En busca del lujo perdido
En 2009 se gastaron 40 millones en destrozar el Colón y ahora, já, hay que volver al clasicismo
Sevilla/Cuando se leen tantas informaciones sobre la apertura de hoteles de cinco estrellas, no sabe uno si troncharse de la risa o acaso soltar unas lagrimitas. Está claro que el concepto de lujo ha cambiado sustancialmente, pues esos hoteles que después efectivamente se inauguran, distan mucho del modelo que en su día todos identificábamos como de gran lujo. Decoraciones sin suntuosidad alguna, funcionales, minimalistas, desubicadoras, sin conexión alguna con la ciudad, que lo mismo podrían servir para un establecimiento en Nueva York que en cualquier destino árabe. El mundo cambia, claro que cambia, pero en ciertas cuestiones hay que procurar que sea a mejor. Pensaba todo esto al leer que el Colón se reinventará como una suerte de hotel-museo de líneas clásicas. ¡Albricias! Si se gastaron 40 millones de euros en destrozarlo hace unos años, cuando lo vulgarizaron al máximo, con esa escultura del caballito con lámpara en la entrada principal como símbolo cateto donde los hubiera. Con aquella reforma se perdió el Colón. ¿Para siempre? Pues ojalá tenga suerte y tino la directora que nos anuncia la buena nueva.
Con la reforma pasó a tener habitaciones anodinas en las que lo peor de todo eran los cuartos de baño con puertas de cristal que dejan verlo todo. Adiós no ya a la suntuosidad, sino a la intimidad mínima en un cuarto de aseo. Cuando el amable guía me enseñó el hotel entero días antes de su reapertura, quedé horrorizado al ver esos urinarios modelo escaparate, donde se sienta usted en el inodoro y su compañero de habitación –que nunca se olvide que puede ser un compañero de profesión por algún viaje de trabajo– le está viendo a usted en posición sedente cual Herodes de la Amargura. ¡Precioso, todo precioso! Qué bonito es eso de estar expuesto en los momentos del aseo, por decirlo finamente.
¡Bienvenido el retorno a la línea clásica, señores del Colón! Todavía recuerdo cuando ese mismo guía me enseñó la suite principal, que me pareció un discreto apartamento de Rota. No sé, cinco estrellas, lo que se dice cinco estrellas de las de verdad y de las de toda la vida, tienen y muy bien puestas el María Cristina de San Sebastián, y el antiguo Ritz o el Fénix de Madrid, por poner tres ejemplos. El Alfonso XIII resiste pese a algunos motivos decoración que, al menos, son reversibles. La arquitectura tiene un poder difícil de batir, pese a los diseñadores que te quieren colocar el lote barato de muebles de la última feria del sector. El Alfonso no perdió la suntuosidad, de la que sí carece el Colón. Y un hotel de cinco estrellas sin suntuosidad es como un pregón que no te hace vibrar.
A ver cómo lo consigue el equipo del Colón. También se cargaron con la última reforma el bar y el restaurante, que eran sencillamente espléndidos. Apostaron por un modelo gélido de hostelería de esos en que el apellido del cocinero debe llevar el by por delante. Cualquier día esta sección hay que firmarla de otra forma: “By el tío de la Caja Negra”. ¿Por qué se cargaron un clásico como El Burladero? Te encontrabas en aquella barra de madera a toreros, empresarios, periodistas... mezclados con señores que se alojaban en el establecimiento. ¡Ese era el éxito! Había unos camareros veteranos muy apañados, eficaces, rápidos. Se organizaban tertulias de alto nivel en el restaurante, donde se reservaban las mesas colocando un pequeño burladero de madera la mar de original. Pues nada, todo al garete. Y, por supuesto, pusieron un servicio rejuvenecido que trabajaba con una lentitud pasmosa. ¿Qué ocurre en general en la hostelería que los profesionales de mayor edad son más rápidos y diligentes que los jovencitos?.
Se cargaron el Colón en 2009 y ahora hay que enmendar el error doce años después. Seguro que entonces habría que arreglar muchos equipamientos, porque nadie duda de la antigüedad del edificio, ¿pero por qué esa manía de destrozar lo que funciona bien y tiene un sello único? Es como la tendencia a ennegrecer los ambientes en la ciudad de la luz. Todo cuanto más oscuro mejor en muebles y tapicerías.
Ninguno de los hoteles nuevos que abre en Sevilla aporta nada novedoso, algo que sea realmente original y que suponga un valor añadido para la ciudad. Sólo el hotel del rascacielos ha conseguido un impacto único, pues obviamente nadie puede competir con esas vistas. Pero ocurre lo mismo que comentamos:no tiene suntuosidad alguna. No es precisamente el Danieli de Venecia ni el Plaza de Roma. Pero el que pueda empatar con esas vistas que lo intente. Todos los demás son repeticiones de hoteles que trufan Madrid, Barcelona y otras ciudades con mucha menor población. En cualquier caso tampoco tiene que preocuparse mucho el Colón en recuperar la denominada línea clásica, pues ya la gran mayoría del público está acostumbrada al estilo anodino imperante. Atrás, muy atrás, quedaron los tiempos en que cierta selección de fútbol no se pudo hospedar en un cinco estrellas porque la dirección recordó que no se podía pasear por las zonas comunes en ropa deportiva. Já.
Sólo hay que desear suerte a la directora en su intento de recuperar un clásico del sector en Sevilla, que tanta gloria concedió a la ciudad hasta en los tiempos en que era el hotel Majestic. Y, sobre todo, que tenga tino en la elección de los decoradores. Y ya si puede, que pongan puertas de toda la vida en los cuartos de baño. Si no es mucho pedir. Tal vez sea mejor perder una estrella, pero ganar puertas en los retretes.
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