El encanto perdido del Centro de Sevilla que todavía atesoran los barrios
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Cuanto más se parece el centro de Sevilla a un parque temático para turistas mayoritariamente sin criterio, más sensación de territorio invadido se sufre, más despersonalizado se presenta el comercio y más incómodo resulta pasear por sus calles, más ganan un valor especial determinados barrios de la ciudad que han evolucionado y crecido sin perder el encanto original. Hoy más que nunca es muy recomendable recorrer lugares como el Tiro de Línea, donde las mejoras urbanísticas hace tiempo que dieron mucho más que dignidad a las calles y casas. Hasta tal punto que ya hay modelos de casas de la arquitectura minimalista que, si bien son minoría, nos hacen levantar las orejas en actitud de alerta.
En el Tiro hay muchas calles con buena sombra, con ese cortejo de naranjos frondosos que serán además el mejor ambientador natural, calles que piden animosa cofradía con José María Carmona de fiscal de cruz. Son el ejemplo que debería seguir el Ayuntamiento a la hora de planificar la reforma de cualquier espacio urbano, el antídoto contra el urbanismo moscovita de extensiones a la intemperie en una ciudad castigada por el calor. Cuántos arquitectos y urbanistas deberían fijarse en la sencillez de estas calles. ¿Y los comercios? Desde los rótulos se aprecia todavía el arraigo en el barrio, la identidad plena con el sitio. Todo está personalizado de forma natural, sin diseños. Los carteles de la función principal que hoy se celebra en la parroquia están repartidos por todos los negocios. Qué bonito informarse por ellos que hoy predica la función el cardenal Rouco, el arzobispo emérito de Madrid que presidió la Conferencia Episcopal y que tanto poder tuvo en la Iglesia en el tramo final del pontificado de Juan Pablo II.
En un escaparate del Tiro te encuentras con una vela rizada de la Virgen de las Mercedes, en plena calle una pizarra con el precio del kilo de cinta de lomo, en un rótulo alto aparece la imagen del Señor Cautivo y en otro un cartel con una advertencia: “No quitar el palo que sujeta la persiana”. Cuando el centro está tan bruscamente cambiado, todo esto adquiere un valor entrañablemente especial. Encontrarte a tantos sevillanos del centro o del cercano barrio del Porvenir en el mercado de abastos, saludar a ex hermanos mayores que viven el barrio, comprobar la vida añadida que reporta el colegio, admirar el remate esférico de la torre parroquial que recuerda al del edificio de la antigua confitería Filella, recordar las viejas estampas de la vía del tren que dejaban al barrio en la diáspora y que hoy está felizmente integrado en una ciudad que ha ensanchando tanto sus límites urbanos que ha aproximado al Tiro a la Puerta de Jerez.
En los bares populares de toda la vida, esos que contribuyen al sello propio del barrio, como Molina, Benito o Cabeza, se ofrecen las viandas de toda la vida, aquellas que nunca fallan ni pasan de moda. No hay exclusiones, acaso suma. No hay sustitución, sino enriquecimiento. Alguno como Molina ha modernizado la decoración (con una tonalidad más oscura) y añadido nuevas tapas.
Sigue la ropa al sol en muchas ventanas con tendederos. Cierto concepto de autenticidad se conserva hoy en estos barrios por los que es un privilegio pasear y en los que se aprecia que ya se han fijado muchos matrimonios jóvenes para fijar su primera residencia. El Tiro no se ha quedado anclado, ha evolucionado muy bien. Urge cuidar el estilo de las casas que dan personalidad al barrio, que los vecinos no tengan que irse como un día ocurrió con el arrabal de San Bernardo.
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