El hermoso homenaje de una familia a una taberna del Arenal de Sevilla
La Caja Negra
El Despacho Cossío Abogados, fundado en 1942 en la calle Castelar, ha reconocido los 80 años de servicio al Bar Arenal Ventura, una institución anclada en el corazón del barrio
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Tres generaciones de abogados, tres de taberneros. Una identificación basada en el respeto y en la admiración. El despacho Cossío Abogados se fundó en 1942 por don Alfonso de Cossío en la calle Castelar, donde ha estado hasta que el año pasado se mudó a la antigua calle Capitán Vigueras. El bufete cumplió los 80 años de funcionamiento en el Arenal. Dos años después lo ha hecho el Bar Ventura, un observatorio del corazón del centro histórico. Manuel Cossío (Santander, 1938) conoció al padre de Ventura, el recordado alguacil de la Real Maestranza, un señor valiente y con fino sentido del humor, de estilo claro y rotundo. Don Manuel sigue tratando hoy con sus cuatro hijos, quienes por fortuna mantienen el negocio abierto: Cristina, Raquel, Patricia y Ventura. El hijo varón fue durante muchos años Venturín, el cariñoso diminutivo familiar que hoy evoca aquel bote de propinas que su padre tuvo tantos años con una recordada leyenda:“Para el ordenador de Venturín”.
Cossío, el patriarca, regresó esta semana al Ventura, su Ventura de toda la vida, para celebrar los 80 años del establecimiento que comenzó a frecuentar en la década de los años 60. Pocos como don Manuel conocen la evolución de una taberna que se han beneficiado del bendito relevo generacional. Pocos pueden evocar la figura de Ventura padre, para quien la familia era lo más importante: su madre, su mujer y sus cuatro hijos. Pocos como Cossío sabían disfrutar de un sentido del humor tan auténtico y particular. Ventura padre calaba el perfil del cliente en cuanto entraba por la puerta, como el que se colaba solo para disfrutar del aire acondicionado y ver los toros por la televisión. ¡Y cómo tenía fichados a los tiesos que frecuentaban la taberna solo para dejarse ver!
Ventura es de los bares que todavía tiene parroquianos en vez de clientes, donde se atiende con espíritu de Mañara hasta a algunos de los señores acogidos en la Caridad, como el legionario que lleva 30 años de visita a la barra. Por todo esto y mucho más no extraña que el patriarca de la saga de abogados quisiera estar en el cumpleaños del negocio donde tantos cafés se ha tomado. Y esa copa de vino de mediodía a la que don Manuel sabe darle la cadencia del tiempo y de la conversación, un perfil de cliente que hoy tanto se echa de menos.
Una de las curiosidades de la relación del despacho Cossío Abogados con Ventura es que el bufete tenía la puerta principal en la calle Castelar con todos sus oropeles, pero también una puerta secreta (sin anuncios ni placas)hacia Arfe que permitía salir con toda discreción y que daba acceso rápido al Ventura.
Por la calle Castelar ya no pasa el Gran Poder. Ni se ven a los abogados del despacho Cossío, pero del bufete ha quedado clavada una pica en el Ventura. Es mucho más que el bar que logró concentrar a los taurinos, a los mulilleros, monosabios y areneros, a más de un caballero maestrante y, cómo no, a capataces como Luis León. La taberna tiene más años que algunas cofradías y no ha hecho tanto ruido con la efemérides. Ha evolucionado hacia la lista de tapas, más allá de la cerveza y del ron blanco en las tardes de toros de los años ochenta. Si hay quienes defienden que los bares son una institución de la ciudad, el de Ventura es un buen ejemplo porque suma generaciones y gana con el paso de los años, que para muchos es el principal valor. Los hijos no han laminado sus valores, como se denuncia de otros sitios, sino que han revalorizado el negocio.
En el Ventura se puede seguir tomando la cerveza como toda la vida, cosa que se agradece. Se puede incluir en la relación de tabernas que no han sucumbido a los hábitos posteriores a la pandemia, donde se puede ser feliz con los doce o catorce minutos de una fría bien tirada en vaso ancho. Y allí te encuentras a los personajes de siempre. El sitio para reposar o hacer una parada, gastar una tertulia o contemplar las fotografías. El típico bar que se entiende que forme parte de la vida de vecinos y profesionales del barrio. Porque es el barrio, como lo son el Baratillo, la Carretería o la Pura y Limpia. El lugar que no necesita muchos metros cuadrados para acoger a tanta gente. Por eso recibe placas justificadas en “el cariño y la admiración”.
Don Manuel Cossío ha tributado un homenaje espontáneo y sincero con el que seguro que se identifican muchos sevillanos. Y que bien podría haber asumido la ciudad de alguna forma. Al término del homenaje alguien explicó que actos así son especialmente hermosos en una sociedad de prisas, consumismo y zancadillas. Porque en el reconocimiento va incluida la gratitud por los momentos de bienestar generados. Y a lo mejor a veces solo fue un café. Pero la felicidad se trabaja poco a poco y siempre con las cosas sencillas. Gente grande para un bar pequeño. Perfume caro del Arenal. De los años del bote de propinas para el ordenador de Venturín a la era de la Inteligencia Artificial. Los tiempos cambian, el Ventura permanece. Fuertes son las raíces y señores los clientes.
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