El corazón vacío
Sevilla/EN la calle Betis han vaciado una casa. Han creado un solar. Y han dejado la fachada. Qué bien, qué bien, que diría la alcaldesa Soledad. La piqueta ha creado el vacío. El vacío es la expresión del Estado. Y también del estado en minúscula, del estado del patrimonio de la ciudad. Desde la calle Rosario Vega se ve el edificio del Cristina. ¿Ven como la piqueta tiene efectos positivos? Desde el corazón de Belmonte se ve la plaza de toros y desde la parcela de la antigua discoteca Boss se aprecia el gran hotel que fue del 29.
Es todo un detalle que en el proyecto urbanístico hayan dejado la fachada, metáfora de la Sevilla que conduce el BMW y almuerza la bandejita de filetes adobados a un euro. Se pasan un segundo por la sartén y, plisplás, ya está listo el plato. Todo impostado, todo mentira, todo fatuidad de bajo coste.
En este solar de 800 metros cuadrados levantarán viviendas de nueva construcción. Pero la fachada será la antigua, demostración palmaria de que la fuerza a la hora de vender es la ubicación (inmejorable) y la estética tenida como la original, la de siempre, la de postal (el pastiche). Una vez superada la fachada, una vez aparcado el BMV, a quién le importa cómo es la vivienda y quién se va a enterar de lo que comemos. El muerto al hoyo y el sevillano a presumir de fachada. Existe una arquitectura hipócrita, avalada por las comisiones de patrimonio, como existe un estilo de vida artificial, de escaparate, puro humo de vanidades prefabricadas. Todo guarda relación, todo está conectado, nada es casual.
Este solar de la calle Betis vacío y con la fachada en pie es el modelo perfecto que refleja las supuestas políticas de conservación del patrimonio de hoy. ¿No está el teatro de la Maestranza escondido tras la fachada de la antigua Fábrica de Artillería? El fachadismo lleva años promovido por los mismos arquitectos en connivencia con los poderes públicos. Y hay casos, como el de la calle Betis, que producen risa, por no gastar pañuelos en secar lágrimas (de pollo). Si el edificio carece de valor, tírese completo. Dejar la fachada es la demostración palmaria de que, en el fondo, se reconoce cierto valor a lo que existía y por eso se apuesta por su mantenimiento.
Como en materia de patrimonio siempre podemos ir a peor, han levantado un edificio horrendo muy cerca de este grito en el vacío que es el solar de Betis. En plena calle Castilla, en el número 35, han construido un inmueble de tres plantas con todas las bendiciones. Aquí se bendice todo, no lo duden. No hay cerdo sin su San Martín ni animal que se quede sin su San Antón. Ni planes especiales, ni arrabales, ni declaraciones de conjuntos históricos. El bloque construido en Castilla es perfecto para Sevilla Este, pero es una pedrada en la estética de Triana, en una calle con sabor propio y valores singulares.
Y se ha levantado en un barrio que se supone bajo tutela de las autoridades patrimoniales. Quizás el reto en materia de patrimonio sea que los arquitectos sepan renunciar a su ego en determinadas intervenciones. Pero al igual que hay jueces que se tiran al ruedo de la notoriedad tras los casos de Garzón y Alaya, hay arquitectos que empiezan a vestirse de negro, a jugar a dejar la impronta y a esconder la luz característica de una ciudad del sur. Y parecen disfrutar de forma especial si se trata de una zona monumental.
El corazón de la ciudad está en el centro y en los arrabales (Triana y San Bernardo), como está en las gentes, en los negocios con solera, en algunos pavimentos y en los azulejos, en el estilo de atender tras un mostrador o en la forma serena y en silencio de ver una cofradía. El verdadero progreso es avanzar con respeto a lo que está bien hecho, salvaguardando aquello que es singular, que aporta valor añadido, que forma parte del sello de una ciudad. Sevilla es una ciudad muy grande, con espacio suficiente para la arquitectura regionalista y, cómo no, para la futurista.
Demasiadas veces se fomenta una arquitectura de provocación, basada en plantar un pino en un campo de geranios, en destrozar, en atentar contra un paisaje urbano consolidado. La propia Catedral demuestra cómo se puede ir levantando un gran templo –el edificio más colosal de la ciudad– con distintos estilos y durante varios siglos. Se puede si se quiere, si se tiene criterio y si se pretende crear de verdad, no aspirar por encima de todo a dejar la firma a cualquier precio. En breve podremos vender en las oficinas de turismo la ruta de los adefesios de Sevilla. Anuncian que un estudio analizará el impacto del turismo en el Real Alcázar. ¿Para cuándo el impacto de algunos arquitectos en el casco histórico de la ciudad en los últimos 50 años?
Poco a poco se vacía el corazón de la ciudad, mudan de piel las calles, aparecen los solares y se levantan construcciones rupturistas o impersonales. La plaga del asfalto es pecata minuta en comparación con el proceso de despatrimonialización. Al menos, los adoquines quedaban bajo aquella marea negra que bañó gran cantidad de calles del centro. Pero la piqueta tiene efectos irreversibles. Hay corazones que nunca vuelven a latir. Por eso lo mejor es cerrar los ojos. O traer turistas, muchos turistas, que no pueden echar de menos aquello que nunca han conocido. Y mientras, disfrutar del encanto del algunos vacíos.
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