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Sevilla/Tres turistas detenidos en la Plaza de la Alfalfa requieren amablemente a un sevillano y le preguntan por el centro de la ciudad, quieren ir al "center", repiten insistentemente. "Están ustedes ya en el centro, díganme a qué zona quieren ir". No saben. Están bloqueados ante la pantalla del móvil y extrañados de un centro tan grande. Quieren "ver" algo. Se entienden con el sevillano con un poco de inglés y un poco de español. Ellos quieren ser dirigidos. El buen hombre les habla de la Catedral, les insta a que se dirijan a ella. Pero a ellos les parece un lío el enjambre de calles hasta llegar al templo metropolitano, primer monumento de la ciudad. Quieren algo más próximo. Cuando les sugiere la Casa de Pilatos, para la que solo deben tomar la línea recta conformada por la propia calle Alfalfa y Águilas, se muestran encantados y se marchan agradecidos y tan contentos con sus móviles y sus palos para las fotos. En el fondo queda la sensación de que les bastaba con ese "ver algo" antes de la hora del almuerzo. ¿El criterio? No andar mucho.
Si el encuentro se hubiera producido en Santa Cruz o en la Plaza Nueva, es muy probable que hubieran acabado en la Catedral, que entonces sí les hubiera resultado un destino muy próximo. El turismo masivo tiene estos efectos: mucha gente viaja por viajar, porque otra gente viaja igualmente mucho y tendemos a hacer lo que hacen los demás, la vieja teoría de ir donde va Vicente, que ya se sabe que siempre elige el destino donde va la "gente". Se trata de consumir. De hacernos la foto en el gran canal de Venecia, por ejemplo, para que los demás vean que hemos estado en una ciudad única. Pero Venecia de verdad no se ve en una tarde ni en un día. O mejor dicho: tiene una cantidad de patrimonio histórico-artístico y de atractivos que bien merecerían varios días y, por supuesto, varias visitas. Y no digamos la gran desconocida: la noche veneciana. Diferente es que queramos estar solo unas horas para saltar de ciudad en ciudad por la bota italiana . ¡Viva la libertad! Queda la impresión de que ese turismo consumista busca el movimiento y el selfie.
Los turistas cambian de destinos sobre la marcha. Y hacen colas en las tabernas, lo que resulta absurdo y sorprendente. Al principio parecía que esas esperas solo se guardaban en el Rinconcillo, que los cuenta por siglos, o en la Bodega Morales, fundada en 1850. La explicación era lógica: son establecimientos únicos, que dan un sello propio a a la ciudad. Pero el fenómeno de las colas se ha extendido a otros negocios sin esa solera, incluso a meras casas de comidas en el entorno del Museo de Bellas Artes ante las que se aprecian visitantes desde antes de las doce del mediodía. Por cierto, ¿hace cuánto tiempo que no se forma una cola de visitantes de la pinacoteca?
Algunos expertos en la hostelería coinciden en que las dos claves de las colas son los precios no elevados y las guías que se consultan por el teléfono móvil con títulos sugerentes. Los diez sitios donde comer en Sevilla, Dónde comer en Sevilla por menos de 10 euros, Los diez bares de referencia en Sevilla. Visitar esos bares no sólo no resulta excesivamente gravoso, cosa importante para el viajero de bajo coste, sino que aporta el valor añadido de decir que se ha estado, lo que exige la publicación en los perfiles de las redes sociales, claro está. No hay colas en los restaurantes considerados de primer nivel, que son los menos, donde la cerveza en la barra está a 2,80 euros y en mesa se cobra a 3,20. En muchísimos bares se puede encontrar una cerveza de tirador a 1,40 o 1,60 euros. Nunca se olvide que las compañías que operan en el aeropuerto de Sevilla son de bajo coste. Sevilla es una ciudad barata y muy atractiva, por eso todo indica que superamos con creces los tres millones de visitantes en 2024.
Los bares que no están en las guías que más se mueven en las redes sociales están semi-despoblados mientras en otros se forman absurdas colas, en muchos casos con los viajeros con las maletas en la mano y en otros incluso desde rato antes de que abra el negocio. Ocurre ya todo el año año. Cuando los algoritmos que ordenan el tráfico digital y las compañías aéreas decidan que el viento cambie... veremos la evolución de un fenómeno que para el sevillano sigue siendo incomprensible: permanecer de pie en la calle a la espera de un hueco en una barra. Sucede en Mateos Gago, la Alfalfa, Santa María la Blanca, Alcaicería, Alhóndiga... Y todos los días de la semana. Queda la sensación de que mucha gente viaja de cualquier forma. Se prioriza poder contarlo, no el confort. De otra manera no se entiende que la gente aguarde de pie a que terminen los que comen sentados.
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