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Pepote se vacía en un libro de vivencias y recuerdos que promete captar la atención de generaciones de andaluces que lo tuvieron como referencia en aquellos primeros años emergentes del todopoderoso PSOE andaluz. Está escrito con el estilo Borbolla. Sin meterle el dedo en el ojo a nadie. Al menos esa es la intención. En aquel tiempo todo era ilusión, inocencia y pasión. Andalucía, por ejemplo, fue la primera comunidad autónoma de España que incluyó en su presupuesto un plan extraordinario de inversiones nutrido con tres mil millones de pesetas del Banco Europeo, unos fondos destinados a la construcción de colegios, servicios sanitarios y carreteras para los municipios más desfavorecidos. Cuentan que el presidente Rafael Escuredo preguntó: “¿Y cuáles son las zonas degradadas donde hay que invertir?”. Y en su gabinete le respondieron: “Las que tú digas, presidente. Porque estudios no hay”. Todo estaba por hacer, incluidas las estadísticas y el diagnóstico de los lugares más deprimidos de la región. El sentimiento autonomista se fue alimentando de 1977 a 1980 con dos hitos: las manifestaciones masivas del 4 de diciembre de 1977 y la firma del pacto de Antequera justo un año después.
El libro abarca desde su etapa de estudiante de la Facultad de Derecho hasta 1990, cuando dejó de ser presidente de la Junta de Andalucía. Borbolla analiza las “transiciones”, pretendidamente en plural porque el autor repasa la evolución de España, Andalucía y el PSOE. Aporta su testimonio y algunos de esos documentos que ha guardado con tanto mimo hasta componer un vasto archivo sobre la historia de la Junta que acabó cedido al Centro de Estudios Andaluces, donde ha sido digitalizado y puesto al servicio de los investigadores. El libro tiene dos prólogos, uno de Alfonso Guerra y otro de Miguel Rodríguez Piñero. El maestro político y el maestro académico. La obra se presenta el 24 de octubre, lunes, a las doce del mediodía en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla.
Con Guerra hace tiempo que hizo las paces tras la más que polémica salida de Pepote de la presidencia de la Junta para ser sustituido en la candidatura por Manuel Chaves, y de la secretaría general del PSOE andaluz. En 2017 hubo un acercamiento que cuajó en un café en la barriada de Santa Clara. Desde entonces se ha consolidado una concordia. Y con tal éxito que Guerra ha firmado uno de esos dos prólogos. La editorial es la propia Universidad de Sevilla, de la que Borbolla ha sido profesor de Derecho del Trabajo. La portada habla por sí sola del perfil y del talante del autor. Está compuesta por cuatro fotografías que lo dicen todo. Una con el rey Juan Carlos en Almería, otra con Felipe González, Guerra y Plácido Fernández Viagas, el magistrado que fue presidente de la Junta preautonómica. Otra con Adolfo Suárez, gigante de la Transición en España. Y en la cuarta posa con Rafael Escuredo en el pleno de constitución del Parlamento, acto celebrado hace ahora cuarenta años en el Real Alcázar de Sevilla.
Pepote mandó mucho en el partido y en la Junta. Muchísimo. El PSOE era otro muy distinto al de ahora. Más fuerte, más centrado, más cohesionado. El libro acaba en 1990 después de que Borbolla dejara iniciada la negociación para comprar San Telmo, el palacio que no pudo estrenar como presidente. Pero siempre le queda como recuerdo que fue quien promovió el complejo proceso ante el Arzobispado de Sevilla, una operación que tuvo que esperar al visto bueno de la la Santa Sede y que provocó un conato de cisma en el clero local. Mucha de la Sevilla inmovilista miró con recelo a un joven arzobispo que se sentaba a negociar con los rojos liderados por Pepote, el sevillano de apellido del Real Círculo de Labradores y que militaba en la izquierda emergente.
Siendo presidente, nunca dejó los partidos de fútbol de los jueves en el pabellón cubierto de Los Escolapios. Formó en el cortejo de la procesión del Corpus de Sevilla. Ningún presidente de la Junta lo ha hecho. Y se fue a Málaga en su primera Semana Santa en el cargo.
No aparece en el libro, pero tras dejar la presidencia andaluza demostró que había vida más allá de la política. Se puso a escribir artículos periodísticos con una temática preferente: las películas del Oeste. Para eso era y es un gran admirador de John Wayne. Mucho mejores eran los artículos que firmó cada Viernes de Dolores sobre Semana Santa introducido por Luis Carlos Peris. Nadie podrá negarle tener los pies en la tierra –pasó de presidente de la Junta a líder de la oposición municipal– y ser bastante humilde. En las reuniones en algunas agrupaciones del partido se sienta en la escalera si hay mucha concurrencia.
Dejó muy buenas relaciones en el ruedo de la política nacional. Aznar le preguntó en Valladolid, donde Pepe acudió a dar una conferencia, por el paisano Javier Arenas, al que el presidente del Gobierno acababa de aupar a la secretaría general del PP. “Pepe, ¿qué te parece Javier?”. “Javier es un rayo engrasado”, le respondió Borbolla con rapidez. El del bigote no captó la definición, pidió una explicación más detallada y Pepe se la ofreció con su silabeo habitual: “José María, ¿tú has visto lo rápido que es un rayo? Pues imagínate engrasado... Así es Javier”.
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