La Caja Negra
Los duendes de la Feria de Sevilla están de luto
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Sevilla/El que quiera puede reclamar su derecho a la ingenuidad. En política hay muy pocas casualidades, sobre todo cuando se trata de asuntos de protocolo formal... o informal, como es el que se produjo en la gran manifestación del domingo. Juan Bravo, que es diputado por Sevilla tras presentarse nada menos que como número uno por la provincia, se colocó en la fila número once (aproximadamente) de la gran convocatoria, detrás incluso de los dirigentes de VOX. Nunca se olvide que Bravo es vicesecretario general del PP, responsable de la parcela de Economía, un cargo que le concede asiento en los maitines de los lunes, la selecta reunión que se convoca en la sede de Génova para que el presidente nacional y los mandos principales tracen la estrategia de la semana. Bravo quiso estar en un tercer plano... o en un perfil muy bajo.
Que Bravo no anda cómodo no es ningún secreto en la sede del partido. Que lo haya evidenciado es un paso más. Tal vez vendió la piel de un Ministerio antes de cazar el oso de la victoria que permitiera la formación de un gobierno. Tampoco pasa nada porque el hombre tuviera sus ilusiones. Formación tiene de sobra. Y entusiasmo no digamos. Por eso es revelador que se haya apartado de la cabecera de una manifestación tan importante para el PP y en la ciudad por la que es representante. Ahora dicen que no estuvo a gusto en la campaña electoral. Y eso que se hartó de currar. Afanar se afanó porque es hiperactivo y se toma muy en serio los objetivos. Pero esta vez parece desencantado... Y ya se ve que no disimula. Tampoco podemos olvidarnos que no hace tanto tiempo era un omnipresente consejero de Hacienda y Financiación Europea... del Gobierno de Andalucía.
Madrid no es fácil para nadie. Hay veces que se tardan años en manejarse en esa selva. La capital tiene muchas veces el efecto de unas fauces que todo lo engullen. Tampoco hay una crisis económica que le permita tener protagonismo y ejercer de azote del gobierno. El PP ha recuperado mucho impulso tras el fiasco del 23-J, pero no a costa del discurso económico, sino del estrictamente político. Sea como fuere, nadie puede negar que Bravo quiso estar, pero pasar desapercibido. ¿O buscaba precisamente que se comentara su distancia física de la cabecera? Lo dicho: el que quiera pecar de ingenuidad está en su derecho. Y, cómo no, puede jugar al divertidísimo dónde está Wally. Y siempre está, oiga.
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