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Sevilla/LA Avenida de la Palmera y sus proximidades inmediatas no tienen buena suerte. La gran arteria del Sur de la ciudad, icono de la Exposición Iberoamericana de 1929, se transforma en los últimos años pasando de una exquisita arquitectura regionalista a otra indefinida que supone una ruptura agresiva con la estética original de este espacio, un hecho que ha reconocido el propio Ayuntamiento de Sevilla. La última novedad a este respecto se localiza en Manuel Siurot, 66 con un edificio de nueva construcción que, en la práctica, está visualmente integrado en la Palmera. De hecho se aprecia perfectamente el estadio del Betis de fondo. Este edificio, como ya informó este periódico, será una gran farmacia que se levanta en el solar del que fue club de alterne Don Angelo, que sigue de plena actualidad por los gastos que realizó en este negocio el director de la Faffe con cargo a cuentas de dinero público.
Se puede apreciar ya, con la obra avanzada, que el nuevo inmueble se suma a los que rompen con la Palmera: las dos residencias universitarias de reciente construcción, la ampliación del hospital de Fátima e incluso el Seminario Metropolitano levantado en 1999 en la calle Tarfia, pero con vinculación directa con la Avenida, como ocurre con el de esta nueva construcción.
No hay ilegalidades, ni incumplimiento de normativas. Tan sólo se trata de un ejemplo más que confirma la necesidad de que las autoridades protejan determinados espacios urbanos y sus alrededores. Recuérdese que cuando se blindan edificios o espacios por sus valores histórico-artísticos, de inmediato se extienden las protecciones a sus entornos, que se consideran igualmente importantes.
El promotor de la obra del número 66 de Manuel Siurot cuenta con el visto bueno de la Gerencia de Urbanismo para levantar un inmueble en una parcela de 985 metros cuadrados con tres frentes a viales públicos (se trata de una construcción exenta y nueva) y lindante con otro inmueble. El proyecto, que está en ejecución, informa que se trata de un edificio para “pequeño comercio, oficinas y aparcamientos”.
El inmueble contará con una planta baja de 288 metros cuadrados, una primera de 271, que está diseñada con cuatro aseos, un pequeño office y un cuarto para el servidor. El sótano, de 289 metros cuadrados, se destina a aparcamiento e instalaciones, mientras que la cubierta será transitable, tendrá un castillete de escalera y zona para instalar placas fotovoltaicas. Todas las plantas se conectarán con un ascensor y una escalera. Toda la zona exterior, que incluye aparcamientos, tiene 688 metros cuadrados.
El edificio en construcción tendrá una utilidad pública indudable, al ser una farmacia, aún a costa de ahondar más en una evolución más que censurable de la estética de un espacio único.
Los principales mamotretos de la Palmera se han construido siempre con la misma pauta, basada en el fenómeno de la burbuja de las residencias universitarias. Un terreno con una edificabilidad que se dispara de pronto, un edificio de nueva construcción con plantas subterráneas para aparcamiento de vehículos, varias plantas en altura para habitaciones y unas ubicaciones siempre muy bien comunicadas con las zonas importantes de la ciudad. La fiebre de las residencias universitarias, por cierto, choca con los índices de natalidad y de matriculaciones, cada vez más bajos en la sociedad actual, a no ser que alguien tenga estudios sesudos que aseguren en el caso de Sevilla que habrá suficientes alumnos Erasmus como para llenar centenares de habitaciones como están siendo ultimadas o existen ya en la Palmera o el Porvenir. ¿Dónde está la clave? Los urbanistas advierten. Más pronto que tarde las residencias mamotreto de la Palmera suplicarán el cambio de uso a hotelero, por eso el interés para que se autoricen los estacionamientos bajo tierra en todos los proyectos. ¿O es que tantísimos alumnos cuentan con vehículo propio? No, no es previsible que lo tengan en los años en que las economías son débiles y sustentadas por las familias.
La Palmera y sus alrededores no han hecho más que ser maltratados desde el inicio del siglo XXI. Nadie ha querido proteger el regionalismo.
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