El fallo que permite viajar gratis (a los pícaros) en el tranvía de Sevilla
La Caja Negra
El 'software' estrenado en junio de 2024 impide comprobar el pago con tarjeta bancaria, una grave deficiencia que también se produce en todos los autobuses
Diga que ha pagado con tarjeta, nadie puede comprobarlo. Los pícaros llevan siete meses campando a sus anchas en el tranvía y es más que probable que también en los autobuses urbanos. El viajero entra en el Metrocentro, aproxima la tarjeta bancaria a una de las máquinas validadoras, la pantalla informa de la conformidad y el usuario guarda la tarjeta. No hay un solo papel, recibo o documento que confirme que se ha realizado el abono mediante este procedimiento (contactless). ¿El revisor cómo puede entonces ejercer sus funciones?¿Incluso cómo puede el usuario demostrar que ha pagado en ese momento si así lo quisiera por cualquier motivo? De ninguna forma. Cuando llega el agente de Trablisa, empresa que asume las funciones de control, no puede hacer más que fiarse de la declaración del viajero si éste alega que ha pagado con tarjeta bancaria. Estos revisores, todo sea dicho, aplican la mayor cordialidad, al menos en los tres viajes que hemos realizado en el tranvía en los últimos diez días. El diálogo es básicamente el siguiente:
-Me permite su título de viaje, por favor.
-He pagado con esta tarjeta.
-¿Y le ha dado el OK?
-Sí, sí.
El revisor se lo tiene que creer. ¡No queda otra! Una suerte de dogma de fe. No puede hacer más. Consultadas fuentes internas de la empresa Tussam, todas confirman que el 'software' que se usa en los tranvías y (ojo a esto) en todos los autobuses de las líneas urbanas desde junio de 2024 impide la comprobación de que el pago se ha hecho. Una carencia tan inexplicable como insólita. "La diferencia es que en los autobuses en algo más difícil que alguien se cuele sin pagar alegando después que lo ha hecho con tarjeta porque el conductor está justo al lado de la máquina, pero todos sabemos lo que pasa en las horas punta con mucho público y que en muchas ocasiones el conductor tiene que estar atento a la conducción, pero el riesgo claro que existe. Lo del tranvía es incontrolable, es que no podemos comprobar nada". Ni siquiera si el usuario de buena fe quiere exhibir el último movimiento bancario puede hacerlo, porque en todos los casos experimentados esa información no se ha registrado hasta la mañana siguiente de utilizado el servicio.
Consta que los sindicatos han alertado a la empresa de una deficiencia grave. No han querido difundir este problema, pero admiten que los trabajadores son conscientes y de que muchos usuarios así lo han transmitido. De hecho se observa cómo hay viajeros que están con la cartera en la mano y la tarjeta bancaria preparada, pero solo la usan si aparece el revisor y ante su presencia. Ni el revisor aparece siempre, ni todos los usuarios hacen completo el trayecto del tranvía (Plaza Nueva-Luis de Morales) ni aunque así fuera se trata de un recorrido tan duradero como para que se revise si todos los viajeros han abonado el billete.
El estreno de la opción de pago con tarjeta se anunció a bombo y platillo en junio de 2024. Y tiene esta deficiencia a todas luces injustificable. O alguien prefirió ponerlo en práctica a pesar de ser deficiente y permitir un coladero, o el caso de una negligencia palmaria. Los revisores solo puede confirmar los pagos hechos con el billete univiaje que se adquiere en las expendedoras de las paradas (siempre que funcionen) o con la tarjeta de Tussam, que permite que el viaje sea más económico y elegir la opción de con o sin transbordo.
La web de Tussam realizó el siguiente anuncio el pasado 13 de junio: "Tras la realización de todas la pruebas y ajustes necesarios para su correcto funcionamiento ya hemos incorporado en toda la flota de autobuses y tranvías la tecnología que permite el pago del billete con tarjeta bancaria. A partir de ahora, ya se podrá realizar este tipo de operaciones ordinarias en cualquier línea de nuestra red, tras un exhaustivo trabajo". Se ve que no fue todo lo minucioso que hubiera sido deseable. Los revisores han de tener fe en una suerte de declaración responsable de los viajeros. Si la buena fe se presume, no hay problema alguno. Pero ya sabemos que Sevilla también inspiró a Cervantes las célebres historias de Rinconete y Cortadillo. La misma información de la web oficial añade lo siguiente: "Si la validación se ha realizado correctamente, la máquina emitirá un sonido similar a un bip, a la vez que indicará en la pantalla el mensaje Validación EMV. En caso contrario, se escucharán tres sonidos similares al mencionado bip y saldrá un mensaje de error" Ocurren dos cosas: el viajero no obtiene comprobante de pago en ningún caso, y el revisor no está presente para comprobar que el intento de pago ha fallado. Y en caso de que estuviera no puede controlar el uso de todas las máquinas validadoras. La realidad es que el tranvía lleva siete meses con un más que posible coladero de viajeros que pueden no abonar el billete. Y como confirman las fuentes consultadas: "En los autobuses ni sabemos lo que puede estar pasando, pero es el mismo problema y está advertido".
Los sindicatos ya advirtieron en 2015 de que los conductores perceptores encargados de la inspección de los títulos de viaje del tranvía carecían de "personal de seguridad", mientras que, "en el Metro, el personal de inspección va acompañado de un vigilante de seguridad". Además, el sindicato avisó entonces de que estos trabajadores "no tienen atribuciones reales para exigir el cumplimiento de la norma". Decidieron elevar el asunto al comité de seguridad y salud que para que "se garantice la seguridad de los compañeros y si ésta no se garantiza, plantear que dejen de realizar dicha función". Se tomaron medidas como la de confiar en una empresa privada especializada. En octubre de ese mismo año de 2015 trascendió que más de 1.500 viajeros de colaban al día en este medio de transporte, un fraude del 14%. Ahora el tranvía tiene más revisores, pero un coladero por culpa de un 'software' que no facilita el mero justificante de pago que se debe exigir en cualquier operación. Hasta lo dan por tomar un café en un bar.
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