Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
La caja negra
Primero fue una oficina de la Banca March, después una de AndBank y ahora será una del Deutsche Bank. En poco más de un año se instalan tres entidades bancarias en la Plaza Nueva, las tres en el sector más próximo a la acera del Hotel Inglaterra. O en la zona más alejada del edificio noble del Ayuntamiento, si se prefiere la referencia. La plaza fue en su día la preferida por las firmas de alta costura. Se pobló de comercios de alto nivel, desde Max Mara hasta Victorio y Lucchino, pasando por Agua de Sevilla y Carolina Herrera. Y siempre con Loewe, O’Kean y la joyería Shaw presentes. Con la crisis de 2007 comenzaron los persianazos. Llegaron los mendigos, con el terrible suceso de aquella reyerta ocurrida un viernes por la noche de 2016 que acabó con una víctima mortal. El suceso supuso el culmen de la degradación de uno de los principales espacios de la ciudad.
Se fueron muchos comercios de alto nivel y llegaron los bares de copas, sobre todo en la esquina más próxima a Méndez Núñez. Hoy se mantienen en la zona con alguna mudanza, caso del afamado Capitol.
El de 2021 es un año terrible, pero curiosamente no para la Plaza Nueva, que recobra fuerza como ese corazón económico-financiero que Sevilla (ay) no termina de tener por mucho que presumamos de una imponente sede del Banco de España. Por los comercios se conoce una ciudad, aparte de por las plazas de abasto y los cementerios. En Sevilla vivimos cómo caían los bancos de la Avenida de la Constitución para abrir más y más cafés franquiciados. Probablemente influyó el cierre al tráfico de la Avenida tras la obra de instalación del tranvía. Entre la crisis que cierra sucursales y lo difícil que está el acceso al centro histórico de la ciudad, la Avenida y la Plaza Nueva fueron mudando de piel hacia el sector de los servicios. Dios quiera que la llegada de la tercera entidad bancaria sea ya no un síntoma, sino la prueba de que hay una actividad económica que se consolida y justifica la presencia de nuevas oficinas. Sí, algunas son entidades enfocadas a la gestión de altos patrimonios. Pero bienvenidas sean como la estrella Michelin que ha ido a parar al restaurante Cañabota de la calle Orfila. Todo suma a la hora de hacer una ciudad más fuerte. La que gana es Sevilla si se instalan más bancos y hay más establecimientos laureados. Que sepamos hacer algo más que inaugurar hoteles y organizar procesiones extraordinarias.
Las entidades bancarias, además, suelen ser respetuosas con la estética de los edificios. No gozan de buena fama por otros motivos, pero hay que reconocer que los rótulos que emplean no suelen ser estridentes. Distinto es el diseño interior de algunas oficinas, demasiado oscuras y con un mobiliario minimalista que invita más a pedir una copa larga en lugar de un crédito.
El edificio del número 6 de la Plaza Nueva ya acogió en tiempos oficinas del Banco Urquijo y del Sabadell. Y nunca ha perdido las características arquitectónicas de sus orígenes, que datan de 1920. El inmueble fue construido por encargo de Miguel García de Longoria al arquitecto Vicente Traver y Tomás. Por eso todavía es conocido en los catálogos como la Casa Longoria. Traver fue un arquitecto valenciano que dirigió sus principales obras en Sevilla, donde trabajó en el proyecto del Teatro Lope de Vega y el Casino de la Exposición, que fueron el pabellón de Sevilla en la Exposición de 1929, y en el edificio que hoy es sede del Ateneo de la calle Orfila, además de otros trabajos en la capital y en pueblos de la provincia.
El de la Plaza Nueva es un edificio con una fachada en ladrillo de color claro donde se incluyen finos detalles en azulejo azul. Una exquisitez si se compara con los mamotretos y mamarrachadas que amenazan el centro histórico de la ciudad en los últimos años.
La fachada principal, que da a la Plaza Nueva, tiene un cuerpo central donde destaca su gran balcón de hierro forjado y cristal. El elemento que más llama la atención es el mirador de la azotea, donde el arquitecto empleó algunos elementos barrocos y clasicistas. Por su similitud se ha comparado con el mirador del Palacio de Altamira de la calle Santa María la Blanca.
El proyecto presentado ante la Gerencia de Urbanismo refiere obras de adecuación del edificio para su uso como entidad bancaria. Se incluyen dos edificios colindantes:el de la Plaza Nueva, número 6, inmueble de oficinas con bajo y tres plantas sobre rasante, y el de la calle Zaragoza, 39, compuesto por bajo más dos plantas sobre rasante con actividad de oficinas.
Las obras, que afectan a una superficie de la finca de unos 870 metros cuadrados, no tienen más objetivo que adecuar las instalaciones al típico trabajo de una entidad bancaria: atención al público en la planta baja y oficinas en las superiores. Los trabajos contemplan demoliciones, particiones, obras de carpintería, cerrajería, vidrio y protecciones solares, revestimientos y equipamientos e instalaciones. En ningún caso se modifica el diseño original de la fachada, a excepción del añadido de un marco de chapa pintado en azul corporativo del banco. No se altera ningún material de la fachada. Es más, se eliminan carteles y muestras ajenos al diseño original con el que se concibió el local.
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