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Sevilla/No sé si tendremos vuelo directo a Nueva York. Ignoro si sirve para algo verdaderamente útil una cita como Fitur que trata a los turistas como borregos. Y quizás hace bien porque hoy escasea el criterio propio. Y la gente agradece que los denominados operadores les organicen el ocio. De algo tienen que vivir los animadores de los hoteles, esos tipos geniales que te ordenan dar saltos en la piscina con la música estruendosa que nos pone de los nervios a los siesos que jamás seguimos una banderita atada a un paraguas para que nos guíen por las ciudades. Tengo claro que el turismo ha vuelto. O cierto turismo.
Ayer sufrimos varias despedidas de soltero por la ciudad, mezcladas entre obispos y cardenales que salían del almuerzo oficial de saludo al nuevo prelado. Ya lo dijo Rojas-Marcos cuando le preguntaron por la coincidencia de la Semana Santa y la Feria con las vísperas de la Expo: “Sevilla puede con todo”. Y nos regaló un estadio al que 25 años después le hemos visto por fin la utilidad: sede de vacunación masiva contra el coronavirus. ¡Gracias, Alejandro!
Pues no sé cuando volverá el turismo en masa, el de sangría, velador bajo los chorros de agua vaporizada y pies encima del asiento. Pero más no valdría adecentar uno de los monumentos más visitados por quienes nos dejan sus cuartos y nos permiten llegar a fin de mes como ciudad. La Plaza de España da vergüenza. Los jaramagos han crecido con descaro en los bancos dedicados a las provincias españoles. Provoca verdadero sonrojo el platanero que ha comenzado a crecer en el de Burgos. En Sevilla sacamos un crucificado de Burgos, donde sale Alberto Díaz, el que fue portavoz del PP en el Ayuntamiento, pero hemos obrado el milagro de tener un platanero en la provincia, en el monumento de Aníbal González, el arquitecto que se espantaría de los grises de Vázquez Consuegra en la ciudad de la luz.
¿Alguien podría en esta ciudad limpiar de jaramagos, vegetación y otras especies los bancos de la Plaza de España? Monteseirín y Marchena recuperaron las barcas sobre la ría. El Gobierno arregla de vez en cuando las balaustradas cerámicas que los vándalos destrozan. ¿Hay algún jardinero, desbrozador u operario de limpieza que tenga la buena voluntad de suprimir tan lamentable estampa?
Mientras, sigamos aprendiendo a pronunciar “Radisson” para vender el adefesio impersonal del hotel de la Magdalena. A ver quién es más cateto: si el que pone alfombra roja a una multinacional para que destroce una plaza, o el que pide que limpien de jaramagos y mantengan un monumento en un estado al menos decente. Sigan, sigan al tío del paragüitas. Y salten en la piscina. “¡Y uno, dos...!”. Suena Beyoncé, una que en tiempos de Zoido dijeron que actuaría en Sevilla. Risas en off. Y en on: Jajajá.
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