Honor a tantos taxistas honrados de Sevilla
La Caja Negra
La ciudad necesita a todos sus buenos taxistas a pleno rendimiento y lograr que en la parada del aeropuerto no haga falta un furgón de la Policía Nacional
Es la educación, no el turismo de calidad
La ridícula sombra minimalista en Triana
Cuántas veces con la mirada puesta en el retrovisor durante un semáforo en rojo nos han contado camino del aeropuerto que nos dejan allí, pero que no se quedan en la parada. "No quiero problemas con esa gente, la última vez los destrozos en el coche me dejaron sin salir a trabajar tres días y yo no puedo permitirme eso ni quiero pasar ansiedad, ¿sabe usted?". Cuántas veces nos han recogido del aeropuerto, pero en un sitio discreto, casi escondido, como si fuera una actividad clandestina. ¿Por qué? ¿Nadie decía o hacía nada con eficacia? No, el problema no eran los VTC ni otras modalidades de transporte, sino el salvajismo impuesto por una minoría que primero el Ministerio Público, después el poder judicial y ya toda la opinión pública ha calificado de 'mafia'. Una vergüenza para la ciudad, una deshonra para el gremio. Y han sido las denuncias de taxistas valientes las que, de momento, han puesto fin a una anormalidad propia de república bananera. Hay que honrar a tantos taxistas que han soportado insultos, han aguantado sin poder trabajar con libertad y tranquilidad en la parada del aeropuerto y han sufrido agresiones. Hasta ha habido muchos momentos en que no había taxis porque la denominada 'mafia' no calculó el subidón del turismo en los últimos años. Prefirieron, por supuesto, retener el monopolio antes que ofrecer un servicio fundamental en una ciudad que en buena medida vive de los viajeros. Se les vio el plumero hasta cuando dejaron desatendido el 'negocio'...
Sevilla necesita a sus buenos taxistas a pleno rendimiento. Los que acuden con rapidez cuando se avisa que hay una parturienta, los que se esperan a que la señora entre en casa cuando es de madrugada, los que como improvisados serenos han dado protección y seguridad en tantas noches a personas vulnerables, los que ayudan a un anciano a entrar o salir del vehículo, los que saludan y reciben con diligencia y plantean los posibles recorridos con amabilidad, los que te ofrecen elegir la emisora de radio cuando te ven con los auriculares, los que te ponen el aire acondicionado con celeridad en los meses de verano, los que tienen el coche en condiciones agradables, los que tienen la habilidad de saber cuándo corresponde el silencio, la charla corta o casi una tertulia, los que jamás miran ni se distraen con el móvil para cumplir con la legalidad y no generar una incomoda sensación de inseguridad al viajero, los que por supuesto tratan, en general, con toda corrección y esmero; los que evitan desagradables discusiones con otros conductores, los que han llevado sin cobrar a tantos niños enfermos al Hospital Virgen del Rocío, los que te ayudan a encontrar la hebilla del cinturón de seguridad, o los que te explican que no te apures porque la carrera solicitada sea corta "porque nunca se sabe si donde le dejo a usted me sale una carrera larga, esto es así". Muchos de estos taxistas llevan 25 años sin poder trabajar en la parada más rentable de la ciudad porque no les dejan, o si se han atrevido a hacerlo han pasado miedo en el cuerpo al oír el "por aquí no vuelvas más". Y nadie debe pasar miedo cuando ejerce el oficio con el que se gana la vida.
La parada del aeropuerto se ha metido en vereda gracias a los taxistas denunciantes, los que se la han jugado, los que han dicho el basta ya el hasta aquí hemos llegado que tanto miedo da pronunciar en una ciudad pusilánime, donde hay exceso de cautela para no señalarse, ni parecer polémico o conflictivo, mientras el verdadero conflicto seguía delante de las narices de todos. Hasta periodistas han sido denunciados por cantar las verdades y, por fortuna, las denuncias no llegaron a más, pero ha sido la forma de advertir que escribir o hablar del asunto conllevaba un paseíto al juzgado. Resulta irrisorio, por decirlo suavemente, que el actual gobierno pretenda anotarse el tanto cuando, por cierto, ha sentado en la misma mesa de negociación a quienes han provocado este problema con quienes lo han sufrido. Equidistancia cobarde se llama. Más le vale al gobierno de Sanz enviar a la Policía Local para velar por la parada y que no ocurran cosas nuevamente extrañas como el reciente apagado sorpresivo de las luces del palenque. Esperamos que el concejal Ignacio Flores monte cuanto antes el dispositivo, que ya va tarde. Urge que el gobierno dedique el tiempo y los esfuerzos a mejoras sustanciales de la ciudad y menos a cumplimenteos de folclore y otros actos populistas.
Ahora, por fin, se activan los turnos rotatorios para que todos los taxistas de la ciudad puedan trabajar en esa parada. Se ha establecido que 450 taxis a diario (del total de 1.900 titulares de licencia) atiendan a los viajeros del aeropuerto de forma organizada por primera vez en 25 años gracias al voto a favor de todos los partidos políticos, de dos asociaciones del taxi (Unión Sevillana y Elite) y de Facua. O ahora se deja esto definitivamente arreglado o caeremos de nuevo en la vergüenza. Sevilla no puede tener un furgón de la Policía Nacional continuamente en la parada del aeródromo para poner orden en una parada por culpa de una minoría. ¿De qué clase de sociedad estamos hablando? ¿Por qué se han tardado 25 años en activar una operación con 18 detenidos, después de tantas tensiones y ahora de vergonzosas órdenes de alejamiento? ¿Por qué no se cumplió la sentencia judicial que ya dictaba los turnos rotatorios? Porque las autoridades (menos el primer gobierno de los tres de Monteseirín) han mirado siempre hacia otro lado. El silencio sale rentable para quienes están de paso. Solo el valor de algunos taxistas y la eficacia policial han hecho posible que se destape con fuerza un problema que ha desbordado a todos durante demasiados años.
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