Las despedidas de soltero
Campaña. Día 10
Hasta tres despedidas de soltero nos cruzamos ayer en media hora por las calles del centro de la ciudad. En una de ellas un varón vestido de flamenca –modelo mamarracho– se subía a la fuente-farola de la Plaza de la Virgen de los Reyes para ser jaleado por el resto de la piara. Ellos mandaban, ellos condicionaban el ambiente, ellos rompían la tranquilidad de quienes contemplaban la Giralda. Eran los amos y señores. En otro caso hacían algo similar en la Plaza de la Alfalfa, ayudados por un megáfono. Más ruido, más cutrería, más fealdad. ¿Algún candidato a la Alcaldía dice algo sobre esta práctica que sufren los vecinos y hasta muchos turistas los fines de semana? Incluso nos conformaríamos con que los aspirantes al poder reconocieran su incapacidad para atajar el problema: “No podemos hacer nada, no hay ordenanza que prohíba organizar despedidas de soltero marcadas por el estilo chabacano”. Pero no, no nos dicen ni eso. Parece que nos queda aguantar, esperar a que pase la moda, correr el visillo, cerrar la puerta y olvidarnos del centro desde el viernes a mediodía hasta la noche del domingo. ¡Sevillanos, a los barrios!
Los trenes baratos nos han convertido en un destino low cost preferidos por estas hordas. Hay muchos restaurantes que advierten que no admiten celebraciones de despedida de soltero, pero son muchos los que, obviamente, permiten la entrada de estos tramos de indios. Alguien podría apuntar a alguna solución, plantear alguna medida disuasoria. Pero siempre ocurre lo mismo: a los de siempre les toca tragar por el bien de la economía. Pronto saldrá algún estudio sobre el impacto de estas fiestuquis. Y nos tendremos que callar, porque en el fondo los sevillanos somos de la cofradía del silencio, la que sale todos los días. Problema real, silencio absoluto.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Cervezas Alhambra
Contenido ofrecido por Osborne
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Universidad Loyola