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Lluvias en Sevilla este lunes

La emocionante reapertura de Casa Pepe, la inolvidable taberna de Boteros

Ocurrió por unas horas tras la inauguración en la Costanilla del rótulo 'Jardín Doctor Ismael Yebra'

Los hermanos Yebra, la Alfalfa en estado puro

El acto presidido por el alcalde y el arzobispo

José Yebra, Álvaro Peregil y Miguel Fragoso, en la reapertura por unas horas de la taberna de Pepe de la calle Boteros,. / M. G.

Sevilla/La ciudad que tiene saturado el concepto de extraordinario vivió este jueves un hecho que realmente lo fue. Por unas horas reabrió Casa Pepe, la célebre taberna de la calle Boteros por la que han pasado varias generaciones de sevillanos. El ingreso en el nomenclátor del inolvidable Ismael Yebra mereció que su hermano Pepe recibiera a sus familiares y amistades en el establecimiento que regentó durante más de cincuenta años y que se niega a traspasar, pues nadie traspasa su casa. Y Casa pepe lo es de nombre y de hecho.

El ambiente en Casa Pepe para celebrar la calle dedicada a su hermano Ismael en la Costanilla / M. G.

Victoria, la viuda de Ismael, y sus dos hijos volvieron a sonreír. Y lo hicieron justo un año después de que despidiéramos a Ismael, el médico de verdadero prestigio, el hombre sabio por sencillo, un ser auténtico que se desvivía por atender a sus amistades a deshoras si era preciso, por cuidar a las congregaciones de religiosas, a las que tanto valoraba por orar intramuros cuando el mundo exterior está metido en luchas, prisas y tensiones. Murió como director de la Real Academia de Buenas Letras. Aunque este cargo, en realidad, era lo de menos en un ser tan especial como Ismael, un grande que se preocupaba por los detalles pequeños.

Álvaro Pastor y Paco Gallardo. / M. G.

Por Casa Pepe no ha pasado el tiempo. Sigue igual. Intacto como el despacho de Manolete. Los vasos de vidrio gordo, los toneles, los carteles de Semana Santa, los extintores, los floretes y la máscara de esgrima, el cartel publicitario del tío de la barba, los trofeos, las paredes inconfundibles (a un paso de ser catalogadas por la Consejería de Cultura). Y, por supuesto, Pepe con su mandil y con el usted por delante.

Pepe Yebra con los dueños del kiosko de la Plaza de la Alfalfa, Ricardo Jiménez y Mari Paz Ramos. / M. G.

La bulla volvió a Casa Pepe por unas horas. Y con ella las historias particulares, los recuerdos, los brindis... Los dueños del kiosko de la Alfalfa donde Ismael compraba su ejemplar de Diario de Sevilla, Ricardo Jiménez y Mari Paz Ramos; el hermano mayor de la cofradía de San Isidoro, José Manuel Rubio Sotillo; el periodista Juan Antonio Romero, compadre de Ismael; Miguel Fragoso, dueño del Garlochí; el historiador Álvaro Pastor, el notario Carlos García Campuzano; Antonio García Burgos, el jardinero del Real Alcázar, el periodista Antonio Jiménez Riquelme, el pintor Joaquín González; el médico Paco Gallardo, el poeta Juan Lamillar, el abogado Francisco Gómez Recolta, el tabernero Álvaro Peregil, etcétera.

Los vasos de vidrio gordo y Pepe echando la verja. / M. G.

Todos recordaron a Ismael. Su bondad, su serenidad, el amor por toda su familia, por la Alfalfa, por la literatura. Y evocaron las horas vividas en Casa Pepe, el estilo genuino de todo un señor que vivió un jueves de fortísimas emociones. Su hermano lo era todo para él. Y él lo era para su hermano. Distintos y siempre juntos. Pepe sigue siendo el arte de la distancia, el respeto a los espacios propios, el tabernero que jamás sirvió whisky, que respetaba y se hacía respetar. “Esto no es una barra americana ni aquí se pasean niñas”, se le oyó decir. De destilados, exclusivamente ginebra del Puerto y ron blanco. Y cantidad de clientes, la justa. Pura autenticidad y señorío.

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