Algo huele a podrido en la Isla de la Cartuja de Sevilla

La Cartuja debía ser de acuerdo con el PGOU para usos avanzados, no para más oficinas, firmas de moda, bares y hoteles

La isla sin alma

La degradación de la ciudad

Isla de la Cartuja de Sevilla
Isla de la Cartuja de Sevilla / José Ángel García

Nunca una devaluación de los usos de unos suelos ha estado tan aceptada y aplaudida. Es curioso cómo en Sevilla nos tragamos poquito a poco la tortilla que alguien nos prepara y que nos mete en la boca haciendo el avioncito. La clave está en guardar las apariencias, esperar el momento oportuno y soltar una recalificación (a la baja) como una gran demostración de gestión cuando, en realidad, esconde un paso atrás en toda regla en las posibilidades de un suelo llamado a ser la gran apuesta de la ciudad por los servicios más avanzados. La Cartuja no era un sitio concebido para bares y hoteles a la terminación de la Exposición Universal de 1992. Ni mucho menos. Ni siquiera para oficinas. No, no, no. La isla estaba concebida para el estudio de tecnologías de vanguardia, aquello de lo que hasta se hicieron chistes en una ciudad con hondo sentido del humor. ¿Recuerdan lo del acelerador de partículas? Se decía en tiempos no sin guasa que el acelerador disparaba el crecimiento de los... jaramagos. Humor aparte, el Plan General de Ordenación Urbana, la biblia sobre la que debe pivotar el futuro de la ciudad, deja claro que los terrenos principales de la Cartuja se conciben para "servicios avanzados", refiere expresamente a la isla y precisa qué se debe entender por dichos servicios: el I+D+i (Investigación, desarrollo e innovación). Dicta el Plan General sobre los servicios avanzados: "Reconoce aquellas áreas donde se implantan edificaciones para acoger actividades basadas fundamentalmente en nuevas tecnologías, cuyo objeto de producción es el manejo de información, el desarrollo y producción de sistemas informáticos, audiovisuales y otros similares, cálculo y proceso de datos y, en general, actividades de investigación, desarrollo e innovación, así como servicios empresariales cualificados, en un entorno adecuado. Recoge, básicamente, el ámbito del Parque Tecnológico Cartuja 93". Más claro, el agua que no fluye por el canal desde la clausura de la Muestra.

¿Qué está ocurriendo? Nos venden que no hay metros cuadrados para acoger a las empresas interesadas en la Cartuja. ¡Incluso en China se interesan por la Cartuja, según nos cuentan las autoridades municipales! ¿Qué es lo que ocurre en la realidad? Que una cosa son las oficinas y otras las empresas que verdaderamente se dedican al I+D+i.

Hay una evolución que se aprecia en la Cartuja desde hace un tiempo. La mayor parte del suelo, aparte de los espacios libres, se concibieron en el Plan General para actividades basadas fundamentalmente en procesos de I+D+i. Pero el objetivo no se cumple como debiera. Algo huele a podrido en la Isla, sobre todo cuando nos exponen como un éxito una recalificación que no deja de ser una devaluación de los usos del suelo. O no hay tantas empresas interesadas en el I+D+i, o no se sabe gestionar el suelo por parte de las administraciones competentes.

Urbanismo está siendo permisivo con el cambio de uso en la práctica de algunas parcelas y edificios ya existentes. De un uso calificado de servicios avanzados (I+D+i) se apuesta por un uso terciario, oficinas fundamentalmente, porque este destino es más lucrativo a corto plazo. Hay inmobiliarias que se han posicionado y tienen ya varios edificios destinados a ese uso en régimen de alquiler. Parcelas y edificios con uso terciario ya hay en la Cartuja (en la llamada banda de servicios) pero se ve que hay mucha más demanda que el uso de servicios avanzados (I+D+I), de ahí esa permisividad con el cambio de uso y ese intento de cambiar el calificativo recogido en el planeamiento del Canal Expo para instalar más usos del sector terciario (oficinas) y residencias de estudiantes que, visto lo visto últimamente en la Palmera y el Porvenir, no sabemos cómo calificar a la hora de la verdad: si como residencial, hotelero o dotacional.

El caso más llamativo y reciente es el de una compañía aseguradora que ha vendido su torre por una cantidad millonaria y se ha ido de alquiler a la Cartuja, en concreto a un edificio con uso exclusivo I+D+I, pero para desarrollar un uso terciario relacionado con la venta de pólizas de seguros. ¡Nada de I+D+i! En el edificio en cuestión se desalojaron empresas como una de ingeniería (I+D+i) para poder disponer del espacio completo para la aseguradora. Tan legítimo como revelador.  

Otro ejemplo es el de una muy reputada firma de moda para caballeros que ha iniciado las obras de un nuevo edificio también en una parcela con uso de servicios avanzados (I+D+I) que, al parecer, obviamente, no será precisamente ese uso al que se destinará. Hay una empresa internacional en el sector del I+D+i, Skylife Engineering, que busca espacio para ampliar sus dependencias de producción. No debería tener problemas en alcanzar el objetivo. ¿O los tendrá?

El modus operandi del parque no puede ser como el de una inmobiliaria que vende suelo con el único criterio del precio de venta. Están muy bien las aseguradoras y las firmas de moda, crean empleo y en los dos casos gozan de prestigio, pero los terrenos escogidos estaban destinados a usos muy distintos. A veces, además, se pone mucho énfasis en atraer a empresas de fuera cuando debería ser prioridad facilitar la ampliación y crecimiento de las empresas ya existentes y, sobre todo, si son sevillanas. Otro debate interesante que no se está planteado es por qué no apostar por un crecimiento medido en altura. Si hay poco espacio, nunca está de más consolidar lo existente y compactar. Pero si nos dan gato por liebre , que sepamos oír los maullidos. No aplaudamos como bobos. La Cartuja no era esto, aunque nos mareen con cifras. No hay que dudar de ellas, como tampoco de la evolución del uso de los suelos. El que quiera tomarse la tortilla puede hacerlo, no hacerlo o preguntar cuántos huevos tiene.

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