Un pastor muy por encima de algunas ovejas
El arzobispo Asenjo da un paso al frente fundamental que obliga al Consejo de Hermandades, que mueve cuatro millones de euros al año, a estar a la altura de las circunstancias. Algunos se están retratando estos días de crisis muy grave
Sevilla/En tiempos de crisis crueles y duraderas se pintan cantidad de retratos cada día. Usted no ve los pintores por las plazas, calles y junto al río con sus caballetes y sus óleos porque están todos en casa apurando las luces que entran por las ventanas. Pero están pintando, claro que lo están. Hay muchas personalidades y personajillos que se están retratando, unos con colores dulces y alegres, otros con el tono propio del sonrojo y el carácter indolente. Y muchos, cómo no, con el gris de los que se ponen de perfil. Algún día nos preguntarán qué hicimos en la crisis del coronavirus, como nosotros preguntamos alguna vez a nuestros mayores qué hicieron en la guerra, en la postguerra, el día que el hombre pisó la luna, el que murió Franco o la tarde del 23 de febrero.
En Sevilla duele que la institución que se supone que agrupa a las asociaciones públicas de la Iglesia con mayor notoriedad social no haya dicho esta boca es mía en esta peste que nos asuela. ¡Menudo retrato! La Sevilla callada está más que nunca en el Consejo de Cofradías, donde nadie dice nada. Parecen más preocupados en no devolver el dinero de la carrera oficial (que donde más falta hace ahora es en el bolsillo de las familias) que en liderar una gran iniciativa de las hermandades en estos tiempos. Algunas hermandades, como siempre, están actuando por su cuenta, pero no hay liderazgo. No hay espíritu, ni fuerza, ni ganas, ni interés. A lo mejor hay de todo eso pero no lo hemos captado.
El Ateneo reparte mascarillas y batas, el Real Círculo de Labradores y la Fundación Cajasol ceden sus instalaciones como hospital, algunos hoteles se ofrecen como alojamientos del personal sanitario, la empresa Pagés devuelve el dinero de los abonos sin necesidad de que Facua tenga que reclamar nada, las monjas de San Leandro dejan las yemas y se ponen a hacer mascarillas… ¿Habrá religiosas con menos dinero que estas humildes agustinas a las que se les caen los techos y, sin embargo, arriman el hombro por la causa?
Retratos y más retratos pintados con el color del paso al frente en los días que almorzamos contando muertos, ingresados en las UCI, nuevos contagiados y altas médicas
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¿Y el arzobispo? ¿Y la Iglesia de Sevilla? El arzobispo Asenjo ha demostrado estar en el sitio que le corresponde a un líder. Muy por encima, por supuesto, del Consejo de Cofradías, que agrupa a las asociaciones públicas de la Iglesia con mayor notoriedad de la Diócesis. Don Juan José, con el que se puede discrepar y al que se le puede criticar (principio de libertad se llama, no servilismo dócil e ignorante) ha estado en su sitio, se ha ganado un gran retrato con marco dorado en la galería de la historia de los prelados.
Ha puesto un edificio de la Iglesia al servicio de las autoridades sanitarias para acoger a los enfermos. Pero no uno abandonado, sino uno moderno y bien cuidado: el Seminario Metropolitano de Sevilla, diseñado por el arquitecto José Antonio Carbajal Navarro e inaugurado por los Reyes de España hace veinte años. Y ha movido cielo y tierra para reunir 300.000 euros para la causa, que no es otra que la compra de material sanitario para una sociedad que creíamos del primer mundo y que se ha quedado a la altura de las babuchas en menos de una semana. ¿Ustedes saben lo que cuesta sumar 300.000 euros?
Ha tenido que sacar el dinero del propio Arzobispado, del Cabildo Catedral y del fondo de Cáritas. Y en el comunicado hay un anuncio de sombrerazo: “La Archidiócesis sigue prestando el servicio diario a los pobres habituales y a los nuevos pobres, consecuencia de la crisis que padecemos a través de Cáritas diocesana y de las parroquias y Cáritas parroquiales”.
El Consejo de Cofradías mueve casi cuatro millones de euros al año. Han leído bien: cuatro millones de euros. No es de recibo que hasta ahora nadie haya coordinado un plan especial de ayuda. Hay que ir más allá de retransmitir la misa, preciosa por cierto. Es la hora de la acción, del paso al frente, de que las ovejas dormidas se despierten y sigan al pastor. La gente se está muriendo en todo el mundo, mientras una parte de la ciudad está pensando en procesiones de acción de gracias. Por fortuna el arzobispo lo ha dicho alto y claro en el programa de televisión La Pasión: “No es momento de plantear procesiones. Se nos viene un aumento del paro y de la pobreza. Tenemos que ser realistas. No podemos pensar que al día siguiente de terminar la pandemia vamos a volver a la total normalidad”.
Nunca un arzobispo estuvo tan por encima de muchos de sus fieles de forma tan evidente. Esperamos del Consejo de Cofradías que promueva una iniciativa urgente que coloque a las hermandades en el lugar que les corresponde. Y, en segundo lugar, que ofrezca la devolución del importe de sillas y palcos a quien quiera recuperarlo. Libertad, simple libertad. Entramos en un período muy difícil que no acabará, como vaticina Asenjo, el día que se levante el estado de alarma. Una institución de la Iglesia que mueve cuatro millones de euros no puede quedarse ni quieta ni callada en la crisis del coronavirus a riesgo de que el retrato que quede para la posteridad dé vergüenza al contemplarlo.
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