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Sevilla/Catorce platos selectos, postres dulces, una bodega variada y una hora de barra libre. No fue una invitación sin importancia, ni mucho menos ingenua, ni sencilla. Fue reveladora de los modos en que algunos dirigentes públicos conciben las relaciones con las empresas privadas que aspiran a los contratos de un organismo como la Gerencia. También demostrativa del viejo estilo por el que el jefe pagaba las copas de los subordinados con cargo a la cuenta de un tercero que se presta a sacar la cartera porque ha recibido o recibirá más de esos dirigentes que lo que le cuesta la convidá. Todo muy básico, muy basto, muy de otros tiempos. En los últimos 25 años hemos conocido el urbanismo bajo sospecha, el urbanismo productivo, el urbanismo morado (que regó con subvenciones a las cofradías) y ahora conocemos el urbanismo de barra libre, porque la fiesta incluyó una hora de trago largo a discreción, que es sabida la importancia de la sobremesa tras probar tantas viandas y postres dulces. Que no nos falte de ná, Juan (de la Rosa), que decía la letra de la sevillana de los años ochenta. Más jarana. Somos más de veinititantos y nos vamos pa Santa Clara, Fernando (Vázquez).
El mar siempre escupe los restos del naufragio en alguna playa que evidencia en sus arenas la memoria que se quiere borrar. La verdad emerge con el paso del tiempo. Solo hay que esperar el paso de los días. A veces basta con pocos amaneceres. Los políticos juegan a no tomar decisiones mientras no se vean forzados por la rotundidad grosera de los hechos o por alguna ilegalidad manifiesta. Ya escampará... piensan. Pero las mentiras tienen las patas cortas como un pasito de cruz de mayo.
Primera mentira. La convidá de Urbanismo a sus trabajadores con cargo a las cuentas de Metropol Parasol en el enclave privilegiado del convento de Santa Clara no estaba ni está amparada en ningún artículo, precepto o epígrafe del Plan de Usos de las Setas. Segunda mentira. No era un acto de Navidad, ni un ágape modesto o de mera convivencia para motivar a los trabajadores. Hoy revelamos la minuta de cuanto se sirvió el 19 de diciembre. Un festolín en toda regla que incluyó selectos postres y una hora de barra libre para destilados.
La primera parte contó con nueve platos: surtido de quesos, patata amarilla, alioli y pimentón; cremoso de melocotón y caviar de mújol, mini-cóctel de marisco, pescado de roca marinado con jugo de tomate seco, dados de tataki de atún, saam de pollo macerado en kimchee, lima de mariscos escabechados, gazpacho de fruta de temporada, saam de camarones fritos y salsa tártara. La segunda parte incluyó: tacos de pollo al ajillo, crema de bogavante, albóndiga de salmón con almendra y burguer de buey con salsa tonkatsu. La tercera se basó en una selección de postres de alta calidad de acuerdo con el catálogo boutique de la firma hostelera. La fiesta contó con una bodega a base de cerveza Cruzcampo con y sin alcohol, refrescos, Manzanilla de Sanlúcar, vino blanco Marqués de Villalúa y vino tinto Rioja Crianza.
El precio pagado por la empresa fue de 50 euros por persona. Se prepararon bebidas y viandas para 350 asistentes, aunque, como ya se ha dicho anteriormente, acudieron bastantes menos. La cúpula de Urbanismo, fuertemente condicionada por el director de Economía y Administración, Manuel Valdivieso, quiso agradar a los trabajadores con el estilo más básico (comida y bebida) y ofrecer una imagen de cohesión que al final no obtuvo, dada las numerosas ausencias que se contabilizaron.
El copazo de Urbanismo ha sido una catetada. Las mentiras son absolutamente lamentables. Que el emisor del correo electrónico que comunicaba la convocatoria de la copa tenga una hija en la empresa que asume proyectos por 200.000 euros en la restauración de Santa Clara –lugar donde se celebró el festolín– es como para escribir una suerte de Ética para un Urbanismo sin ella. La copa es una señal. Ruidosa, burda y bajuna, propio de un cómic de Carpanta. Esta Gerencia huele. Ellos lo saben. Y eso no es nada bueno, porque es el motor de la ciudad. Las olas nunca cesan, el mar sigue escupiendo.
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