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Sevilla/San Fernando medía 1,70 de altura y tenía el rostro tal como lo pintó Murillo en 1671 con motivo de su canonización. Conserva alguna prenda original del siglo XIII como el cubrecabeza y algún detalle más, se aprecian restos de cuero cabelludo y del bigote, así como los ropajes que le fueron colocados en el siglo XV, del estilo de los que empleó la Familia Real cuando Felipe V se instaló en Cazalla de la Sierra en 1730. Cuanto menos se abra la urna mucho mejor, pues el control de la temperatura es fundamental para la conservación de unos restos que tienen la categoría de reliquia. La urna solo se abre cuatro veces al año (14 y 30 mayo, 22 de agosto y 23 de noviembre) y solo por unas horas. Y cuanto menos se manipule el cuerpo incorrupto, más se garantiza su conservación. La plata de la urna es por su propia naturaleza un factor que repele las bacterias. Pero, en el fondo, no hay explicación científica para justificar que los restos hayan llegado a nuestros días. El cuerpo de San Fernando queda vigilado constantemente por una sonda instalada por la empresa especializada TSA que informa al segundo de los niveles fundamentales en la conservación para que el equipo del Cabildo pueda tomar las medidas correctas
Son algunas de las conclusiones y novedades del minucioso trabajo de supervisión de la reliquia que con todo acierto y oportunidad ha encargado el Cabildo, pues el último data de hace 40 años, cuando expertos del Vaticano ya hicieron esta labor. Han sido ocho horas de inspección, de trabajo científico desarrollado ante notario y en un ambiente marcado por una hermosa intimidad de comentarios en voz baja y oraciones. Una labor fundamental, con fotografías y concusiones inéditas afrontada por el Cabildo Catedral con el objetivo de que las futuras generaciones de sevillanos puedan seguir venerando el cuerpo incorrupto de San Fernando, quizás la reliquia de mayor valor de la Iglesia de Sevilla. Las conclusiones del estudio ofrecen no solo un diagnóstico del estado actual, que son positivas y no por ello menos sorprendentes, sino también recomendaciones sobre las cautelas que se deben seguir para preservar los restos.
Los expertos que han estudiado el cuerpo de San Fernando de forma directa y exhaustiva han recomendado fundamentalmente tres cuestiones de gran importancia. En primer lugar, mantener los niveles de humedad muy bajos para evitar el caldo de cultivo en el que podrían desarrollarse microorganismos como las bacterias y hongos, o animales pequeños como los ácaros, por lo que instan a incorporar un higrómetro digital on line permanentemente conectado a una aplicación digital que pueda informar de los valores constantes de agua y contrarrestar éstos con material hidrófilo si fuera necesario. La humedad debe estar entre el 40% y el 45%. En segundo lugar, manejar las aperturas de la urna en las cuatro fechas tradicionales siempre con protección en las manos, cara, cabeza y cuerpo por parte de los operarios responsables. En tercer lugar, la temperatura no debe superar a los 25 grados. Normalmente se mantiene aceptablemente constante, por lo que no se altera la conservación tal como se ha comprobado a lo largo de los años.
Los factores negativos para la conservación de la reliquia que era previsible hallar y que por fortuna no se han detectado hubieran sido fundamentalmente microorganismos, hongos o pequeños ácaros que pusieran en peligro los restos. Junto a estas amenazas no halladas, otro factor de riesgo sería la manipulación, que se recomienda encarecidamente que sea la mínima posible para evitar desplazamientos innecesarios o temblores en la estructura de los restos.
El esqueleto se mantiene aceptablemente bien tal como se muestra en la inspección visual y tras la comparación de las radiografías del año 1993 con las actuales, realizadas 40 años después. Existen algunas porciones que el tiempo ha reducido a polvo, concretamente algunos huesos largos y finos. El cráneo, la cara y las extremidades son las partes que más y mejor han resistido el paso de 800 años.
El trabajo de campo ha durado aproximadamente ocho horas desde la apertura de la urna hasta el cierre. En este tiempo, junto a la inspección, se radiografió todo el esqueleto y se tomaron muestras en distintas partes para estudios microbiológicos.
