata y, eso sí, hay que tener cuidado cuando se ponen en pie. Al bebedor esponja se le mete en un taxi con 20 euros en el bolsillo. "¿Vomitará su amigo? Es que la tapicería es nueva", preguntará el conductor. Le ponen el cinturón y le abren la ventanilla a la mitad. El imprudente es un suplicio, el esponja es un engorro. Lo importante es que usted sepa de antemano con quién pasará unas horas de Feria. No hay cosa peor que el enemigo desconocido. En Feria no se puede planificar casi nada, pero conviene evitar el efecto emboscada.
-En la Feria se oyen muchas impertinencias. Todos somos más sociables y por tanto nos exponemos más. Bajamos la guardia y se nos cuelan los tíos más brasas. Hay alegría, luz, música, sonrisas... y el personal se viene arriba y se mete en asuntos y en temas que no vienen al caso. Cuanto menor sea la duración de la reunión es más baja la posibilidad de meterse en un entuerto. Si usted echa el día completo (mediodía más el llamado tardeo y se mete luego en la noche) es mejor que vaya cambiando de grupos. Conviene de vez en cuando tanto beber agua como darle al f5 de la renovación de las amistades. Tenga mucho cuidado con la gente que se cita a mediodía y pretende endosarse a usted toda la jornada. El feriante de jornada completa es una paliza. Siempre conviene avisarle de antemano, por aquello de obrar de buena fe, y decir eso de que "a las seis" ha quedado usted con su familia. Las seis de la tarde es la hora del corte, del quite, de quitarse en medio. Y la alusión a la familia suele ser certera. Tenga en cuenta que si después le ven con amigos y no con la familia, en la Feria se entiende que usted se ha "encontrado" con quien sea de pronto y ha surgido el duende... Antes se podía decir eso de "necesito un café" y se iba usted a un bar de Los Remedios, pero ahora todas las casetas tienen la máquina del Nescafé con las pastillas esas de las que sale un líquido que nunca quita el sueño.
-Tenga cuidado si habla de cofradías. Los análisis de la Semana Santa de 2024 combinados con vino no son muy recomendables. Si hemos sufrido discusiones enconadas desde que entró la Soledad de San Lorenzo, no queremos imaginar la que se puede liar como alguno empiece bajo las lonas a criticar los excesos, mamarrachadas, suspensiones prematuras, polémicas petaladas, etcétera. No son buenos tiempos para la tertulia porque la gente viene calentita de las redes sociales. Y en un mundillo donde están las devociones familiares y particulares cualquiera se reviste de caballero cruzado y contesta con un desaire. Si usted aprecia que un hermano de una cofradía que se ha mojado ostensiblemente en la calle está siendo castigado por el cuñado de turno, no dude en irrumpir informando, por ejemplo, con que queda menos de media hora para que empiece el flamenquito. A mi, por cierto, ese aviso me echa de la caseta. No hay cosa más agobiante que una caseta familiar donde llegan los tíos del cante, ocupan un tercio de la zona noble, empiezan a probar los micrófonos con estruendos (¡Hey! ¡Sí, sí! ¿Hey? ¡Sí, sí!) y obligan a desalojar las mesas. La tertulia se va al cuerno, pero a lo mejor se han evitado males mayores.
-Ojo a los símbolos del poder en la caseta. La llave del servicio (sobre todo el de señoras) o la llave de la taquilla de la caseta son el cetro y la corona de los señores socios. El socio que le deja la llave a una invitada puede estar metiéndose en un lío si ésta no deja bien cerrada la puerta y se cuela todo el mundo. Comienzan las criticas, cuidado. El socio modelo perro de presa es el peor en estos casos, porque se pasa la tarde vigilando quién y cómo se usa la llave del urinario. El problema es que lleva razón y, además, siempre encuentra a alguien que se la da, con lo que se vienen los dos arriba. La llave de la taquilla es un problema cuando la familia no acude junta, sino por separado, como suele ocurrir porque los niños tienen sus propias relaciones sociales. Quién tiene la llave. ¿La madre para dejar los mantones de abrigo para la noche? El padre no la tiene, pero quiere deshacerse del típico libro que le ha regalado un amigo que no tiene otra ocurrencia que dárselo en la Feria como atención por ser invitado a comer. ¡Oiga, esos regalos no se hacen en Feria porque fastidian el día! Ocurre también que los niños quieren poder dejar sus gastos anotados en la cuenta de los papás y, además, quedarse con la llave de la taquilla. La del servicio la pelean menos, porque la madre es inflexible. La cuenta de gasto merecería un tratamiento especial y aparte. No se equivocan si van pagando al ir retirando las consumiciones.
-El peligro de las frituras. O fritanga. Según los casos. Hay aceites que llevan tres días en la freidora. No se confíe. Puede tomar omeprazol preventivo o almax paliativo siempre que se lo recomiende su médico. Pero la medida que no falla es la de no abusar de los fritos. Son muy socorridos porque sacian con prontitud y son fáciles de coger del plato común, pero pueden ser una bomba de efecto retardado en el estómago. No se vuelva loco, menos aún en las recepciones donde la gente te habla al oído mientras mastica la croqueta y te obsequia con el aroma de un aliento nauseabundo. Hemos perdido el arte de la distancia, que siempre es la seguridad. Cuidado con los fritos y con los regaladores de oído (en todos los sentidos).
-La toalla de un aseo de caseta. Jamás usen esa toalla, símbolo absurdo de las casetas pretenciosas. Lleven siempre pañuelos de papel y, por supuesto, uno de tela si es posible. Tener una toalla en el aseo de la Feria es como pretender andar por una calle pavimentada en la aldea del Rocío. La toalla en la Feria es un asco, ténganlo claro. Un foco de microbios incluso cuando hay un responsable en la puerta del aseo con el cestillo listo para la propina. Pero, claro, cierto buenismo impide cantar la verdad, aunque todos la sepamos.
-El tieso que tiene dinero. Ojo a esta modalidad. No se trata de un tieso al uso, con telarañas y fauna en la cuenta corriente y que en cualquier caso merece todo el respeto, sino de un feriante con reconocida posición social y sobrados recursos, pero que se pasa la Feria sin sacar la cartera, que come y bebe en las casetas ajenas porque considera que su sola presencia ya es un pago, un privilegio para quienes ejercen de anfitrión. Lo cierto es que no le faltan agradaores. Ya se sabe que la Feria es una bella mentira donde el que menos tiene parece que tiene más y el que tiene más se aprovecha, claro. El tieso con dinero es el origen del influencer en versión hispalense. No suelta un euro, no invita, no gasta ni en el taxi. Eso sí, sale impecable cada día, emperifollado a la perfección y hasta cuida del calzado como si fuera socio de un club inglés. Poco se ha escrito de los tiesos con dinero. La tiesura la llevan en la mente, no en la cuenta. Si convocan en su caseta solo pondrá vino. Y encima te explicarán las bondades del fino en rama. "¿De comer no queréis nada, verdad?".
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