El equipo de expertos admite el milagro. Así lo explica el médico forense, doctor José Cabrera Forneiro: “Es extraordinariamente difícil que un cuerpo dure ochocientos años tal cual esta el presente de San Fernando. Ello podría deberse desde el punto de vista estrictamente científico al cuidado mantenido durante estos siglos, la temperatura constante de las ubicaciones en las que ha estado, un grado de humedad con pocos sobresaltos, las escasas y muy controladas aperturas y exposiciones de la reliquia al público, y probablemente a la urna de plata que guarda los restos ya que es sabido que la plata es un bactericida natural. Debemos constatar -continuó- la extrañeza del equipo médico forense ante el buen estado del cuerpo, en particular los tegumentos de la cara y extremidades, sin que podamos más que dejar constancia de tal inexplicable conservación”.
Indudablemente entran en juego la fe del devoto y el pensamiento de los cristianos en general de que en alguna forma exista un “designio” tras esta conservación a manera de recordatorio para la posteridad de lo que significó y hoy significa el santo en todas sus dimensiones.
El equipo que ha realizado con mimo, pulcritud y máximo respeto esta necesaria labor de inspección y supervisión ha estado formado por médicos forenses, expertos en radiología, expertos en análisis de laboratorio, un abogado especializado en logística sanitaria y personal auxiliar. Todos ellos han trabajado de forma armoniosa y sistemática para ofrecer los resultados que están en manos del Cabildo Catedral, que tiene a Ana Isabel Gamero como responsable de la conservación de bienes muebles y al catedrático Jaime Navarro como arquitecto conservador del templo metropolitano.
Las reliquias como el cuerpo de San Fernando son para la Iglesia Católica “tiernas huellas” que sirven para conectar con Dios. A través de ellas, Dios se nos hace presente, hablándonos y actuando a través de la vida de los santos, testigos y seguidores suyos y después de su muerte terrenal. Así lo entiende desde hace siglos la Iglesia. San Fernando es, sin lugar a dudas, una figura fundamental de la Historia. Entendió la misión que la providencia le confiaba e hizo de su reinado una expedición que tenía como objetivo restaurar la España cristiana. Extendió la devoción a María Santísima por todos los territorios que reconquistó. Por eso se denominaba a sí mismo Caballero de Jesucristo, siervo de la Virgen Santísima y alférez del Apóstol Santiago. Recordemos igualmente, que el 3 de marzo de 1671 llegaba a Sevilla la noticia del Breve por el Papa Clemente X, concediéndole nuevo culto al rey Fernando III en todos los reinos de España. El santo rey está presente en instituciones, organizaciones y asociaciones de fieles.
La propia Ana Isabel Gamero, que cuida de los bienes muebles de la Catedral con extremado celo, ha estudiado la figura del santo rey y ha disertado públicamente sobre su obra en alguna ocasión para ensalzar la figura del monarca cristiano:“Fernando III nació en el reino de León, posiblemente cerca de Valparaíso (Zamora) en los últimos albores del siglo XII y murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252. Hijo de don Alfonso IX de León y de doña Berenguela, reina de Castilla, unió definitivamente las coronas de ambos reinos. Aunque consideraba, que el reino verdadero al que todo ha de someterse es el reino de Dios. Y algo que le caracterizó durante toda su vida fue que se consideraba siervo de la Virgen María”.
Era alto para la sociedad del siglo XIII. San Fernando medía 1,70, una estatura que hoy se percibe como media pero que hace 800 años no lo era. Una de las conclusiones a las que se ha llegado en esta inspección dirigida por el médico forense José Cabrera:“Podemos explicar como nota extraordinaria e interesante un hecho que nos ha llamado la atención. Las facciones del rostro de San Fernando en su forma actual, encajan perfectamente con el rostro que Murillo pintó de San Fernando en su famoso cuadro efectuado hace 400 años por encargo de la Catedral con motivo de la Santificación y que está expuesto en la sala de entrada a la visita de la Catedral. El propio pintor tuvo acceso a ver el rostro de la reliquia para pintar posteriormente el susodicho cuadro, que es hoy en nuestra opinión la imagen más cercana y real que pudiéramos tener de Fernando III el Santo”.
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